En estos turbulentos tiempos de guerras por el petróleo mundial que toca techo, de guerras por los recursos menguantes, todo empieza a valer.
Algunos sabían desde hace un año, y si empleasen el sentido común, de toda la vida, que los soldados siempre cometen tropelías cuando invaden países ajenos. Los que menos sabían, sabían que se torturaba desde que las tropas entraron. Y callaron. Organizaciones humanitarias, también lo sabían (¡si presumen de estar cerca de los débiles, cómo no lo iban a saber!) y callaron, o enviaron informes sigilosos, confidenciales y privados, a los zorros que cuidaban los gallineros, para que dejaran de hacer lo que su propia naturaleza les impulsa a hacer.
Y así, llegamos al momento en que los testimonios de las torturas, sacados por descerebrados mercenarios, llegan al público. Los soldados estadounidenses son todos mercenarios, según la acepción de la Real Academia de la Lengua Española, aunque luego haya unos, los regulares, los que en términos castizos podrían denominarse los “pringaos”, que ganan 40.000 dólares al año y los siniestros personajes que van contratados por no menos siniestras empresas privadas “de seguridad”, cobran 300.000 dólares al año. Estos angelitos, son los que tienen la misión de “pacificar”, “democratizar” y “desarrollar” a unos ciudadanos, que siendo dueños de las segundas reservas mundiales de petróleo del mundo, tienen que vivir, en su inmensa mayoría, con 365 dólares al año. Claro, los EE.UU. pagan a estos angelitos con cargo al dinero que esperan poder sacar del petróleo que esperan expoliar de aquel país, para seguir alimentando la voracidad de los 7.000 millones de barriles anuales de petróleo que consumen los estadounidenses, ahora que no producen localmente ni 3.000 millones y tienen que importar los 4.000 millones de barriles restantes.
Pero volvamos a las torturas. Estos descerebrados, apoyados por los salarios con los que les recompensan los tiros que pegan en país ajeno, gustan de comprar cámaras digitales de fotos y de video y hoy, como son tan pequeñas, se les cuelan en sus enormes pantalones de campaña y pasan cualquier control, ya que pesan la centésima parte que un fusil de asalto M-16, que por supuesto no pasa por los arcos detectores de metales, ¡faltaría más, ellos son estadounidenses! Y los muchachos y muchachas del frente comienzan a hacer fotos y videos de sus hazañas y desbordan, gracias a Internet, el férreo marcaje censor del Pentágono.
Lo milagroso, lo sorprendente y que demuestra lo fuerte que ese control era, es que habían conseguido que durante el primer año de conquista, avasallamientos y atropellos continuados, no saliese ni una sola foto, ni un solo video, en ni uno solo de los medios internacionales. Pero al final, estos medios, tan cooperadores con el poder, terminaron cediendo al inexorable libre mercado. Hubo uno, no importa quien, que fue el primero en atreverse a publicar una ínfima muestra, pero aún así, lo suficientemente abundante, de aberraciones de los “alegres muchachos y muchachas del frente” y ya ni el Pentágono pudo parar al libre mercado. Si unos lo hacen y es un “scoop” (noticia periodística de primera), si los demás no lo hacen, quedan fatal, no sólo desde el punto de vista moral, que eso no les importó durante un año, sino desde el punto de vista de cuota de mercado (el vicio vende, no nos olvidemos), de la competencia, del puramente periodístico .
Y ahí llegó la riada de crímenes y torturas desvelados.
¿Qué hacer? Se preguntaron en el Pentágono, donde el Himmler estadounidense Rumsfeld, dirige los destinos y en la CIA, que se encargaba de muchas otras funciones intestinales. Pues en primer lugar, pusieron en marcha una campaña de “desviación lingüística” de las que Chomsky habla muchas veces. Y donde había torturas, se dijo “mistreatment” (malos tratos), donde hubo ejecuciones extrasumariales, se dijo “abuses” (abusos) y así toda una batería de engaños semánticos.
Pero las fotos seguían apareciendo, en riada incontenible, pues para la prensa carroñera, lo mismo vende una foto de boda principesca que un ser desvalido y hecho un pingajo humano, siendo arrastrado desnudo por una mujercita soldado. Y lo mismo vende una lluvia dorada forzada sobre un prisionero encapuchado y con la nariz y la mandíbula rotas, que la lluvia dorada voluntaria sobre un director de periódico. El caso es vender. A la CIA, al Pentágono y al gobierno más poderoso del mundo se le fue el asunto de las manos y amenazaba con exigir que cambiasen de jefe de las SS en versión democrática, con lo bien que lo estaba haciendo.
Así, entraron en una fase todavía más oscura. Otra vuelta de tuerca. Una huida más hacia delante. Y pusieron la mierda en el ventilador. Si no puedes vencer al enemigo, únete a él. Y su maquinaria de propaganda, esta vez Himmler, el de las SS, debía dejar paso al experto en contrainformación, al moderno Goebbels. Y se comenzaron a distribuir a mansalva artículos, fotos y quien sabe si videos, sobre torturas, sevicias, malos tratos o lo que fuese, pero esta vez manipulados sutilmente (otro de los logros de la tecnología digital), de forma que el común de los mortales pudiese darlas por ciertas y por muy creíbles, en un principio, dado el entorno. De esta forma, el público mundial, ampliaba y distribuía estas informaciones, que, en su momento oportuno, alguien revelaba que eran falsas.
Así surgieron noticias sobre desembarcos de armas de destrucción masiva por el sur de Irak (algo bastante creíble), desde fuentes iraníes, o fotos como la que aparece a continuación

que eran fácil pasto de reproducción por parte de los críticos a la guerra de ocupación (los más), pero que luego se probaba eran manipuladas, como se ve con facilidad en http://www.ryano.net/iraq/, donde existe incluso un software para modificar el texto del cartón. De esta forma, los manipuladores luego pueden decir que en realidad, lo que el cartel decía originalmente, por ejemplo, era esto

(Boudreaux salvó a mi papá y rescató a mi hermana), que sin embargo, es bastante improbable que sucediese, dadas las circunstancias actuales en Irak.
Pero lo importante es poner la mierda en el ventilador, de forma que todo huela mal y que la gente pierda las referencias, al perder el olfato y se aparte de ese escenario tenebroso, asqueado por el olor.
De esta forma, como saben que existen miles de testimonios gráficos de sus crímenes y torturas, estos tipos listos se adelantan a la jugada y saturan el mercado informativo con artículos, fotos y videos más o menos groseramente manipulados, para que cuando vayan llegando los verdaderos no sepamos a qué atenernos. Una verdadera teoría del caos organizado. Un cuanto peor, mejor, porque menos se podrá analizar. Un falso debate, como suele advertir Chomsky.
Porque, efectivamente, mientras llenamos hojas de papel con estas tonterías (que hablen de mi, aunque sea mal, sobre todo si con ello evitamos que hablen peor), nos olvidamos de la esencia del asunto: 140.000 mercenarios están sometiendo y humillando, están vejando y violando el derecho a la soberanía, a la independencia, a la utilización de sus propios y riquísimos recursos a 24 millones de iraquíes. No se trata de siete soldaditos y soldaditas, no. Y no se trata de veinte o de cien detenidos en Abu Ghraib. Se trata de 140.000 mercenarios y de 24 millones de personas sometidas. Se trata de la violación en toda regla y masiva de toda una población de una nación. Se trata de que el principal inductor, la cabeza visible de este crimen horrendo, va a las oficinas de su Himmler local y dice que aunque sus chicos se hayan pasado un poquito, en general (es decir, en lo que respecta a la ocupación militar de un país ajeno), Himmler está haciendo un “superb job”, que la prensa gregaria traduce, sin crítica de ningún tipo, como “un trabajo soberbio” (que curiosamente, tiene una doble acepción en español) o “Bush piropea a Rumsfeld” o similar.
Los criminales andan sueltos, siguen invadiendo un país ajeno y expoliando lo que pueden de sus riquísimos recursos (aunque parece, por otra parte, que bastante menos de lo que esperaban o habían planificado) y mientras, nosotros, intercambiando mensajes sobre si decía que un tal Ánsar es un enanito o que se había rescatado a la hermana del niño que llevaba la camiseta, quien sabe si regalada por el ínclito ex ministro Trillo. No se dejen llevar al huerto. Utilicen el sentido común. Sean escépticos, pero ni totalmente incrédulos, ni totalmente crédulos. No abandonen la crítica, que eso es lo que buscan.
Los EE.UU. deben abandonar Irak. Están invadiendo un país ajeno y violando la soberanía de 24 millones de iraquíes. Todo lo demás puede ser cuento o no, pero lo importante es esto.
Pedro Prieto. Madrid.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Mayo 2004.