Televisión y prostitución – por Emilio Sales Almazán

Recorro la programación televisiva, de esto hace unos días, y con el mando a distancia ejercito ese deporte que se ha puesto de moda y tiene una palabra harto curiosa: zapping.

En pantalla dos “señoras” que se gritan desaforadamente, pero lo curioso del espectáculo es que al otro lado del plató otras damas, que parecen pertenecer al elenco de la cadena o que son periodistas, también discuten entre sí. La representación es tal que me animo a ver que es lo que tanto desaforamiento provoca.

Una de las personas reivindica su condición de prostituta, eso si de “lujo”, ante la otra que defiende la honra, pero no de ella, sino de su hermana. Esta última es el familiar de una conocida mentecata aparecida del bodrio televisivo llamado Gran Hermano, y que entre otras cosas reivindica su amistad con amplios sectores del PP vallisoletano. Personaje que inundó las vallas publicitarias en la última campaña electoral anunciando, en la ciudad donde resido, con una actuación en un club. No sabíamos si era una nueva formación política o un reclamo de la modernidad derechista.

Parece que según la primera citada habían sido correligionarias de “movidas” sexuales en chalets de lujo, a lo que la segunda, por interposición, niega en redondo. No sé si la justicia está tan mal como para que tanto la aludida, como su hermana, hagan confesión de que ambas tienen en proyecto seguir la carrera jurídica, una como abogada y otra como juez, pero si es así miedo me da caer en un juzgado y tener que ser atendido por ellas.

Amenazan con desvelar supuestas “personalidades” que han estado en esos saraos, pero callan nombres y cargos, aduciendo la privacidad o el posible chantaje que esto pueda suponer, por no decir esa seguridad que les puede dar su silencio.

Pero el tema que más me preocupa es como una cuestión tan importante y delicada se prostituye, y nunca mejor dicho, a través de la bazofia televisiva.

Hace algún tiempo, no mucho, se puso en solfa y de moda que algunas ¿famosas? se pusieran en primera plana, creo que tras un buen caché, para denunciar que eran o habían sido agredidas por sus parejas. Parecía un maratón a ver quién era la que más había sufrido los malos tratos conyugales. Un terrorismo como la violencia de genero que lleva a la tumba a una gran cantidad de mujeres, se frivoliza de tal manera que debía ser puesto en manos de la justicia de oficio y averiguar si estas damas dicen la verdad, y si es así detener de manera inmediata a sus parejas, o de lo contrario a ellas.

Ahora es moda la ramería, esa que se gestiona en alto standing, por que la otra, la de barrio o callejuela, se persigue con medidas cara a la galería (véase el caso de Madrid, que merece un artículo a parte), y que sólo conlleva la finalidad de lavar imagen o conciencias. A raíz de un libro de Antonio Salas, “El año que trafiqué con mujeres”, salen una serie de personajes que reivindican su labor, pero de manera artística, para salir en programas de cotilleo, y con la consiguiente remuneración (¿no es otra forma de prostitución?). Pero en el colmo de la desfachatez utilizan a sus supuestas compañeras de trabajo para descalificarse. Era de vergüenza oír como una descalificaba a la otra con frases referidas a su aspecto de prostituta de “la Casa de Campo”.

En una conversación en el centro escolar donde trabajo, un profesor hacía alusión a como había un alumno que formaba chanza al respecto. Jóvenes que no ven más allá del morbo que la deformación televisiva induce en sus mentes. Muchachos a los que hay que enseñar e informar que muchas de esas jovencitas africanas llegan engañadas, compradas, en manos de mafias que abusan de la miseria que en sus lugares de origen existe, miseria, hambre, pobreza, que en gran parte es culpa de este primer mundo insolidario, explotador y homicida.

Sin embargo en estos programas “formativos” se vende el espectáculo de la deformación de la realidad, del todo vale por unos euros y sus respectivos minutos de “fama”.

El director y guionista de cine, Fernando León de Aranoa, escribía un artículo titulado “Las mujeres invisibles” donde daba su cumplida visión de esa falsedad que rodea a nuestra sociedad. En homenaje a estas mujeres explotadas y sobre todo a esas vilipendiadas habitantes de la Casa de Campo de Madrid, transcribo sus últimas líneas “…Sin embargo, cada noche, en la Casa de Campo, sale vaho de sus bocas cuando ríen, reunidas en torno a la hoguera cómplice de su conversación. Si escucharais con atención las oiríais hablar con una ternura desacostumbrada de sus novios, de sus hijos, de lo que la vida tiene aún reservada para ellas… Mientras, a su espalda, el horizonte soberbio de la ciudad, con sus torres de cristal, duerme tranquilo, ajeno a todo, también a su propia fragilidad. Pero allí arriba, arriba, está la vida, hablando en muchas lenguas distintas el idioma común de la esperanza. Son las mujeres invisibles. No las podréis ver pero son, tal vez, lo único real”.

Añado, no las queremos ver, no interesa.

Emilio Sales Almazán. Talavera.
Colaborador, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Abril 2004.