¿Heridos por las imágenes? – por Rafael Pérez Ortolá

Ante los acontecimientos cotidianos no es infrecuente que nos sintamos sobrepasados. En unos sentidos o en otros, aunque el sentido del absurdo, la desfachatez y las barbaridades tiendan a prevalecer. Cómo tengamos conocimiento de un suceso, cómo lo asimilemos y cuál vaya a ser nuestra respuesta frente a esos hechos, van a constituir actitudes básicas para definirnos individualmente como sujetos y también como grupos sociales.

No hará falta insistir sobre la fuerza de la imagen en todas las informaciones circulantes, a todos los niveles y en todos los medios. Los tratadistas aportarán condicionamientos, reglas y cualidades aplicables a las técnicas con que se difundan. Todo un cúmulo de factores influyen en la imagen final.

Unas veces se tratará de documentos televisivos, otras en prensa, fotografías y, en general, puede servir cualquier panel. La expresión gráfica puede asentar en medios muy diferentes de información. Sacarán a relucir perspectivas novedosas o reiterativas, pero de la forma más visible o llamativa posible. Sus mensajes o significados propenden a la controversia. El autor, el observador, el contexto, todos aportan matices con notables diferencias.

En la línea del concepto de Barthes, la herida que nos provoca la imagen en cuestión, y sobre todo, la fotográfica; ese es el aspecto interesante a comentar. Su importancia radica en la influencia potencial de dicha herida sobre los sentimientos y las actuaciones de las personas.

No debemos desdeñar la idea del inconsciente óptico expresada por Walter Benjamín, si bien al tratarse de una entidad inaprensible, no alcanza o no sabemos cómo al núcleo racional de las decisiones personales.

Entre estas consideraciones, todos los medios nos ofrecen instantáneas muy diversas, desde ámbitos guerreros, políticos, hambre en el tercer mundo, pobreza, sucesos o cualquier evento llamativo. Y ante esa panorámica disponemos de algunas opciones reactivas, según el grado de implicación, consecuencias, intereses o carga ideológica que vayamos desarrollando.

Con la intención de precisarlas podemos identificar tres enfoques diferenciados a la hora de enfrentarnos a esas informaciones visuales a las que tanto nos referimos: 1. fotográfico, 2. erosivo y 3. proyectivo.

En el fotográfico, uno observa la figura o secuencias ofrecidas. Las referencias a personas, asuntos o problemas, llevarán cargas emocionales de diferente profundidad. En ocasiones su colorido es excepcional. También su calidad técnica suele aportar verdaderas maravillas. Mas sus derroteros giran alrededor de su transitoriedad. La foto o instantánea que apreciamos, desde ese preciso momento ya fue. Muy precozmente se consolida como un recuerdo y con esa inercia pasa paulatinamente a terrenos propios del olvido. Echamos ojeadas al álbum, lo hacemos incluso con fruición, pero el impacto queda limitado a esa observación. Además, uno observa la pantalla y las selecciones fotográficas con actitud de permanecer al margen de los hechos. Quedamos a distancia de esas informaciones. Impacto, olvido y distanciamiento planean sobre esta manera de captar las realidades circundantes.

Cuando detectemos el enfoque erosivo, aquellas noticias o visiones consiguen afectarnos más a fondo, llegan a lesionarnos de algún modo, si no plenamente físico, al menos psíquico o psicosomático. Con estas informaciones visuales nos planteamos actitudes estéticas y sensitivas. Iniciamos la valoración quedando en demasiadas ocasiones en un plano instintivo. De algún modo nos han provocado alguna alteración, esa lesión o erosión comentada. Aquí podemos hablar de profundidad o superficialidad de la lesión provocada.

En este apartado no se producen complicaciones severas; es más, no suelen pasar de trastornos superficiales. Para facilitar las cosas, son sustituidas pronto por nuevas imágenes, como lluvia incesante. Aparecen nuevas realidades, nuevos sucesos, importantes para distraer la atención de los afectados. ¡Ya olvidamos la primera lesión!

Se percibe una carencia importante, no habíamos llegado a conocer debidamente las características de la herida previa.

Finalmente se da el enfoque proyectivo. Bien por una herida más profunda, bien por una personalidad más receptiva, aquí se origina una respuesta. Se involucra el agente receptor de la información con lo sucedido. Desaparece la frivolidad. Uno se siente requerido para analizar la situación y participa en consecuencia ante perversidades, desarreglos o catástrofes. Esta contribución aboca hacia una disyuntiva importante porque aquí se mejoran o se empeoran las cosas.

Pese a los impedimentos, surgió la ilusión creativa de acercarse a los acontecimientos, de percibir el contexto social y su culminación llega con el proyecto para una actuación consecuente. Se involucró el personaje receptor con el entramado de la realidad social. Existen a su vez muchas circunstancias condicionantes. Incluso podremos hablar de una constitución genética decisiva para nuestra respuesta, de un tipo u otro, porque somos así. Es más cómodo atribuir las conductas a determinismos y no sacar a relucir la parte decisiva de una decisión personal.

Por lo tanto, podemos situarnos a gusto. Fotográficos, simplemente pasando las hojas de esa colección de fotos, entretenidos, pero sin agobios. Erosionados, por alguna imagen de mayor impacto; pero superficialmente, no vayan a creer que el desasosiego es excesivo. O pasar a ser creadores de nuestro proyecto, ejerciendo con nuestra presencia en la sociedad.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.

Este artículo fue publicado meses antes la revista Letralia.com, el autor integrante del periódico después de los atentados en Madrid ha encontrado acertada la publicación en esta casa.

Fotografías, corresponden a los atentados de Madrid del 11 de Marzo, distribuidas entre otros por la agencia AFP (Agence France Presse)

Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Marzo 2004.