Las grandes imposturas – por Teresa Galeote

Produce una inmensa tristeza comprobar cómo cada vez más la política se sustenta en las grandes mentiras, o en la ocultación de gran parte de los datos. La realidad se fabrica según interese a quienes manejan los resortes del poder y si hay que mentir se miente; todo con tal de dejar patente que el que manda, manda.

El poder se torna en un canibalismo ciego y sordo que engulle a la razón y deja maltrecha a la justicia. Nada importa las ideas o las soluciones que la humanidad pide a gritos. La sociedad se empobrece cada vez más, no sólo a nivel económico, sino de valores humanos. La adoración al becerro de oro degrada y embrutece a quienes lo aman; tanta pasión sienten por él que no ven más que el gran cuerpo del macho que parece embestir con sus grandísimos cuernos dorados.

Todo se aplica según marque la conveniencia. Las grandes mentiras de Bush, fueron secundadas y pregonadas por el señor Aznar, hombre que se convierte en hielo cuando tiene que ejecutar las resoluciones más crueles y trágicas, a la vez que intentó convencernos de que todo lo hacía por el bien de «Patria. También sonríe en los momentos más inoportunos para decirnos que ésta a la altura de sus homólogos. El trío de las Azores, Aznar, Bush y Blair dejaron entrever sus sonrisas para demostrar que ellos son capaces de salvaguardarnos de las agresiones de los bárbaros del sur; por eso se inventado las guerras preventivas. Gracias a ese perverso concepto se pueden ocupar países con la «sana intención» de hacerse con sus materias primas, aunque para ello haga falta sembrar con muertos y mutilados las calles de las ciudades. No pasa nada, ellos juegan a ser grandes hombres, se les ve felices con el destino que les ha tocado vivir. Ellos, con sus trajes oscuros, sus corbatas azules y sus sonrisas de circunstancias, deciden el destino de los pueblos porque así está escrito.

Nada importó que Valderrama, ex responsable de la Embajada de Irak acusase al gobierno español de haber manipulado los informes sobre Irak para justificar la guerra. Aznar mintió porque quería parecerse a Bush, aunque le faltasen algunos referentes importantes: su gran rancho tejano, sus influyentes amigos, incluidos la gran familia Bin Laden, sus grandísimos negocios petrolífero, o tener a Richard Cheney como vicepresidente de los EE.UU, hombre muy vinculado con las empresas que pretenden reconstruir Irak. Aznar quiso salirse de su papel periférico, jugar a ser el gran hombre hispano capaz de acompañar a Bush y Blair en su campaña bélica. Quiso subir a la cumbre de los grandes hombres, pero se equivocó de camino. Eligió el más mortífero, el más abyecto. Los grandes hombres no deben mentir para hacer guerras injustificables. Los grandes, hombre no se hacen cómplices de aquellos que invaden países, destruyen sus infraestructuras con el único objetivo de hacer negocio con la posterior reconstrucción. Los grandes hombre negocian, evitan las guerras, llevan el bienestar a sus pueblos.

El 11 de marzo nos llegó la trágica respuesta a tanta mentira. El cielo lloró con nosotros, lloramos de impotencia porque sabemos que la venganza anida en el corazón de los hombres y de las mujeres, que el odio no distingue entre las víctimas y verdugos y que, casi siempre, los errores de los mediocres políticos que gobiernan los paga el pueblo. Miopes y sordos para percibir el sentido común, no se percatan de que hacer guerras no es un juego exento de consecuencias, de que tiene sus efectos colaterales; tanto materiales como emocionales.

El gran Aznar y su corte de aduladores y cómplices nos mintieron. Él, que quiso representar el papel de gran estadista, pensó que los votos le permitía prescindir del Parlamento español para meternos en una guerra injusta e ilegal. Como si fuese un caudillo iluminado por la luz divina tampoco escuchó al pueblo; sólo se encomendó a Bush y a Dios.

Bush, hombre movido por los grandes intereses económicos, ha fabricado las mentiras necesarias para hacer las guerras que él quería. Sadan Hussein, antiguo colaborador de EE.UU y Bin Laden, otrora agente de la CIA, siguen ahí, pero sus pueblos están inmersos en una caótica situación que no tiene visos de solucionarse a corto plazo. Sus gentes han sufrido y seguirán sufriendo los dramáticos efectos que las guerras producen.

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Colaboradora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Mayo 2004.