Los recientes bombardeos realizados por tanques y aviones F-16 de las fuerzas de ocupación estadounidenses y sus aliados sobre diversas poblaciones (como Faluya) y la brutal represión a las protestas de la población iraquí (tanto chiíes como suníes) ponen de manifiesto la persistencia de la ilegítima e ilegal guerra de agresión contra Iraq.
Mientras la población iraquí es asesinada y privada de su soberanía, las discusiones entre las elites de las potencias occidentales se limitan a la discrepancia sobre la gestión de la ocupación en torno al reparto del «pastel iraquí» unido a quién pone los medios militares (el dinero y los muertos) para mantener esa ocupación colonial. EEUU como promotor de la invasión de Iraq no quiere ceder su poder, pero frente a la resistencia iraquí desearía un respaldo económico, militar y diplomático internacional (con la ONU o/y la OTAN). Francia, Alemania y la España de Zapatero aceptan esa implicación en la ocupación iraquí de la ONU o/y la OTAN siempre que reciban importantes parcelas de poder en Iraq (entre las que destaca el control de la producción petrolífera).
Ningún gobierno piensa en el sufrimiento y destrucción que esa ocupación genera sobre la población iraquí ni los soldados aliados, junto a la posibilidad de multiplicarse atentados tipo 11-M. Ningún gobierno pone en cuestión la ocupación de Iraq, justificando el mantenimiento de la misma por medio del discurso de las intervenciones occidentales humanitario-democráticas: dicen que sin la presencia de las potencias occidentales en Iraq la población iraquí se mataría entre ella -creando los media unas enormes diferencias inexistentes entre los chiíes y suníes iraquíes (¿por qué no señalarán, en cambio, las importantes diferencias de clase existentes?)-. También presentan como «salida idílica» la celebración de unas elecciones generales bajo la ocupación. En realidad se trataría de una farsa electoral con el fin de dar una imagen democrática al nuevo gobierno iraquí, que no obstante tendría que aceptar la forzada presencia militar y empresarial de EEUU a través de 14 bases militares, el mantenimiento de la autoridad estadounidense sobre las fuerzas armadas iraquíes, su política de seguridad y económica, y el diseño por EEUU y sus aliados de su infraestructura esencial. Se trataría de unas elecciones celebradas tras un proceso constituyente hurtado al pueblo iraquí por parte de EEUU y las potencias ocupantes.
Por todo esto es hora de que la ciudadanía mundial reclame con fuerza el fin de la ocupación de Iraq, el regreso inmediato de las tropas invasoras y la soberanía y autodeterminación del pueblo iraquí. La única forma de hacer valer los derechos humanos en Iraq y contribuir a un mundo más pacífico, libre e igualitario.
Jesús Bartolomé Martín.
Alcorcón, Madrid.
Cartas de los lectores
Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Abril 2004.