Hace 28 años un 24 de marzo en Argentina – por Andrea Benites-Dumont

Hace 28 años un 24 de marzo en Argentina
Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la Vida
y porque no podemos, ni queremos
dejar que la canción se haga cenizas.
Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto, ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota. Mario Benedetti.

Hace 28 años el golpe de estado en Argentina, hace 28 años la barbarie. No hace demasiado decíamos que en tiempos históricos no afectaría en nada, aún cuando en un segundo o en 5 minutos puede cambiar la historia totalmente y empezar otra era. Y en estos años transitados, sin embargo hay cuestiones inalterables y otras que se han tornado irreconocibles. Los planes económicos impuestos entonces con balacera y muerte, son los mismos que se cobran la pobreza, el desempleo, la marginación, la muerte por enfermedades de la exclusión y la miseria. En el aspecto político, el terrorismo de estado ejercitado por los militares asesinos y amparado por políticos, jueces, fiscales, jerarquía eclesiástica, burócratas sindicales, periodistas… devinieron en la impunidad cómplice de los gobiernos constitucionales.

En el plano social, el boceto de entonces es el cuadro de hoy: la riqueza asegurada en los bolsillos de los ricos, la riqueza apropiada y pertrechada por las multinacionales, por los bancos, por la especulación financiera; riqueza que extiende la pobreza como marea incontenible y engulle a cada vez más sectores sociales. Se denunciaba entonces plan de dominio imperialista; hoy lo llaman globalización. Pero esto es parte de lo (todavía) inalterable.

Hace ya casi 30 años en Argentina, organizaciones populares, sociales, estudiantiles, vecinales, junto a las organizaciones revolucionarias, protagonizaban día a día un cambio social indispensable; conformándose en protagonistas de su presente construyendo el “adelante”, la concreción del futuro. Similares situaciones de lucha en toda Latinoamérica daban el sentir continental de identidad. Esto cada tanto renace y vuelve a ser inalterable.

Hace 28 años en Argentina, los militares discípulos de Hitler y Mussollini, criados en la Escuela de las Américas de los EEUU y siguiendo las indicaciones de sus jefes norteños, e igualmente que sus pares en otros países del «patio trasero», dieron el golpe de estado «para restablecer el orden, recuperar la patria, defender la familia, la disciplina y los valores cristianos».

Pero entonces y a pesar de otros tiempos dictatoriales transcurridos en Argentina, comenzaba en marzo del 76, el horror inolvidable.

Los estadistas del crimen construyeron un lenguaje de falsedades y mentiras con las que permanentemente y a través de los medios masivos de comunicación bombardeaban las conciencias. El periódico «Clarín», (siempre tan papista) inclusive se adelantó a la programación, y el día 25 de marzo de 1976, tituló su portada «Total normalidad. Las fuerzas armadas ejercen el gobierno«. Y la manipulación de la realidad, de las palabras… («somos derechos y humanos», «muerte en enfrentamiento», «no hay prisioneros políticos») calaron tan hondo en la conciencia colectiva, que ante los secuestros y desapariciones el «por algo será» con el que se justificaba a terribles delitos, obraba como protección y parecía que no salpicaría a quién pronunciara la frase encubridora.

¡Es tanto lo acaecido en todos estos años! Fogonazos de imágenes como de una película de terror se tratase, dejan algunas luces y profundizan las heridas. Las organizaciones sociales, políticas, vecinales, estudiantiles, revolucionarias… fueron arrasadas. El silencio, el temor, la desconfianza, el sálvese quién pueda, fueron los valores que impusieron a punta de metralla y en los que la mayoría de la sociedad se parapetó.

En tanto, la comunidad internacional reaccionaba, en apoyo a los militares quienes tenían iguales objetivos e intereses, pero también esta reedición de holocausto con acento latinoamericano, revivía en muchas poblaciones, historias no muy lejanas ni olvidadas. Esto si bien puede encuadrarse en ciclos históricos, el dolor y la solidaridad de los pueblos, son parte también de lo inalterable.

Ha cambiado un milenio, ha comenzado un siglo. La medición de ciertos tiempos no cambia, uno permanece suspendido: el tiempo de la injusticia. La impunidad que los gobiernos civiles regalaron a los genocidas fue la expresión de la complicidad, cuando no, identificación con los objetivos castrenses. Las leyes de impunidad ampararon a los criminales, y miles de torturadores, violadores, asesinos, se pavonearon en las calles «democráticas» de sus hazañas bélicas; en tanto en el juicio a las juntas, la teoría de los dos demonios*(1) condenó implícitamente a las víctimas, y los comandantes salieron en libertad -después de la parodia- gracias a los indultos.

A pesar de la ignominia de muchos, el espacio de lucha no sólo se mantuvo inquebrantable, también engendró nuevas dimensiones. En una plaza argentina, el desgarro se volvió pañuelo blanco, y éste se hizo coraza y enfrentó las botas, las cargas, los palos, la cárcel… y también enfrentó la hipocresía, la mentira y cobijó en pelea el fruto de sus entrañas.

Más de un cuarto de siglo. Hay muchos que recién despiertan. Precisemos, hay muchos que recién ahora han querido despertar, y se atropellan por salir en los medios periodísticos abanderando su reciente descubrimiento de los derechos humanos; pero han estado todo este tiempo pasado mirando para otro lado, permisivos con su silencio y con su indiferencia. Partidos que apoyaron el golpe, que sostuvieron con cargos políticos la dictadura, ahora quieren ser los justicieros. Esto es parte de lo irreconocible.

Por que de todo cuanto ha sucedido en este cuarto de siglo, lo más importante, lo más desgarradoramente determinante, son los 30.000 desaparecidos.

En aquel país austral hay un antes y un después. Todo cambió desde aquel 24 de marzo.

Los militares establecieron cientos de campos de concentración para aniquilar a todos cuantos se oponían a los planes exterminadores. Torturas, asesinatos, apropiación de niños, violaciones, leyes encubridoras, perdones espurios. Miles de represores y genocidas, asentados en la democracia. Esto es parte de lo insoportable.
En todos estos años transcurridos, los 30.000 desaparecidos son las 30.000 sobradas y legítimas razones para exigir la cárcel a todos y cada uno de los responsables, ejecutores y cómplices.

A pesar de las muertes que los militares les depararon, los 30.000 desaparecidos permanecen poblando el compromiso y la esperanza. 30.000 desaparecidos que siguen aferrados en la gente que protesta, que se enfrenta, que desafía a un sistema aberrante de injusticia y perversión. 30.000 desaparecidos que reaparecen en cada fisura social, en cada marea que los trae, en las Madres que los reclaman; en los H.I.J.O.S. que los nombran y los pelean. 30.000 desaparecidos que son parte indisoluble de todas y todos los que han seguido luchando sobrellevando sus ausencias. 30.000 desaparecidos que tomaron cuerpo y voz en otras latitudes en donde los reconocen como propios. Por ahí anduvieron en las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001, poblando las puebladas, por ahí estuvieron cortando rutas, recuperando fábricas, y nuevamente fusilados con Darío y Maxi y tantos otros…

Hace 28 años… hoy en Argentina parecería que se respira alguito mejor. Ayer los diarios hablaban de la entrega de las llaves de la ESMA y el descuelgue de unos óleos… hubo pañuelos blancos y voces emocionadas, pero en verdad se nos hace apenitas muy poco… queremos YA la derogación efectiva de las leyes de la impunidad, el enjuiciamiento de todos los ejecutores y cómplices… y seguimos queriendo mucho más: pretendemos recuperar con todos los rebeldes y hacedores de luchas la materialización de los sueños, los de la dignidad y de la libertad, los del anhelado socialismo.

Hace 28 años en un lugar del continente americano… 28 años recién cumplidos por Oscar el Pampa, Tito y Zheide , tres de mis compas que hicieron que la alegría y la generosidad fueran elementos indestructibles.

*(1) Argumento con el que se quiso equiparar el terrorismo de Estado con la lucha de las organizaciones revolucionarias

Andrea Benites-Dumont. Madrid.
(antigua militante PRT-ERP)
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 26 Marzo 2004.