Estamos asistiendo estos días a un conflicto en Haití que resulta difícilmente entendible, cuando un movimiento contrarrevolucionario de la extrema derecha apoyado por Estados Unidos y Francia se presenta como revolucionario, hablando de derechos humanos y de democracia.
Haití fue colonia francesa, siendo protagonista del único movimiento antiesclavista triunfante. Está a la cabeza de la independencia latinoamericana y es autora de un formidable desafío a las potencias que se repartieron el mundo en el siglo XIX. Fue la primera república de América, provocando una grave derrota a los ejércitos de Napoleón.
En 1915, Haití fue invadida por orden del presidente norteamericano Woodrow Wilson con los objetivos de recuperar el orden, cobrar las deudas del City Bank y enmendar un artículo constitucional que prohibía la venta de plantaciones a los extranjeros.
Esta ocupación acabó veinte años después con el mandato de Franklin Roosvelt que devuelve el poder a personajes que fueron expoliando a los haitianos hasta que en 1956, se instaura la dictadura de Francois Duvalier (Papa Doc) y posteriormente la de su hijo Jean Claude Duvalier (Baby Doc). Siendo unos sátrapas que rivalizaron en salvajismo a la dictadura del dominicano Leonidas Trujillos.
Tras la caída de Duvalier fue nombrado presidente, el cura salesiano Bertrand Aristide, que sufrió un golpe de estado en 1991 dirigido por el general Cedras, y que duró hasta 1994, con una nueva intervención norteamericana que restituye al presidente Aristide, permaneciendo sus tropas hasta 1999. Este gobierna estos años bajo la presión e imposición que le marcan el FMI y el BM, que significa unos sacrificios sociales impresionantes y que concluye con el rapto por las fuerzas norteamericanas, el 29 de febrero de este año, siendo el resultado de una operación de inteligencia elaborada desde hace un año por Estados Unidos, Canadá y Francia.
Las fuerzas sublevadas son dirigidas por Guy Philippe, antiguo miembro de las fuerzas armadas haitianas y que ha sido entrenado durante años por las fuerzas especiales de los Estados Unidos en Ecuador, junto con una docena de ex-oficiales también sublevados. Todos ellos denunciados reiteradamente por crímenes realizados durante la dictadura de los Duvalier y la del general Cedras.
Estados Unidos cuenta además de esta estructura militar con una trama civil alrededor de la llamada “Convergencia Democrática” dirigida por Andre Apaid, ciudadano norteamericano, de padres haitianos. Este es propietario de Alpha Industries, siendo una de las mayores fábricas de ensamblaje para la exportación, basada en una mano de obra barata y casi esclava. Sus trabajadores cobran 68 centavos de dólar al día, es decir, no cobran ni cien pesetas al día.
Mientras la CIA provee de apoyo logístico a los grupos paramilitares y a los escuadrones de la muerte, los grupos de la llamada Convergencia Democrática financian a los partidos políticos civiles y a las organizaciones no gubernamentales para instalar “la democracia de los Estados Unidos” en todo el área de Latinoamérica, que sufre una fuerte contestación por las políticas neoliberales que se les imponen. Un ejemplo son los fondos que esta sociedad está suministrando a las llamadas organizaciones civiles en Venezuela, con la finalidad de apoyar un golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez.
Haití cuenta con una población de unos ocho millones y medio de habitantes, mayoritariamente negros y con una emigración en Estados Unidos de otro millón más. El 80% de su población está sumida en la máxima pobreza. Más de un 75% de la población haitiana depende de la agricultura, produciendo tanto cultivos para el mercado interno como una serie de productos para la exportación. Siguiendo las indicaciones del BM y el FMI se produjo la eliminación de la barreras comerciales, abriendo sus mercados, lo cual provocó la inundación de productos norteamericanos apoyados en el dumping ( arroz, azúcar y trigo) provocando la destrucción de toda la economía campesina. Haití pasó de ser un exportador importante de arroz a ser el cuarto importador de este producto de los norteamericanos.
Los índices sociales están bajo mínimos y la mayoría de los haitianos deben vivir de las remesas enviadas por más de un millón de compatriotas emigrados a Estados Unidos o de la caridad internacional.
¿Cómo se explica la intervención norteamericana?
Desde mi punto de vista dos son los motivos que explican este conflicto, uno económico y otro militar.
Desde el punto de vista del dinero, vemos como la economía real haitiana está sumida en la bancarrota sabiamente dirigida por el BM y el FMI. Pero el traslado de narcóticos está en plena expansión. Según la DEA ( Agencia Antidrogas), Haití sigue siendo el país más importante en el transporte de drogas para toda la región del Caribe, canalizando inmensos embarques de cocaína de Colombia a Estados Unidos.
El 14% de la cocaína que entra en Estados Unidos pasa por Haití con un valor de miles de millones de dólares de ingresos para el crimen organizado y las instituciones financieras norteamericanas que lavan inmensas sumas de dinero sucio. El comercio mundial en drogas mueve cerca de 500.000 millones de dólares anuales.
Gran parte de ese comercio haitiano va directamente a Miami, pero Haití se constituye en un refugio para el reciclado legal del dinero sucio a través de sociedades y de inversiones en bienes muebles y otras actividades relacionadas con el blanqueo legal del dinero.
La liberalización del mercado de divisas extranjeras impuestas por el FMI a este país ha supuesto convertirlo en el lugar adecuado para el lavado del narcodólar en el sistema bancario haitiano. Los narcodólares junto con las remesas de los haitianos emigrados son depositados en el abundante sistema bancario local cambiándose en la moneda local.
El poder financiero de Wall Street juega un papel muy importante en el diseño de la política exterior norteamericana, teniendo fuertes intereses en la retención del negocio de transbordo de drogas en Haití, instalando una narcodemocracia de confianza en Puerto Príncipe, que proteja eficaz y legalmente las rutas del traslado de drogas.
Estados Unidos quiere un gobierno haitiano dócil que cuide las rutas de las drogas desde Colombia y que le redunden grandes beneficios económicos.
Desde el punto de vista militar, los norteamericanos quieren hacer de Haití una colonia suya con todas las apariencias de una democracia. El objetivo es imponer un régimen títere y establecer una presencia militar permanente en el país. La administración Bush busca, en última instancia, la militarización de la Cuenca del Caribe, siendo Haití su puerta.
Ubicada entre Cuba al noroeste y Venezuela al sur la militarización de la zona, no tiene solamente el propósito de presionar políticamente a Cuba y Venezuela, sino que está también destinada a proteger el negocio de la droga, con un movimiento de miles de millones de dólares, a través de Haití, que llega de los lugares de producción, Colombia, Perú y Bolivia.
La militarización de la Cuenca del Caribe es similar a la impuesta a la región andina con el llamado “Plan Colombia”, que constituye la base para la intervención del ejército en los pozos de petróleo y gas, así como las rutas de oleoductos y gasoductos, protegiendo al mismo tiempo el tráfico de drogas.
Podemos comprobar que una cosa es lo que nos informa la dócil prensa y otra la realidad que pasa en Haití y otros países, como vamos viendo por desgracia habitualmente.
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Marzo 2004.