Torturas generalizadas, sistemáticas, absolutamente envilecedoras, obscenas, impartidas por un ejército de verdugos, del modo más oficial y en los principales lugares de detención; torturas conocidas desde hace meses perfectamente por los más altos militares estadounidenses por múltiples conductos, incluidos repetidos informes de la Cruz Roja. Y esos políticos “cruzados”, guardianes de la seguridad de Occidente, enemigos de la tiranía, no han reaccionado sino cuando algunos particulares individuos han conseguido denunciar públicamente los hechos. Incluso entonces, sólo han respondido con míseras excusas, y sanciones que no han afectado sino a los más bajos peones y responsables de esas atrocidades, en lo fundamental ya oficialmente instauradas de hecho desde hace dos años en Guantánamo.
Aquí en España, los que presumían actuar en bien de todos ayudando a esos bárbaros callan ahora como muertos. Se ve que no les tortura la conciencia a esos irresponsables, que actuaron contra la clara oposición a la guerra de la mayoría de sus mismos votantes. Porque, recordémoslo, buscando conservar con tan malas artes su empleo, votaron esos “representantes” votaron, todos, en el Parlamento, Rajoy el primero, a favor de esa guerra, y son por tanto inexcusablemente corresponsables de la atroz serie de muertes, mutilaciones, torturas, ruinas y caos que asola Iraq. Peor aún: no es que callen ahora como muertos, es que tienen todavía el valor de criticar el que el nuevo Gobierno retire su apoyo a quienes cometen tamaños crímenes. Estamos aquí ya muy lejos de lo que pudiera ser una más o menos legítima o discutible opción democrática. Son crímenes inconfesables, que, por tanto, procuran a toda costa y contra toda evidencia negar. Son la vergüenza de España y de la humanidad.
M. Diego Mas. Madrid.
Cartas de los lectores.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Mayo 2004.