¿Nos falta un gen? – por Rafael Pérez Ortolá

No es necesario apoyar al cientifismo imperante. No sólo lo justifican todo, sino que desdeñan cualquier otra orientación del conocimiento. Esto siendo suaves en la apreciación porque alcanzan expresiones rayanas en el insulto cuando hablan de los creyentes en opciones subconscientes o no explicadas totalmente por la razón.

Los avances científicos abundan y cada despertar nos trae nuevos descubrimientos. Técnicas de lo más diversas nos ponen de manifiesto la PARADOJA del SER HUMANO. Desencadenantes de las más potentes estructuras y tan frágiles cuando nos viene un mal aire.

Uno de los conocimientos más en boga, por sus múltiples novedades, es el de la GENÉTICA. Ahora se descubren genes de todo tipo, abriendo mil posibilidades para soluciones terapéuticas, mejoras a nivel alimentario y no faltarán manipulaciones perversas.

Es bueno incrementar la tasa de conocimientos, pero eso no impide percibir al instante las limitaciones con que nos encontramos, esta es una constante fiel. Se descubre un gen de la obesidad y enseguida se aprecia que funciona de forma diferente en hombres o en mujeres, jóvenes o mayores, con el ejercicio físico o el de sillón, según el estado de ánimo de la persona y seguramente, depende también de otro buen número de variables. Se adelanta algo y a la vez se abren incógnitas. Los descubrimientos vuelven más intrincado el asunto con más frecuencia de la que quisiéramos.

Por lo tanto, bien está el espíritu investigador, insaciable búsqueda. Su campo de acción queda constreñido a lo concreto y quizá eso sea debido a la dificultad de calibrar lo más abstracto. Soslayar esos aspectos ambiguos no los elimina de la naturaleza humana, simplemente convierte a la ciencia en cuestión como una actividad parcial y recortada. No llegan a las realidades abstractas.

Ahora bien, echo de menos una ciencia en general y una genética en particular, menos engreídas y con un mayor grado de sinceridad al hablar de las limitaciones. Por lo menos, esa actitud contribuiría a situar en su justa ubicación al nivel de conocimientos adquiridos. La gente menos entendida no sufriríamos tantos deslumbramientos por falsos soles, aunque así la manipulación toparía con personas más asentadas y eso no conviene a muchos.
Ahí tiene su real sitio esa MODERNA GENÉTICA que mencionaba. Recalcando las incongruencias o utopías propias de los estudios científicos, como mínimo podemos soñar ¿debemos? con el atractivo de otras genéticas menos científicas y más irónicas quizá. Y todo bajando un poco del pedestal, con un gesto más sobrio, adoptando un talante de cercanía que nos permita comprendernos mejor, asimilar nuestras esencias, con arte y salero.

En las ciencias sociales se habla mucho de un ejemplo paradójico, se trata del gen EGOÍSTA, gran desconocido a nivel molecular y ubicuo en cuanto a expresión diaria. Tuvo un gran acierto quien lo denominó así, incluida la ironía del gen desconocido. Si lo tenemos todos por igual tampoco tiene tanta repercusión porque supondrá sin más un factor de igualdad. Ya provoca más irregularidades la presencia o no de otros genes.

Lástima que otros genes con capacidades muy útiles aparezcan muy de tarde en tarde. A ver si la moderna técnica de los genetistas consigue aumentar su incidencia. Si me lo permiten voy a romper una lanza, y las que hagan falta siempre que no sean de acero, a favor de una investigación más profunda en torno a esos escasos GENES POSITIVOS. Al estar poco presentes sólo les queda la pesadez del goteo continuo para producir algún efecto. ¿Cómo conseguir su aumento? En esa línea citaría algunos de ellos.

El del HUMOR. Para aflojarnos los tornillos de vez en cuando, sacar a flote esas paradojas incruentas que arrinconen a las bestias acosadoras de cada día. Para mí sería un gen pivoteador capaz de espolear a sus compañeros. ¡Ah! y que no me dejen manejarlo a mí, si es manipulable quizá le ponga dirección única hacia los demás.

No olvido el gen de PONERSE los ZAPATOS, sólo para poder colocarlos sin apreturas y así evitar que se nos agrie el espíritu para todo el día. A que resulta chocante observar como algunos profesionales, tertulianos o gentes diversas, no lo tienen muy bien. Basta mirar los gestos cotidianos en sus actividades, les aprietan demasiado los zapatos o vaya Vd. a saber qué.
Coloco en lugar especial al gen de las OREJAS LIMPIAS. No está mal el aseo, pero me refiero más bien a mantener permeables entendederas. Nos vendría requetebien oír y escuchar sin interferencias. Lo bueno para poder asimilarlo y detectar lo malo a tiempo.

El gen de la MODESTIA no se valora, pero así nos va. Todo el mundo se cree DIOS, para la guerra lo más santa posible, para conseguir votos todos son piadosos, manejar las ideas requiere gran capacidad de endiosamiento y, ¿para qué seguir?, poner una cortina cuando pase un hombre feo o lo que les dé la gana. ¡Caray! Que afición a interpretar lo divino y más que eso, imponerlo. ¡Son tantos los ejemplos! Por eso este gen me cae simpático.

No voy a seguir, de lo contrario el gen de la brevedad puede convertirse en imperiosa necesidad, pero me atrae esto de la genética moderna.

Otra cosa bien distinta supone hablar de las tendencias al uso en los centros de investigación. Unas veces por afán de notoriedad, otras por intereses económicos y, muchas otras, simplemente por hacer lo que les dé la gana. No se puede generalizar, a diario hay muchos ejemplos dignos de mención favorable. ¡Pero hay cada uno!

Y es muy importante que no se nos informe a base de titulares engañosos. No deben comunicarnos el hallazgo del gen FENOMENAL, sobre todo si eso aún no es notorio, aún suponiendo un avance, requerirá muchos experimentos futuros para conocer todos sus pormenores. El titular inicial queda en un alevoso engaño.

Si pudiera promovería esa genética, además de moderna, con sentido común y por supuesto científicamente que fuera intachable. Los buenos profesionales en ese campo quizá necesiten sentir, apreciar, ese pálpito de la gente del público deseosa del sentido común. Si los dejamos aislados se encontrarán inermes ante la avalancha de intereses poco defendibles.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Enero 2004.