Puyazos. Un suicida palestino mata a 8 israelíes en vísperas del debate sobre el muro – por Pedro Prieto

El Mundo, 23 de Febrero de 2004. Internacional
Un suicida palestino mata a 8 israelíes en vísperas del debate sobre el muro

Lo he dicho una y lo diré mil veces. No toda la violencia es igual, aunque las víctimas inocentes suelen ser inocentes en todos los lados. He dicho mil veces que no es la misma violencia la que ejerce un carcelero sobre su preso, que la que pueda ejercer el preso sobre el carcelero. Y he dicho que es una ficción hablar de diálogo preso-carcelero. Esa es la gran mentira del llamado “proceso de paz” de Oriente Medio, entre palestinos e israelíes. El diálogo preso-carcelero, si existe, suele ser para que el carcelero dicte las normas de registro, cacheo y confinamiento en celdas de castigo a los revoltosos. O para pasarle droga y que se mantenga inyectado y amorfo en la celda.

En Palestina, lo que hay es una cadena de gigantescos campos de concentración. En el interior, hay ciudadanos que no tienen derechos, no pueden salir de los campos de concentración, si no se someten a vejatorios desnudos y para ir a realizar trabajo esclavo a las fábricas de Schindler israelíes. La asistencia a los hospitales de enfermos, parturientas o niños a las escuelas, queda al absoluto arbitrio de los carceleros y la mayoría de las veces, está vetado, si es que existe. No tienen documentos, que expiden solamente los carceleros. Muchas familias están dispersadas en diferentes campos de concentración, según el capricho de los carceleros. Las celdas cada vez se les hacen más pequeñas, porque alguien ha decidido que va a hacer muros en los campos de concentración, que les quitarán una importante cantidad de superficie a la que ya les han expoliado para hacer amplias mansiones para los cada vez más carceleros que se necesitan y para sus hijos. Las raciones menguan en los campos de concentración, porque la entrada de alimentos la deciden los carceleros.

Y en el exterior, hay unas personas que en su inmensa mayor parte no vivían allí hace apenas dos generaciones, que han despojado de una gran parte de las tierras a sus legítimos propietarios, los presos. Que gozan de todos los derechos, viajan adonde quieren, poseen documentos, tierras (cada vez más, a medida que los presos tienen cada vez menos) y una buena parte de su trabajo consiste en vigilar que los presos no se les salgan de los campos de concentración, si no es para producir en trabajo esclavo o semiesclavo en sus fábricas.

Es decir, unos están presos y otros los tienen apresados a los unos. Funciones muy diferentes. La diferencia es tan evidente como incontestable.

Los carceleros pueden disparar sobre cualquier preso confinado sospechoso a discreción, a voluntad, a voleo, etc. sin ninguna responsabilidad, ni civil, ni criminal. Pueden disparar bien desde el aire, bien desde sus garitas, bien desde tanques; desde donde quieran, como quieran y cuando quieran. Pueden dinamitar celdas, también a voluntad, pueden arrasar galerías enteras de prisioneros, para ampliar sus parcelas. Pueden arrancarle a los presos los pocos olivos que todavía les quedan en el patio de la prisión o los jilgueros que les cantaban en una jaula que había sobre la ventana de la celda. Les pueden privar del agua. Lo que quieran. Pueden hacer exactamente como el oficial de la película de “La lista de Schindler”, cuando hace prácticas de tiro sobre un indefenso prisionero judío: con alevosía, abuso de poder, inmunidad e impunidad. Deciden el blanco, disparan un misil o varios y todo lo que muera es responsabilidad del preso objetivo, no del carcelero asesino. Pero los presos no pueden acuchillar, ni clavar una jeringuilla infectada a los carceleros, porque toda violencia, según algunos, es mala e igualmente nefasta. Y además, está claro para estos mismos argumentadores, que la culpabilidad es del que clava la jeringuilla en un descuido al carcelero, no del que ha expoliado las tierras al preso para hacerse un país, con la Biblia y una Resolución de una ONU pervertida, como toda escritura de propiedad y después dejar al preso una parte, cada vez más exigua, para batir el récord mundial e histórico de campos de concentración, por número de personas hacinadas dentro (cinco millones simultáneamente), superficie y tiempo de confinamiento. En cuanto al número de personas desplazadas, ya alcanza también los cinco millones. Solo hacen falta las cámaras de gas, para terminar de batir todos los record de forma absoluta. Pero parece que el mecanismo aquí no es el gas primero y el jabón como producto final, sino directamente la vaporización por misilazo.

Y lo malo que tienen los israelíes es que cuanto más alta sea la valla, más al descubierto dejan esta evidente relación entre presos y carceleros. Los palestinos ya solo tienen las cadenas por romper.

Es sorprendente, pues, que cuando un ser humano, digamos un preso, tan absolutamente expoliado, humillado, vejado y violado; es decir, tan desesperado, se deja la vida en un autobús y mata, con su sacrificio personal a una fracción de personas inocentes de las que los carceleros ejecutan con tanta alevosía (la relación está entre tres y cuatro presos o familiares inocentes por cada carcelero o familiar inocente, lo que es todo un éxito para los presos, si se tiene en cuenta que son aviones, helicópteros, tanques, excavadoras blindadas, misiles, cohetes y dinamita a mansalva, contra piedras, algunas escasas balas y la poca dinamita que hayan podido meter de rondón en la cárcel), nos rasguemos las vestiduras y digamos que toda violencia es mala. Pues no, mire usted, todas las violencias son malas, si, pero unas son más malas que otras.

¿Por qué la TV, la radio y la prensa mundial no analiza este enfoque? ¿Tan desviado está de la realidad? ¿O es que vamos a terminar de concluir que existe un control mundial sionista de todos los grandes medios?

Pedro Prieto. Madrid.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Febrero 2004.