Parte II – La transición
Los colosales talleres y las enormes fábricas, en las cuales se producían todos los componentes de la futura mercancía, eran los paradigmas de la productividad laboral eficiente. A la vez esto implicaba una enorme concentración obrera por taller. Y sus consiguientes concentraciones obreras generaban escenarios más propicios para que los trabajadores puedan articularse como un actor social activo. Bajo aquellas estructuras capitalistas, con la producción encarnada en fábricas enormes y grandes concentraciones industriales, es que se plantearon las formas de acción política que han simbolizado la identidad laboral y política de los trabajadores durante el siglo XX. La contradicción entre las fuerzas productivas, y su desarrollo, con las relaciones(técnicas y sociales) de producción sirvieron para soñar al comunismo.
“Marx era optimista en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas, por cuanto éstas no sólo chocarían con las relaciones sociales de producción capitalistas, sino que organizaban, cohesionaban y fortalecían al proletariado(….)” . *(1)
De esta manera es que el marxismo clásico le otorgó al obrero industrial de fábrica el papel de protagonista en la transformación social *(2), ellos eran el motor necesario para las emancipación. Luego la ortodoxia descansó la certidumbre sobre advenimiento del socialismo en aquella contradicción.*(3)
Las cosas sucedieron de distinta manera.
La visión de que ese desarrollo de las fuerzas productivas, con un lineal crecimiento meramente cuantitativo, fortalecería al proletario industrial está fuera de contexto; la fragmentación de las unidades de producción y la informatización le han quitado la hegemonía política y productiva a la clase obrera de fábrica.
La plusvalía ya no tiene espacios físicos de producción única y tampoco se produce exclusivamente en el interior de una fábrica. Se ha dividido espacialmente al trabajo como proceso colectivo con gran ayuda de la tecnología. No tiene importancia, para el capitalismo, que el proceso de producción y valorización se de en enormes talleres o en pequeños centros tecnológicos, lo importante es la valorización del valor-capital. Estos microcentros de producción específica y los mecanismos de contratos temporales se están imponiendo como las estrategias del capitalismo en todo el mundo. Pero no fue suficiente y posible dividir a la industria y crear aquellas microempresas altamente tecnologizadas sin consecuencias inmediatas. Todo este proceso reorganizativo implicó el cierre de muchas fábricas y los consecuentes despidos a niveles masivos.
Y es que en realidad no podemos pensar que todo este proceso de reorganización carezca de intencionalidades más allá de una producción eficiente. El capital ha ido reorganizado sus formas de producción orientando el proceso conscientemente. En los noventa se concluyó de delinear *(4)esta hábil reestructuración productiva como una coherente respuesta a la ofensiva obrera, la más grande reorganización de la producción en los últimos treinta años.*(5)
El fordismo, una cadena de producción semiautomática, fue el punto culminante de una etapa de desarrollo en las formas de producción capitalistas que llega hasta los setentas. Su crisis empezó a finales de la década del sesenta. Esta misma devenía de la imposibilidad de aquella forma social de controlar la movilidad e intensidad de los niveles productivos y soportar el peso de los movimientos sociales (no exclusivamente obreros) de su tiempo. En los sesentas las contundentes y continuas formas de manifestaciones ,obreras; estudiantiles; feministas y demás, ya taladraban las ganancias. Por eso el capitalismo se encontraba obligado a reestructurar e intensificar sus maneras de apropiación . Esta crisis, como las anteriores que ha sufrido el capitalismo, tomó la forma que el proletariado fue demarcando. La historia posee una lógica solo cuando la subjetividad la dirige y es aquella producción de subjetividad la que genera las crisis y que también ilumina las alternativas. El poder constituido tuvo que responder a estas subjetividades reestructurando e intensificando las formas de apropiación existentes. Esa fue una de las grandes habilidades de este nuevo proceso organizativo: las formas actuales del capital ahora se apropian no sólo de la producción mercantil sino también de la producción de rebeldía frente a las formas de poder existente.
La historia del capitalismo es la rutina de romper con todas las barreras que se opongan al fenómeno de valorización del capital; la permanente expansión y sometimiento de formas de vida no-capitalistas. El capitalismo no puede concebirse como sistema autárquico, ni siquiera es capaz de autoabastecerse. Bajo el capitalismo para que la plusvalía se realice y mantenga le es necesario alimentarse de los escenarios no-capitalistas y prepararlos para su transformación e inserción al mercado mundial. Marx explicó este proceso devorador de formas productivas a través de la “subsunción formal” del trabajo. El capital, convirtiendo la creación libre en trabajo forzado, se ha encargado de conquistar el planeta en casi todos sus rincones (¿todos?). Luego, Negri y Hardt hablaron de una segunda forma de subsunción más intensa y amplia; la “subsunción real” *(6). Y es solamente a través del riguroso e implacable carácter de estos procesos con los que podemos entender la apropiación de rebeldías en el capitalismo actual. La subsunción formal, clásica del capitalismo de fábrica, es incapaz de contener las subjetividades surgidas en su seno mismo. Por eso el fordismo ingresó en su crisis terminal, además de estar imposibilitado para administrar la superproducción ya era incapaz de contener a los movimientos surgidos en su contra. Frente a todo esto, otro proceso, ya no expansivo, más bien intensivo, surgió con las capacidades para disciplinar en un espectro más amplio a la sociedad beligerante. Las intensidades de la subsunción real han sobrepasado las fronteras de la vida laboral y las fábricas y han llegado a posesionarse de todas las esferas de la vida. Actualmente nuestras formas de vida son los verdaderos símbolos físicos del nuevo orden mundial capitalista. El capital va diseñando la sociedad a su gusto. Los artistas, los comunarios, los intelectuales, las mujeres, etc; todos están obligados a convertirse en asalariados y esa conversión en mercancía viva ahora tiene implicaciones más profundas.
Esta reestructuración laboral y, en general, todo el proceso de reorganización del capital desde la segunda mitad del siglo XX son procesos esenciales para comprender las esferas de poder actual. Las relaciones entre el trabajo y el capital se han revolucionado frente a la nueva organización. El capital ha encontrado distintas maneras de apropiación del trabajo y por eso sucumbieron las formas clásicas de resistencia y representación. Por esto, también, las posibilidades de emancipación social y las perspectivas de acción política de las clases subalternas se han visto trastocadas. Ya no podemos pensar en el obrero industrial como el solitario emancipador de la humanidad; esta concepción alimentada hasta el cansancio por el marxismo clásico y sustentada por su relación teórica con la Revolución industrial. “La vieja izquierda se imaginó que el desarrollo industrial preparaba racionalmente el advenimiento del socialismo, de tal manera que la concentración de la industria y la conciencia obrera evolucionaban y maduraban con el crecimiento de las máquinas y las líneas de montaje” *(7). La revolución de las fuerzas productivas implicó, entre otras, una revolución conceptual, la nueva forma predominante del proceso trabajo revolucionó las formas de construcción y concepción del movimiento social. Las pautas de confrontación social en los últimos dos siglos; los formatos clásicos de la representación y la política; el partido y el sindicato han roto sus funciones y capacidades. Las políticas de ajuste estructural han fracturado los procesos de desarrollo político que fueron comenzando a tomar relieve desde los sesentas.
*(1) Raul Prada, “El Manifiesto comunista en los confines del capitalismo tardío”, en Garcia, Gutierrez, Prada y Tapia, El fantasma insomne, Muela del Diablo, La Paz, 1999, p.52.
*(2) Luego la práctica demostró como los trabajadores no eran pensados como un sujeto de la transformación. El proletariado era usado como un objeto de legitimación del partido
*(3) Gramsci calificó a esa certidumbre como la “creencia de los tontos”.
*(4) Es cierto que todo este fenómeno de introducción de nuevas formas de organización y explotación empezó, tanto para los países desarrollados como para los subdesarrollados, en los setentas. Y en América Latina ,concretamente, se asentaron las bases reales y legales recién hasta los ochentas con ayuda de las primeras y débiles democracias (exceptuando al experimento inicial que fue Chile desde 1973 bajo la junta militar). En realidad el fenómeno trae tantas implicaciones que recién en los noventa, con nuevos aparatos productivos, estatales y privados, es que se concluye la delineación del nuevo orden mundial.
*(5) Alvaro García Linera, Reproletarización, Muela del Diablo, La Paz, 1999, p. 77.
*(6) Ver en Michael Hardt y Toni Negri, Imperio, la sección “La Subsunción Real y el Mercado Mundial”.
*(7) Ignacio Vila, Crisis de la democracia participativa y contrapoder, publicado en Rebelion.org el 9 de abril del 2003.
Boris Iván Miranda. La Paz, Bolivia.
Estudiante de Sociología en la universidad de la UMSA, La Paz.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Enero 2004.