Los movimientos migratorios se han producido a lo largo de toda la historia. Si analizamos la historia contemporánea, entre 1821 y 1924, unos 55 millones de europeos emigraron a distintos continentes, fundamentalmente a América.
Son los expulsados de la revolución capitalista que sacudió la mayor parte de Europa occidental y que encontró en la emigración una válvula de escape ante la miseria creada por la industrialización.
A mediados del siglo XIX, pero sobre todo a partir de 1880, italianos y españoles se sumaron al flujo migratorio. De 1880 a 1914, más de tres millones de españoles partieron a tierras americanas, fenómeno que en el caso de España, se vio potenciado por la derrota republicana en la guerra civil y por la pobreza del país en las décadas franquistas. Hoy hay dos millones de españoles residiendo en el extranjero, de ellos un millón trescientos mil de Latinoamérica.
Recordemos el poema que Antonio Machado dedicó a los emigrantes castellanos que iban a América:
“ Atónitos palurdos sin danzas ni canciones
Que aún van abandonando el mortecino hogar
Como tus largos ríos, Castilla hacia el mar “
Con el régimen de Franco, y fundamentalmente tras la crisis de 1959, se produjo una salida masiva de emigrantes españoles, más de tres millones hacia Europa (Francia, Alemania, Suiza…). Sus aportaciones en divisas al Estado están en el origen del llamado milagro económico español.
Latinoamérica lleva quinientos años recibiendo migración española, mientras que estos han tenido que esperar todo ese tiempo para emigrar a España.
Actualmente el Tercer Mundo está sufriendo el neoliberalismo que fue impulsado en la década de los ochenta por los Reagan, Thatcher… y que ha tenido un efecto devastador, acrecentado por la corrupción y el despilfarro, junto a una deuda externa colosal que ha empañado su futuro.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al menos diez millones de asiáticos emigraron a otros países en el año 2003. En los años ochenta eran solo dos millones. Como vemos es un movimiento continuamente en crecimiento. Solo la mitad de esa emigración es legal.
De los cincuenta países más pobres del mundo, 35 están en África, continente que tendrá en el 2050, 1.700 millones de habitantes, de ellos 120 en el Magreb. En África se juntan todas las desdichas, superpoblación, enfermedades, hambre, corrupción, guerras y desertización. La marea africana apenas está comenzando.
Actualmente se ha producido un fuerte crecimiento de la población inmigrante en España, duplicándose en los últimos cinco años y triplicado en una década. La tasa de inmigrantes ha pasado del 1,5% en 1999 al 3,7% al final del 2002. Este año, España fue el país de los cinco grandes de la Unión Europea que recibe más extranjeros.
Especialmente significativo es el fenómeno en Madrid y Barcelona donde ese porcentaje ya alcanza el 12,5%. Estos inmigrantes son jóvenes en su inmensa mayoría y están modificando la pirámide poblacional española rejuveneciéndola. Cada vez es mayor el peso de los inmigrantes provenientes de fuera de la Unión Europea, representando un porcentaje cercano al 70%.
Estos inmigrantes no se reparten de forma homogénea por el país. En el 2003, la presencia de extranjeros es muy importante en Baleares (7,22% de europeos), Canarias (5,48%), Cataluña (5,2%) y Murcia (4,42%). En el lado contrario, Cantabria (1,6%), Asturias (1,15%) y el País Vasco(1,01%).
Por sectores económicos, la agricultura y la construcción tienen un peso más elevado entre los extranjeros de lo que suponen en la media española, y sin embargo, en la industria es mucho menor. El peso de las mujeres en el total de los empleos extranjeros es significativamente mayor entre los no comunitarios (44,6%) que entre las españolas (37,4%).
Los inmigrantes han pasado de representar el 2,3% del total de afiliados a la Seguridad Social en 1999 al 5,14% a finales del 2002. Pero debemos resaltar que el comportamiento de estos no es homogéneo. Mientras el 81,5% de los latinoamericanos están dados de alta en la S.S., los africanos sólo el 59,2% y los asiáticos el 58,7%.
Los países europeos del Mediterráneo, entre ellos España, tienen una renta media de 22.047 dólares, frente a los 4.017 dólares de la zona del Magreb. Si a esa diferencia abismal de riqueza, le añadimos una evolución demográfica intensa, augura lo que ya está pasando en el estrecho de Gibraltar y lo que puede pasar en los próximos años. En los últimos veinte años, la Europa mediterránea ha crecido en 7,7 millones de habitantes, mientras que la zona sur, incluido el Magreb, ha crecido en 56 millones, lo que supone una extraordinaria presión demográfica.
Cada extranjero residente en España envía unos 322 euros mensuales de media a sus países. En el año 1999 supusieron ya 2.300 millones de euros. Estas remesas de divisas de los inmigrantes sirven para sustentar unas economías en ruina (esto ya sucedió en España en la década de los sesenta). Para El Salvador representan el 43% de sus divisas, el 35% de las de Nicaragua, el 21% de Ecuador.
El aumento de la esperanza de vida, actualmente en 77 años y en proceso de crecimiento, y la baja natalidad 1,15 hijos por familia, ha originado un envejecimiento poblacional muy importante. Este envejecimiento provoca que la tasa de dependencia entre jubilados y activos que pase de 5 activos a un jubilado en 1999; a un 3,3 a uno en el 2020, haciendo muy complicado el sistema de pensiones.
En el último informe demográfico de la ONU respecto a España es desolador, pues plantea un panorama que de los 41 millones de españoles en el 2000 pasaremos a 31 millones en el 2050, sino se produce el fenómeno inmigratorio. La media de edad será en ese año de 54,3 años y uno de cada ocho españoles tendrá más de ochenta años. Según este estudio, en este periodo de cincuenta años se necesitan doce millones de inmigrantes para que nuestro sistema económico sea operativo.
Los expertos del BBVA llegan a la misma conclusión que para mantener la tasa de dependencia jubilados-activos actuales se requiere un flujo migratorio medio de 300.000 personas año. Es decir, del año 2000 al 2010 necesitamos tres millones de inmigrantes.
En un informe elaborado por Rosa Aparicio, doctora en Sociología de la Universidad Pontificia de Comillas, saca la conclusión de que los inmigrantes den mucho más al país de lo que este les devuelve, considerando que los mismos son contribuyentes netos a la sociedad española.
Aquellos que consideran la inmigración como un problema social o de orden público, o los que se creen sometidos a una invasión de extranjeros, deben de saber que el crecimiento económico actual, sus pensiones, su futura asistencia sanitaria y hasta la propia educación de sus hijos está en manos de estos inmigrantes. Sin ellos el actual estado del bienestar resulta imposible, según se desprende del informe del BBVA, de la ONU y de muchos otros expertos especialistas en este tema.
La inmigración debe de estar bien regulada tanto desde el punto de vista humano, social, económico, etc. Evidentemente también traen problemas y no todo es positivo, por ello debemos luchar contra la xenofobia, el racismo que han sido tan frecuentes en la historia de España.
Debemos ver la inmigración como un fenómeno positivo y solicitar a nuestros políticos que lleven a cabo actuaciones que disminuyan los inconvenientes. En esto está nuestro futuro y el de millones de personas.
Edmundo Fayanás Escuer.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 25 Febrero 2004.