Periodismo transgresor – por Rafael Pérez Ortolá

Apelando al diccionario de la RAE, los trangresores quebrantan algún precepto, ley o estatuto. Por el contrario, aquellos que siguen fielmente las normas establecidas serán los cumplidores. Esta va a constituirse en una disyuntiva crucial.

Los cumplidores sin desviaciones, de tan exactos, pueden convertirse en repetidores anquilosados de unas estructuras inmovilistas. También los transgresores pueden desbarrar al promover una anarquía enajenada, sin limitaciones. Estos comportamientos no son exclusivos de una profesión o unas gentes determinadas, son aplicables a todas las actividades humanas.

La enorme influencia de los medios de comunicación convierte en perentoria la ubicación de cada periodista acerca de la disyuntiva referida. Su efecto y repercusión serán bien distintos en un caso u otro. Los más costumbristas se limitan a un seguidismo de los estamentos preestablecidos. Por decirlo de una manera suave, no alteran demasiado los planes adoptados clásicamente o los implantados por los grandes prebostes. En la esquina contraria incordiarán los rompedores, con tendencias cataclísmicas que llevarán a cabo con la agresividad informativa que les caracteriza.

Aunque de forma ocasional puedan ofrecer rasgos como los mencionados, son los buscadores de esencias informativas quienes adquieren prestancias ante las mentiras o inmovilismos. Estos periodistas de lo esencial se sumergen en los diferentes campos con la sagacidad más intensa, capaz de ofrecernos el meollo de cada materia. Política, sociedad, educación, ciencias, naturaleza, cualquier materia se convierte en blanco de estos sabuesos de la verdadera información.

Las verdades grandes suelen tener muchos matices disimulados, muchos entresijos. De ahí que resulte presuntuosa la pretensión de una verdad absoluta. Ya me conformaría con la simple veracidad; es decir, ese mínimo de no tergiversar la verdad pequeña conocida. Las medias tintas, silencios o la introducción de cuñas manipuladoras, convierten a la veracidad en auténticos despropositos informativos.

No es por lo tanto un ente periodístico neutro, sino el periodista concreto quien desarrollará estas cuestiones. Aquí emerge como factor fundamental la elección de talante. Con ese tono elegido se va a enfrentar el informador a todas las búsquedas. Unos se apuntan a talantes amarillistas, otros adoptan actitudes doctrinarias. Existen los sectoriales o parcialistas, pretendiendo dar una verdad mutilada al esconder activamente otras cuestiones.

No hará falta insistir en la admiración derivada del hallazgo, el ¡descubrimiento! de aquellos periodistas en los que rezuma la rigurosa exigencia de una labor muy profesional.

No estoy hablando de perfecciones, sino de conformar el área de circulación por la que discurrirá su actividad. De cara a la transmisión de ideas, proyectos o estímulos, esos talantes definirán un fiálogo osmótico, en el que los participantes se vayan embebiendo. Todos dan y reciben. ¿De no ser así cómo van a ser tenidos en cuenta? Si se emplean lenguajes viperinos, únicamente les falta morder. ¿Quién les escuchará realmente? También son muy frecuentes el dogmatismo y ensimismamiento, por increíble que pueda parecer hablando de medios informativos. Serán los talantes solidarios, buscadores, veraces, siempre inconclusos y tenaces quienes propiciarán aquél diálogo.

Tampoco es cuestión de mayorías, el trazado será uno u otro al margen de cuántos actúen así. Es más, en todas las profesiones escasean estas esforzadas actitudes, porque la búsqueda nuclear de cada profesión supone una exigencia constante e intensa.

La vehemencia, los intereses o la pereza investigadora desvirtúan los buenos planteamientos. Por eso, tantas veces se lamenta una carencia de buenos transgresores, de esa gente capaz de saltarse las normas opresoras. No obstante, se requieren algunas condiciones, no se trata de suplantar aquello de lo que se informa, si van por ahí llegarán a ser otra cosa, políticos, empresarios, educadores; su labor está en esa rebeldía constituyente y con criterio.

Estas labores adquieren matices fronterizos y requieren tolerancia, para los demás y viceversa. Es la manera de que puedan comunicar sus contenidos, con talante libre, sea el que sea. Sin choques frontales que suelen terminar en nuevas intolerancias.

Esta transgresión que pudiéramos llamar controlada, es un buen vehículo para lograr una atmósfera trepidante, de un talante informativo, sugestivo, potente por sus cualidades e ilusionante. Entramos en un terreno utópico en todos los campos, pero quizá el único capaz de ensanchar horizontes. De lo contrario se entra en unos enquistamientos rencorosos a los que no veo salidas encomiables.

Esta mezcla de transgresión, esfuerzo profesional, tolerancia y buenas maneras no es mayoritaria. Y eso es una deplorable realidad.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 11 Abril 2004.