Proceso Mannesmann: Algo huele mal al sur de Dinamarca

El Jueves 22 de Enero de 2004 los cinco inculpados por el escándalo financiero que concierne la venta de la operadora de telefonía móvil germana Mannesmann comenzaron a declarar en el juzgado de la ciudad de Düsseldorf.

El caso se remonta a febrero del 2000, cuando el entonces presidente de Mannesmann, Klaus Esser, acepta la oferta de compra por parte del grupo británico Vodafone (en términos económicos via opa hostil) por un montante de unos 178 millones de euros. El acuerdo de venta se alcanzó después de dos meses de encendida batalla empresarial en los que las acciones de Mannesmann duplicaron su valor en bolsa. Al día siguiente de cerrarse la operación, los ejecutivos de Mannesmann fueron «recompensados» con primas por un valor total de 57 millones de euros (unos 9500 millones de las antiguas pesetas). Pero esa es sólo la punta del iceberg, pues esos pagos millonarios fueron concedidos bajo el visto bueno del Aufsichtsrat (consejo de vigilancia) de Mannesmann, del que entonces formaban parte, entre otros, el presidente del Deutsche Bank, Josef Ackermann, y el, por aquel entonces, líder del sindicato mayoritario industrial IG Metal, Klaus Zwickel.

Desde 1976 la legislación alemana obliga a todas las empresas con más de 2.000 empleados a tener un consejo de vigilancia de la compañía, integrado por representantes de los trabajadores y consejeros independientes. Oficialmente, los sindicatos alemanes siguen apoyando el sistema como garantía de buen gobierno empresarial. El caso Mannesmann, según esta teoría, simplemente sería fruto de un «error humano».

Las acusaciones de la fiscalía se centran en la Käuflichkeit (algo así como venalidad), en facilitar la venta de la compañía tras la promesa de cantidades ingentes de dinero en concepto de premios y jubilación anticipada, y por ende enriquecimiento ilegítimo. La polémica ha surgido tras el comportamiento y las declaraciones soberbias ante fiscalía y medios de comunicación de los principales acusados.

Klaus Esser, por ejemplo, recibió 15.9 millones de euros en concepto de Anerkennungsprämie (premios por reconocimiento). En términos ingleses se habla de Appreciation. Esser se defendió ante el fiscal declarándose absolutamente inocente de todos los cargos, como todos los demás, tachando las acusaciones del fiscal de infundadas y como üble Nachrede (vagas especulaciones). Esser no aprecia ninguna irregularidad a pesar de la alta cuantía de las retribuciones obtenidas, y las considera totalmente lógicas dentro de una economía de mercado en funcionamiento (quizás dicho esto en mal momento dada la alta tasa de paro y la crisis económica que atraviesa actualmente Alemania). Josef Ackermann fue mucho más allá, tras declarar que el dinero recibido corresponde a una Belohnung für besonderen Einsatz (recompensa por una tarea extraordinaria), leistungsorentiert entlohnt (retribución por prestación), y una Anerkenung für eine außergewohnliche Leistung (reconocimiento por una prestación extraordinaria). El ex-líder de IG Metal se escusó asegurando que para él únicamente primaban el futuro de la compañía y la seguridad de los puestos de trabajo.

Así que la polémica está servida entre quienes acusan de arrogancia a los cínicos Top-Managers del capitalismo alemán y los que, por ejemplo como el presidente de Siemens, Heinrich von Pierer, se justifican de la siguiente manera: «es kann nicht sein, dass Unternehmensentscheidungen (…) immer dadurch beeinträchtigt werden, dass das Damoklesschwert des Untreue-Tatbestands darüber schwebt» (algo así que podríamos traducir por: es inconcebible, que las decisiones empresariales se vean siempre sometidas a la sospecha, de manera que la espada de Damócles del hecho desleal penda sobre ellas). Sea cual sea el veredicto, este proceso ya ha levantado un importante revuelo dentro de la sociedad germana.

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David López Herráez-Von Kayoyen. Heidelberg, 30 Enero del 2004.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.