“Europa va mal. Nuestros ciudadanos dudan de su futuro. Aún peor: de su necesidad”. Así comienza el informe sobre perspectivas económicas 2007-2013.
Estamos asistiendo a un cambio profundo de Europa; ayer se amplió la Unión Europea en diez miembros, en junio habrá elecciones al Parlamento europeo, se acordará una constitución común europea, habrá nuevas ampliaciones, se cambiará su estructura institucional, etc. Todo este proceso ha sido dirigido por las elites. ¿Dónde ha quedado la opinión de los europeos?
La gran pregunta que nos debemos hacer es ¿Qué Europa queremos? ¿Nos interesa la Europa que nos ofrecen?
El proyecto europeo siempre ha sido un proyecto de elites económicas y financieras, mas que del poder político. Siempre ha corrido detrás del mismo, frenándolo en muchas ocasiones. Por supuesto se ha plasmado cuando el capital le ha interesado, no cuando lo han deseado las voces de intelectuales o movimientos de opinión civiles independientes.
Europa es un proyecto ilusionante e ilusionador que ha rentado unos grandes beneficios no solo económicos sino también de estabilidad política, social, cultural, etc. Pero toda sociedad debe moverse y avanzar, por eso estamos en un momento de definición. El año 2003 ha sido terrible para Europa, se ha fracasado en la Constitución, se ha visto la división europea en el tema de Iraq y como Estados Unidos alienta y se regocija en está división.
Se está planteando por un lado, una Europa como una gran zona de libre comercio y con estructuras políticas débiles o por el otro lado una Europa que no sea sólo una potencia económica sino que tenga una estructuración política acorde y con gran peso en el mundo, jugando un papel relevante y de contrapeso. Esta segunda opción es la que debemos apoyar. Por eso el paso de hacer una Constitución común para todos es un paso importante en el buen camino.
En estos momentos la doctrina imperante en el mundo es el neoliberalismo, quedando perfectamente reflejada en la Constitución europea. Europa siempre ha tenido una tradición en proyectos socialdemócratas con un amplio componente social. Por eso resulta muy difícil de asumir por muchos sectores europeos la redacción actual.
Si finalmente se aprueba la constitución europea, el camino no será de rosas como dice The Economist (26-3-2004). Aunque los gobiernos digan SÍ, los pueblos o hasta sus propios representantes pueden decir NO. Francia teme convocar un referéndum y perderlo. Polonia sabe que lo puede perder tanto en votación popular como en el Parlamento. Gran Bretaña no quiere contemplar un referéndum porque sabe que lo pierde. Lo mismo sucede en Suecia, Dinamarca, Finlandia, Austria e Irlanda. Si una de las carencias que se le achaca es la poco democracia existente, ¿Se impondrá una constitución que sea rechazada? ¿Por qué no se modifica?
Todavía hay tiempo de cambiarla y darle un mayor contenido social para que ésta pueda ser asumida por la inmensa mayoría de europeos.
Ha sido un gran acierto la creación del euro, pues ha dado estabilidad económica a todo el continente y permite el desarrollo de muchos sectores que de otra forma no lo tendrían claro. Pero si el euro ha sido un éxito para los europeos, otros lo ven como amenaza, como los norteamericanos que analizan que una Europa unida bajo una misma estructura política, económica y social les resulta un contrapoder muy importante y no sólo eso, sino que es un modelo mucho más atractivo que el suyo. El euro como moneda europea va ganando lentamente peso en todo el mundo como referencia económica, cuestionando al dólar como valor único de mercado. De ahí que Estados Unidos haga todo lo posible para torpedear el proyecto de Europa. Así como el daño que Aznar ha hecho a dicho proyecto y en consecuencia a una España europea.
Europa debe mostrar su rechazo a los modelos neoliberales actuales que nos llevan a modelos individualistas, insolidarios e injustos. Debemos buscar el desarrollo de una economía social que esté al servicio del hombre, donde los valores humanos sean un modelo a seguir por otras sociedades.
Ayer entraron diez nuevos países, con un retraso considerable, que va a tener consecuencias importantes en todos los niveles. Es pues necesario una reorganización institucional importante para hacer operativa la Unión Europea. En nuestras vidas también afecta está ampliación porque vamos a perder gran cantidad de dinero que nos aportaba Europa. Estamos sufriendo la deslocalización industrial como consecuencia de los salarios tan bajos de estos países, que no hacen competitivos nuestros productos. Pero también tenemos ventajas si lo sabemos aprovechar con una mayor amplitud comercial.
Pero lo grave de esta ampliación es que no ha sido sentida por todos los europeos, pues la inmensa mayoría ignoran que países entran. Estos países del este europeo destacan por su poco europeismo, buscando exclusivamente su mejora a través de la aportación que los países ricos les den. Sin embargo, se hace notar su pro americanismo, apoyando a Aznar en su disputa por Iraq, en la OTAN, en la doctrina unilateral de Bush. Lo cual no es un buen síntoma.
Otro de los problemas graves del proyecto europeo es la indefinición de las fronteras geográficas, ni se define la identidad histórico-cultural de nuestro continente. Una Europa indeterminada difícilmente superará la concepción de mercado único. En cambio, una Europa económica, social y políticamente integrada exige trazar con claridad los límites geográficos y socioculturales.
La entrada de Turquía hace imposible esta segunda opción, favoreciendo el desarrollo de una Europa débil. El factor decisivo para la entrada de Turquía es el apoyo y la gran presión de Estados Unidos. La entrada de Turquía además de favorecer su aliado principal, Estados Unidos elimina la posibilidad de una Unión Europea fuertemente integrada.
Rusia que pertenece al continente y a la cultura europea en mucha mayor medida que Turquía -y no se entendería la historia de nuestro continente sin Rusia-, es claro que ésta nunca se adherirá a la UE porque significa su aniquilación.
La entrada de Turquía no debe producirse. La extensión de 800.000 Km2 lo haría el mayor país de la Unión unido a los 70 millones de habitantes y con la renta más baja entre los viejos y nuevos socios, un 23% de renta de la de los quince, modificará por completo el perfil y el fondo de la UE, además de su diferente proceso cultural, hace que Turquía no deba entrar nunca en la UE.
Hay amplios sectores de la derecha que la rechazan, mientras que en el progresismo hay disparidad de opiniones, sin embargo mi posición es clara en el rechazo a los turcos. Eso no debe significar su abandono sino que se deberían de buscar formulas de amplia colaboración.
Desde posiciones progresistas debemos favorecer el proyecto de Europa con una concepción que supere los criterios economicistas y neoliberales y busque un fuerte desarrollo político, en el que dos conceptos deben mejorarse, el de la democracia participativa y el reconocimiento de unos derechos sociales y de ciudadanía para todos los europeos.
Para aquellos que nos declaramos europeístas convencidos, debemos trabajar para movilizar y explicar que el proyecto actual que nos presentan no recoge el mínimo exigible desde un punto de vista progresista. Por ello, debemos aprovechar las elecciones europeas para abrir al máximo el debate y que todos conozcamos en profundidad aquello que nos ofrecen y de paso intentar mejorar su redacción actual.
Hay amplios sectores de la izquierda europea y desde los movimientos antoglobalizadores y alternativos que decimos sí a Europa pero no a la Europa neoliberal que nos ofrecen. Por eso es bueno que empecemos a discutir y a conocer en profundidad todo su significado para que podamos influir en su modificación.
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Mayo 2004.