Interrogantes del movimiento anticapitalista después del 14 de marzo – por Juan Juan Girtz

La situación política en el Estado español se enfrenta a una perspectiva de cambios tras la derrota electoral del PP y la irrupción del terrorismo como factor político de primera importancia. Pero el factor que de forma más importante lo determina es la ocupación militar de Irak y la resistencia creciente del pueblo iraquí.

Ese es desde hace un año y junto a la sangría permanente del pueblo palestino, el foco principal de inestabilidad y crisis del orden global. El orden del capitalismo global, la indiscutida hegemonía militar norteamericana ha sido y está siendo objeto de un amplio proceso de contestación por lo que se ha dado en llamar movimiento alter mundista.

Las fuerzas políticas anticapitalistas no parecen, sin embargo, encontrar las condiciones que les permitan levantar un proyecto de alternativa a los regímenes neoliberales que en cada país aseguran la gobernanza del orden global.

Los partidos de la izquierda sistémica, los socialdemócratas en particular han hecho una muy débil oposición a la política belicista de Bush, Aznar y Blair, y prácticamente ninguna a las últimas muestras de políticas neoliberales en creciente declive. No obstante lo cual y ante la inocuidad de las fuerzas anticapitalistas, los partidos socialdemócratas, clásicos o nuevos, se convierten así en los depositarios de los anhelos populares de cambio, paz y mayor justicia social. Incluso si los electores tienen presente, como en el caso español, los límites de las posibilidades de cambio que estos partidos representan.

Sea como fuere y ante la gravedad de la situación en Iraq, se abre un escenario favorable a la iniciativa de las fuerzas de centro izquierda en la recuperación de las instituciones de Derecho Internacional y del Estado del Bienestar conseguido en el ámbito interno.

La apertura de esa perspectiva sitúa a los anticapitalistas ante una nueva y difícil situación. Bajo los gobiernos del PP, el movimiento ha podido desarrollarse sobre una cultura de la resistencia que ha ocultado las carencias políticas del anticapitalismo.

El autoritarismo aznarista y las prácticas impuestas de su gobierno han facilitado la ilusión de “todos contra el PP” y que su derrota electoral podría abrir perspectivas más favorables para el anticapitalismo.

La hipótesis se ha verificado con un cuadro de fuerzas de izquierda nacionalista vigorizadas y una fuerte caída de Izquierda Unida. Un cuadro que no se presenta especialmente favorable al desarrollo del movimiento anticapitalista sino al contrario a la potenciación de estos sectores sociales cooptados más o menos abiertamente por el PSOE gobernante y que en una primera instancia, pueden producir un cierto efecto de desmovilización y disminución de la militancia social.

No parece razonable esperar de las izquierdas nacionalistas (ERC, BNG, EA, CHA) alientos significativos a la organización del movimiento anticapitalista. Su propuesta central para la legislatura es la configuración de un esquema de distribución territorial del poder del Estado más acorde con sus aspiraciones de autogobierno y para ello precisan de un acuerdo con el gobierno del PSOE que deberá extenderse con toda seguridad más allá de esta legislatura.

Un proyecto anticapitalista de alcance estratégico debiera haber sido el cometido esencial de IU. Analizar las causas y efectos que han hecho imposible este cometido desbordaría los límites de estos comentarios, y está hecho en diversos análisis a los que remitirse, Es el caso que IU se encuentra en uno de los momentos más difíciles de su andadura de casi 20 años. Las fórmulas que, al parecer, se barajan para salir de esta situación pueden ser agrupadas en dos:
. La propuesta de Llamazares parece orientarse por la salida eco socialista siguiendo los puntos de Iniciativa per Catalunya y en la perspectiva de ocupar una plaza en el esquema de la izquierda plural.
. La propuesta alternativa latente a lo largo de la historia de IU, tiene su origen en la concepción accidental e instrumental de la propia coalición y en la confianza de la mayor capacidad de atracción del mensaje comunista explícito. Su modelo es obviamente Refundazzione levantado en Italia.

Ninguna de las dos propuestas corresponde a los vectores culturales más característicos del difuso movimiento anticapitalista en nuestro país.

La propuesta “verde” tiene su esplendor en los ochenta del pasado siglo con ocasión del renacido clima de guerra fría y el auge de los movimientos pacifista y ecologista y el abandono de las ilusiones revolucionarias y la congelación tardo estalinista en la URSS. Después y tras la incorporación de Die Grïnen al gobierno alemán, los verdes se han integrado plenamente a las responsabilidades de la gobernanza tanto en las llamadas intervenciones humanitarias como en su participación en el diseño constitucional del UE.

En nuestro país la propuesta verde no ha podido desarrollarse en los ochenta por las maquinaciones del PSOE y después por la propia existencia de IU que ha desarticulado él animo de los ecologistas para emprender la aventura política. En la actualidad, en todo caso, el mensaje verde, no aparece con tintes radicales como en las décadas de los 70 y 80 del pasado siglo. Las nuevas generaciones de militantes anticapitalistas en España y en Europa incorporan la dimensión verde con un aspecto más de su patrimonio cultural pero no en forma predominante. Y se encuentran lejos por no decir enfrentados con lo que representan los partidos verdes en la escena política.

La propuesta “refundadora”, por su parte, ha hecho un esfuerzo considerable para aproximarse a la nueva generación de militantes anticapitalistas. En Madrid ha constituido la aportación mayoritaria en el esfuerzo de construcción de ámbitos de encuentro para la gente radical y anticapitalista. Su capacidad de referenciar en este sector especialmente juvenil se ha visto limitado de hecho por su vinculación con el aparato de IU. Su ruptura con este aparato y con las ambigüedades del discurso constitucionalista de su dirección, aumentarían sus posibilidades de jugar ese papel de referencia. El handicap fundamental de esta propuesta es la escasa innovación teórica y organizativa que le caracteriza con un discurso muy encasillado en las claves de un tosco antiimperialismo, en la defensa del Estado nación frente a la globalización neoliberal y en su apego al papel del partido vanguardia y de un leninismo trasnochado.

Las condiciones políticas de la nueva etapa que comienza, no parece vaya a favorecer el desarrollo autónomo del movimiento anticapitalista. Bien al contrario, todo parece apuntar a que una parte de sus integrantes potenciales vayan a ser cooptados por la política del PSOE, que precisara a buen seguro, de interlocutores sociales con los que asentar un proyecto de hegemonía en la sociedad civil. Es mas que previsible por ejemplo, que personas del movimiento ecologista sean cooptados para desempeñar cargos de responsabilidad en la Administración publica, y es asimismo probable que el nuevo gobierno fomente o apoye al sector de las ONGS de los últimos años.

Estas circunstancias no son tan especiales de la situación española reciente. La crisis del gobierno imperial de Bush puede abrir, lo esta haciendo ya en un espacio de posibilidades, a las fuerzas de centro izquierda para redefinir el orden global en torno a la recuperación del Derecho Internacional, la primacía de la ONU y un cierto re-equilibrio entre los polos de la tríada capitalista (USA, Japón, UE.

Ya con ocasión del Foro Social Europeo de París se ha puesto de manifiesto la amplia presencia del centro izquierda y sus intentos de reorientar el Foro en la dirección de la recuperación del Estado del Bienestar y el modelo social europeo contra las formas de sociabilidad “anglosajona”.

El desarrollo de esta perspectiva política depende en buena medida de la garantía de un periodo continuado de paz social. La trayectoria del movimiento sindical permitirá garantizar este periodo, pero en los últimos años hemos asistido a un cierto renacer de los conflictos en forma de huelgas, manifestaciones y hasta ocupaciones, especialmente con ocasión de los procesos de deslocalización que están afectando a la practica totalidad de los sectores productivos.

El fortalecimiento y la ampliación de esta tendencia a la recuperación del protagonismo sindical en la gestión de las relaciones laborales, es una conclusión muy favorable para la extensión del movimiento anticapitalista. Mas aun que el anticapitalismo pueda desempeñar un papel más influyente en la escena social y política, dependerá en una medida muy importante de la recuperación de las pautas políticas y culturales tradicionalmente asociadas con el movimiento obrero.

La Huelga del 20-J, fue ilustrativa del salto en la conciencia, la imaginación y la capacidad de organización que puede favorecer un acontecimiento de alcance de una Huelga General. La lucha por la defensa del sistema publico de pensiones, contra los riesgos de intensificar la contrarreforma laboral o la negociación colectiva, producen, todos ellos, ocasiones de confrontar con las políticas capitalistas de destrucción de los derechos sociales y laborales y de dominación absoluta del conjunto de la vida social. Ocasiones de poner de relieve la incapacidad de estas políticas para estabilizar las condiciones básicas de bienestar social en las sociedades contemporáneas, su tendencia insoslayable a inclinarse hacia las practicas represivas y negadoras de derechos, su condición de incubadoras permanente del caos, la barbarie, el fascismo.

Sin una recuperación del protagonismo del movimiento obrero, siquiera sea en su modalidad mas “reformista” y si el tema de la guerra entra en una vía de arreglo en las instituciones de la ONU, resultará complicada la posibilidad de articulación y consolidación de un bloque social anticapitalista. Las situaciones de crisis en la que todavía nos encontramos, el ciclo de la guerra inaugurado el 11-S 2001 constituye sin duda uno de los momentos críticos más graves en la historia del sistema capitalista.

Es esta una situación que ha puesto al descubierto una buena parte de las incapacidades inherentes al sistema para asegurar un orden de convivencia basado en la paz, la justicia y la libertad. Todos los elementos o sujetos componentes del sistema de derecha a izquierda, han sido plenamente conscientes de esta situación. Al punto que todos han incorporado concluyendo los que la rechazaban con vehemencia, la tesis de “choque de guerra de civilizaciones”, siendo así que la “segunda”, la “islámica” se asienta sobre aquella parte del planeta que guarda el recurso todavía indispensable para la continuidad del sistema capitalista, los combustibles fósiles.

Es este una constatación fuerte que no podemos dejar de hacer si queremos convertirnos en la aparente confusión resultante de la conmoción del 14M en nuestro país y de algunos otros eventos que pudieran sobrevenir de las próximas elecciones USA es el más significativo.

Interesa, obviamente, fijar nuestra atención en el comportamiento de las fuerzas políticas de la izquierda que extraen su apoyo electoral y social y de aquellos sectores sociales potencialmente integrantes de un bloque anticapitalista. Y el resultado de la observación no por sumario tiene porque ser desacertado. La impresión que se obtiene, tras oír la intervención de sus representantes en el debate de investidura, permite extraer dos grandes conclusiones.

Que estamos en presencia de un fenómeno de terrorismo global ante el que las políticas del actual gobierno imperial se han revelado contraproducentes, lo cual exige una alternativa de gobierno basado en la ONU y el Derecho Internacional, sin renunciar a modalidades diversas de intervenciones garantes de la continuidad del suministro de los recursos estratégicos para el sistema.

Que en la esfera más doméstica, incluyendo la UE, pueda ser articulada alguna modalidad o reedición del pacto social que suceda a los treinta onminosos de hegemonía neoliberal. Y que los momentos constitucionales que se avecinan podrían ser una ocasión histórica para darle forma a ese nuevo contrato social.

Es verdad que un debate parlamentario no es el medio idóneo para abordar un análisis más en profundidad sobre la situación mundial y las tendencias de futuro. Pero loas críticas circunstancias que han dado lugar a este cambio político parece hubieran merecido una mirada de más largo alcance que lo que hemos contemplado.

Nadie en la escena política actual de izquierda se plantea la hipótesis de una perspectiva post-capitalista. NADIE. Porque si hubiera alguien que lo hiciera estaría obligado a reflexionar en profundidad sobre el alcance ese reto civilizatorio que plantea el Islam al sistema capitalista. Y cuando digo el Islam, para prevenir interpretaciones veladas, aludo al movimiento social, histórico que bajo sus banderas, comporta con la policía imperial, con los ejércitos invasores en Iraq pero también en Palestina, Afganistán o Chechenia.

No es posible en nuestra época plantearse una hipótesis post-capitalista sin tomar en consideración la inmensa rebelión social que se está fraguando, que se viene fraguando en los pueblos de Oriente. Una rebelión sustentada en buena medida desde referentes identitarios profundamente reaccionarios que, sin embargo, han copado progresivamente el imaginario antagonista popular, ante la incapacidad de la izquierda tradicional para dar respuestas satisfactorias a las condiciones de empobrecimiento y violencia extrema a que se ven sometidos amplios segmentos de la población.

Así pues la izquierda política ni el PSOE por supuesto ni IU-IC ni las izquierdas nacionalistas, ERC, CHA, BNG, contemplan entre sus tareas políticas la de contribuir a configurar un bloque social anticapitalista. Nos encontramos más bien con dos tipos de formulaciones estratégicas :

. La “socialdemocráta-social-liberal”, representado por la presencia de Solbes, paladín de la estabilidad presupuestaria, en el gobierno de Zapatero y por la sombra de Solana y su iniciativa europea de Defensa que supondría culminar el proyecto de construcción de Europa para compartir y ejercer las funciones de gobernanza mundial junto a USA y Japón. Lo que en lo interno implica leves correcciones a las políticas económicas de los gobiernos del PP orientadas a mejorar el grado de legitimidad de funcionamiento del sistema de un lado y de otro, acuerdos con lo más razonable de los nacionalismos superando la crispación aznarista, oponer reformas controladas de los Estatutos que concreten la idea de la España plural.

. La de la “izquierda plural” que compartiendo el proyecto constitucional de construcción de Europa, la percibe como una posibilidad o alternativa al “hegemonismo USA” y lo concreta con la defensa y potenciación del modelo social europea y lo enriquece con la aportación ecologista ejemplificado en la diferencia de posición en temas como el protocolo de Kyoto, el Convenio de Biodiversidad, etc., y que en España tendría, como tema estrella, la revisión del PHN.
Las izquierdas nacionalistas por su parte parecen orientadas a construir “bloques históricos nacionales”; proyectos de hegemonía que den base sólida y duradera a sus proyectos de autogobierno. Por su propia génesis suelen llevar incorporado la “impronta ecológica” por lo que en sus ámbitos territoriales, el concepto de izquierda plural bascula más hacia la componente nacionalista. El gobierno Maragall en Catalunya es prueba elocuente al respecto.

En relación con el resto del Estado nos parece que ninguno de estos partidos se plantee perspectiva confederal alguna que incluya representación de la izquierda no nacionalista.

Ni una sola de las formaciones del espectro que se ha relacionado, se ha pronunciado sobre el proyecto de Constitución para Europa elaborado por la Comisión presidida por Giscard D’Estaing (salvo obviamente quien ha participado en su redacción como el PSOE) lo que parece del todo punto elocuente. Este proyecto constitucionaliza una determinada forma histórica capitalista, caracterizado por una determinada relación de fuerzas entre el capital y el trabajo, por una determinada composición técnico y política de la fuerza de trabajo, consagradas ambas en las instituciones del UE y los Estados miembros tanto como en la propia evolución de los partidos políticos y su relación con las sociedades civiles.

Una hipótesis anticapitalista o no capitalista está obligado a posicionarse sobre esta constitución. Porque esta constitución consagra la dominación de la forma capital sobre el conjunto de la vida social en un ámbito superior al conocido hasta ahora territorial y social y políticamente. En modo alguno puede ser equiparada a las constituciones post ‘45 en lo que concierne a la relación social de fuerzas las subyace. El capital europeo necesita ahora constitucionalizar esa relación de fuerzas, cuando su desequilibrio le permite aportar una perspectiva favorable a medio plazo de beneficios continuados, antes de que la crisis pudiera reducir su grado de ventaja.

Al bloque social dominado, por el contrario, le interesa prolongar la situación de crisis, no cerrada prematuramente, aún cuando los costes de la misma recaerán sobre sus componentes, esperar a que maduren las condiciones de recuperación de la actividad de los movimientos antagonistas y, muy en primer lugar, de un nuevo movimiento obrero que cuestione los términos de la actual relación de fuerzas, que saque fuerzas de las condiciones de fragmentación y segmentación interna frente a la ofensiva capitalista durante los últimos treinta años.

Por eso es difícil comprender la indiferencia de la izquierda hacia el proyecto constitucional. Intentaremos no simplificar definiendo las “verdaderas posiciones anticapitalistas” en torno al rechazo de este proyecto. Pero es difícil olvidar su trascendencia, incluso si, como algunos sostienen, se tratase de una acto meramente litúrgico que viene a consagrar un proceso histórico de constitucionalización capitalista (“proceso de derrotas”) que arranca de los Tratados fundacionales y tiene sus hitos sobresalientes en los Tratados de Maastricht y de Ámsterdam
Se oye estos días con frecuencia que hemos terminado un ciclo.

Personalmente lo dudo si se alude al ciclo de guerra iniciado por la administración Bush tras el 11-S. Se han apuntado mas arriba razones que hablarían de la continuación del ciclo bajo otras formas estaríamos entonces en otra fase del mismo ciclo de guerra con otras características, otros agentes, otro discurso legitimatorio.

Fase o ciclo, la importancia sería esclarecer cómo se produce el cambio, quién lo dirige y en qué dirección. Sin pretender agotar tan ambicioso análisis se aportan algunas pistas que pueden ayudarnos en esta tarea.

El vuelco electoral del 14-M con todas las matizaciones que cabe hacer, significa que la mayoría del electorado ha encargado al PSOE que “arregle” el problema que más le preocupa, la seguridad y la paz. O dicho de otra manera que saque a España de la amenaza del terror y de la guerra a los que considera estrechamente ligados. Es un encargo y un voto de confianza para que el nuevo gobierno gestione las formas mas adecuadas y en el tiempo preciso para salir del atolladero en que se encuentra la sociedad española por la política del PP. el sentido común ciudadano estará dispuesto a comprender, con las adecuadas explicaciones gubernamentales y del grupo PRISA, los obstáculos que eventualmente podrían dificultar el exacto cumplimiento del compromiso electoral de retorno de las tropas destacadas en IRAQ.

A partir de ahora, el terreno de solución se desplaza a otros ámbitos mas institucionales, con la consecuente pérdida de protagonismo de la calle y de las expresiones directas de ciudadanía.

Nos aproximamos al momento de ratificación del proyecto constitucional europeo y, como hemos visto, sin rastro de posición alguna por parte de la izquierda institucionalizada. La culminación de este proceso se ha repetido hasta la saciedad, opera un efecto de cierre sobre las posibilidades o alternativas societarias a partir de una definición explícita del capitalismo como sustrato social y económico sobre el que se descansa la constitución y cuyas reglas fundamentales consagra.

Haríamos mal en desdeñar esta definición como formalismo jurídico políticamente irrelevante. El proyecto es extremadamente preciso en la previsión y dotación de instrumentos de todo tipo (desde luego también militares) para actuar en contra de quienes atentaran contra los fundamentos del modelo societario y en defensa de cualquier Estado que invocara esta potencial amenaza. No digamos en lo que concierne a los derechos de autodeterminación de pueblos y naciones.

Consagrada la construcción de la fortaleza Europa, su gobierno puede actuar sin ningún complejo con una sola voz en los frentes militar y de las relaciones exteriores. Javier Solana ha defendido con toda claridad los compromisos que la UE está obligada a asumir en relación con los problemas del terrorismo y la seguridad mundial.

No es difícil suponer cómo podrían sentirse los efectos de estas nuevas posibilidades de actuación. Cualquier hipótesis antagonista podría ser rotulada de peligro terrorista e invocar contra ella los instrumentos de intervención militar que se constitucionalizan. Junto a muchos otras cosas el proyecto el proyecto de constitución pretende desterrar la posibilidad misma de imaginar tales hipótesis antagonistas.

Señalábamos más arriba las dificultades de articulación de un bloque anticapitalista en las nuevas condiciones posteriores al 14 de marzo , sumadas a la no recuperación de alguna modalidad de protagonismo del movimiento obrero.

El movimiento sindical en nuestros días en España y en la UE configura sus posiciones sobre dos ejes fundamentales: la defensa de los derechos sociales frente al vendaval mercantilizador de la ofensiva neoliberal y el diálogo y la concertación social como instrumento de actualización permanente del pacto social con el capital. Y ambos consagrados en una cerrada defensa de los Estados y sus ordenamientos jurídicos. En el ámbito de la UE esas posiciones se transfieren a la CES y que puede competir ventajosamente con este en el conflicto por la gobernanza mundial.

No aparece fácil, en principio, la contribución de este movimiento sindical a la configuración o construcción del bloque social anticapitalista. Resultan imprescindibles, por tanto, orientaciones nuevas para el movimiento sindical en España y en el conjunto de la UE. Orientaciones nuevas sobre los mismos problemas que son, en esencia, los relacionados con la defensa de las conquistas sociales y de las instituciones en que se consagran. Sin el mantenimiento de las mismas, sólo se puede esperar una pérdida brutal de la capacidad contractual (colectiva individual) de los trabajadores, un debilitamiento del movimiento sindical, un estímulo a las tendencias más agresivas del capitalismo en Europa. Cualquier escenario u horizonte de superación del capitalismo tiene en tales instituciones (sistema público de protección social, derechos de negociación colectiva y sindicales amplios, etc.) una base o fundamentos indispensables.

El riesgo distintivo de esta orientación es el acento que pone en la movilización de los trabajadores y los ciudadanos. La experiencia de estos últimos años avalando cumplidamente esta opción. Han sido las grandes luchas las que han paralizado las contrarreformas en Italia, Francia y España en materia de despidos, de pensiones o de subsidio de desempleo.

Para cumplir esta tarea el movimiento sindical deberá emprender un serio proceso de democratización de sus estructuras internas y sus procesos de decisiones. No puede ser que la participación en la huelga general contra la guerra, sentida de forma mayoritaria por la afiliación de CCOO, no haya sido posible por la imposición autoritaria de la minoría que la dirige.

La decisión de Agustín Moreno de presentarse como candidato a la Secretaría General de CCOO con un programa en el que la profundización democrática es un rasgo de identidad, debe ser saludada como una esperanza en el camino deseado

El movimiento sindical deberá seguir contestando la actual ola de deslocalizaciones. Para ser eficaz deberá avanzar en su nivel de organización internacional y en el ámbito europeo, en particular. La creación de instancias de coordinación sindical en empresas transnacionales (ETN) así como la potenciación de comités transnacionales de empresa es un paso indispensable en esta tarea. El movimiento sindical debe prepararse para confrontar con las ETN en el ámbito global mediante estrategias planificadas y sostenidas que modifiquen todos los recursos a su alcance.

Movimiento sindical no es equivalente a movimiento obrero en su conjunto. Las nuevas dimensiones del trabajo social (cognitivas, relacionales, lingüísticas), la “puesta a trabajar de la vida” como característica esencial del posfordismo, potencia múltiples expresiones de subjetividad antagonista. Cuando el capital perpetra una permanente operación de expropiación de los contenidos relacionales de la cooperación social, el trabajador social que los crea sólo puede dirigir su acción contra la lógica misma del capital que ha puesto la vida a trabajar.

Un nuevo movimiento obrero se desarrolla en paralelo a las expresiones y actuaciones convencionales del movimiento sindical. Es otro su perfil, son otras sus formas de expresión, es otra su forma misma de constituirse. Pero su contribución es imprescindible en la articulación del bloque anticapitalista.

Hemos vivido experiencias muy ricas, con niveles muy alto de movilización contra la guerra en los últimos años. La impresión entre los que hemos participado en las mismas, es que no han dejado raíces y que se han evaporado en un vago ciudadanismo concluido en las elecciones del 14 M y en el relevo del PP. Son cada vez más frecuentes los análisis desde dentro del movimiento de movimientos, que reclaman la vinculación con ese otro movimiento obrero de formas difusas de expresión.

No será fácil operar esa vinculación. La ausencia de formalización, de definición de proyecto alguno por ese otro movimiento obrero, su ausencia de identidad y las enormes diferencias de lenguaje harán muy difícil esta tarea. Serán de gran ayuda la misma posibles “momentos de descentralización política como el que puede suponer, en un momento determinado, una lista electoral en torno a propuestas anticapitalistas. Las próximas elecciones de junio al Parlamento Europeo podría ser la ocasión de experimentar esta opción.

Juan Girtz. Madrid.

Colaboración. El Inconformista Digital.-
Incorporación – Redacción. Barcelona, 27 Abril 2004.