Carta abierta al Sr. Año 2004 – por Vicente Boix Bornay

Estimado Sr:

He de suponer, que después de su nacimiento acontecido hace pocos días, se debe sentir muy ilusionado y esperanzado, por el largo y emocionante camino que ha de recorrer durante los próximos 366 días. No es mi intención, derrumbar esa fuerza y vigorosidad que debe estar brotando de su interior, ante los retos y responsabilidades que la historia le ha permitido cobijar.

Pero créame, quiero contarle una cosa que me apenó bastante. Y se la cuento, porque tiene que ver con usted y con el día en que vino a nuestro mundo. Créame de nuevo si le digo, que estas palabras están saliendo de lo más profundo de mi interior, lejos de tintes y connotaciones políticas e ideológicas que las pudieran deformar.

Todo sucedió el día de su nacimiento. Esa tarde me hallaba viendo las noticias de Televisión Española, en su canal internacional. Un conjunto de imágenes y sonidos festejando su venida, cerraban la edición de ese día. Pude distinguir los fuegos de artificio desde Atenas, millones de confetis en Times Square de Nueva York, la inocente y relajante siesta del primer niño nacido en España, y la típica algarabía de la Puerta del Sol madrileña.

Nada extraño. Nada anormal, hasta que aparecieron ellos. Me refiero a los soldados españoles acantonados en Irak. En Televisión Española, para todo el mundo. Engullendo las uvas al son de las campanadas. Muy alegres. Por decenas se podían contar. En un lugar cerrado y frío. Me imagino que altamente custodiado. De uniforme sonriendo en vivo. Ajenos al triste papel que les toca protagonizar. En la pared, la bandera nacional con la silueta de un toro bravo.

Esas imágenes contenidas en unos pocos segundos, fueron suficientes para levantarme y escribirle esta carta. Y lo hago porque quiero que sepa que yo también pasé su nacimiento, muy lejos de mi familia y amigos, pues me hallo trabajando en Nicaragua, en un proyecto de una ONG española.

Quiero que sepa que me indignó bastante, observar como Televisión Española recordaba y engrandecía a unos soldados armados, desplazados en un país humillado y destruido, mientras se olvidaba de cientos, posiblemente miles, de cooperantes y voluntarios que vivimos, compartimos, aprendemos y trabajamos PACÍFICAMENTE, en decenas de países del mundo.

Yo pasé esos momentos, compartiendo la alegría con una familia nicaragüense, en su propia casa. No en un improvisado cuartel militar. Pude comer los platos navideños típicos de este país. Observé en la calle, varios muñecos de trapos y cartones viejos, que la gente elabora para después quemar a las doce en punto, en clara alusión a su hermano menor, que se va para no volver.

Y fíjese en una cosa Sr. Año 2004. Yo pude ver esa curiosa celebración, porque yo si que puedo salir a la calle, sin miedo a que me estalle una bomba o a que alguien me tienda una emboscada. Y cuando salgo, lo hago a pie y desarmado. Con toda la tranquilidad del mundo, mientras saludo y hablo sin temor, con la gente maravillosa que por las calles me encuentro.

Otros por el contrario, permanecen inmutables, expectantes, escépticos y desconfiados. Pendientes de cualquier gesto extraño. De cualquier bulto sospechoso. No son bien recibidos, porque en lugar de vivir en un país, lo agitan y lo desahucian.

Recuerdo que esa noche, pude acostarme muy tranquilo y dormir profundamente. Otros lo hacen con los ojos abiertos, para poder detectar las bombas de ira, que un pueblo ocupado y enojado les lanza. Yo no impongo con las armas, un determinado modelo de vida. Yo me impregno y acabo sumergido en otro modelo de vida. Y le digo que es maravilloso.

La ONG en la cual trabajo, restauró hace poco una biblioteca y una casa de cultura. Construyó un preescolar y ahora está con un complejo polideportivo, que albergará hasta ocho disciplinas deportivas. Otros sin embargo, se encargan de destruir y arrasar. En nombre de una democracia que nadie entiende.

Le dirán que nuestros soldados realizan labores humanitarias. Que los que disparan son otros. Bla-Bla-Bla-Bla. No se deje engañar. Al fin y al cabo, el flautista y el trompetista hijos de la misma orquesta son.

Creo que la manipulación fue vergonzosa. El show irritante. Me vienen a la cabeza, todos los compatriotas que por el motivo que sea, pasaron ese día fuera de sus hogares. Incluidos van, los hermanos y hermanas médicos, bomberos, enfermeros, transportistas, camareros, cocineros, periodistas, taxistas, etc… que ese día trabajaron hasta altas horas de la madrugada. También pienso en los millones de personas, que nos tomamos las calles del mundo entero, las semanas previas a la invasión de Irak. Porque esos que salían por televisión, jamás debieron estar allí. Y por último, déjeme que piense en esos niños empobrecidos, huérfanos, hambrientos, mutilados y tristes, que viven fuera de los cuarteles repletos de champagne, uvas e hipocresía.

Prepárese Sr. Año 2004, pues viene a un mundo donde se reconoce al que dispara y oprime. Al que destruye. Al más bravo. Al más toro.

Le animo a que sea diferente a sus hermanos. No deje que su nombre, acompañe acontecimientos teñidos de sangre, miedo y terror. Ahógelos en el olvido. En la indiferencia temporal. Que las generaciones venideras, los confundan con hechos similares que sucedieron siglos atrás. Sea valiente Sr. Año 2004. Sea valiente.

Atentamente:

Vicente Boix Bornay. Nueva Segovia, Nicaragua.

Cartas de los lectores.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Enero 2004.