Huir hacia delante – por Pedro Prieto

Algunas personas me preguntan sobre cuales creo que serán los siguientes pasos de EE.UU. en Irak. Aún a riesgo de equivocarme, debo exponer mi punto de vista.

En primer lugar, existe la creencia en la izquierda mundial de que los EE.UU. están estancados en Irak y que pierden muchos soldados en las emboscadas y sabotajes y creen que eso mina a los que gobiernan los EE.UU. y que les puede hacer perder el poder. No lo creo. Creo que los que así piensan, están convencidos, en el fondo, en que en los EE.UU. es el pueblo el que elige presidente. Y esa es una falsa premisa, para los que tenemos la íntima convicción de que aquel podrido sistema es de un dólar, un voto y no un hombre, un voto. Y que se sepa, no han perdido más que hombres, pobres y marginados, y todavía no sabemos si han perdido dólares en esta operación, como tampoco sabemos, si los han perdido, si están en riesgo los planes para recuperar esos dólares invertidos, multiplicados con creces.

Así pues, creo que los EE.UU., si de lo que se trata es de dominar los 120.000 millones de barriles, como fácilmente tienden a olvidar incluso las izquierdas que los critican, todavía no han fallado, que sepamos. El cálculo grosero del negocio, si se pone a 30 dólares el barril, es de 3,6 billones (europeos, de los de 1012) dólares. Algunos, tienen incluso estimaciones del coste “dinerario” de la guerra y ya llevan el conteo, desde que empezó por la nada despreciable suma de 93.000 millones de dólares a final de año.

Si ese es el coste económico de 9 meses de guerra y se considera que el comienzo de la misma supone los mayores desembolsos económicos, esa guerra costaría, como mucho, 120.000 millones de dólares al año. Contra esas reservas y desde un punto de vista estrictamente económico, se puede hacer la guerra durante 30 años. Pero si, como los estadounidenses saben muy bien, el precio del petróleo se disparase a, por ejemplo, 50 dólares y el coste de la guerra se pudiese estabilizar en menos de 100.000 millones de dólares al año, esa guerra se podría seguir librando, económicamente, durante más de medio siglo.

No es, por tanto, un problema económico, porque, además, los EE.UU. poseen la máquina de producir billetes verdes y los que saben historia, saben también lo tentador que es poner a esa maquinita a imprimir papel a destajo, especialmente en caso de apuro especial, coincidente con conflicto bélico generalizado. ¿Las consecuencias? ¿Quién le va a pedir cuentas al que controla el peso y la medida – en España hay un refrán popular que dice “Quien vive?, ¡Quien pesa y mide! – y que ha demostrado lo muy poco que le importa aumentar su ya gigantesco déficit o su balanza comercial?

Así pues, no es el dinero, ni el coste dinerario, lo que creo preocupa a los señores de la guerra estadounidenses. ¿Son los soldados estadounidenses, pues? Pues creo que tampoco. Con una prensa y sobre todo televisiones, tan domesticadas, con un virtual estado de sitio y de excepción, con una gran mayoría del pueblo estadounidense adormecido, el coste humano propio (del ajeno ¿para qué hablar?) que llevan, es hasta el momento, muy soportable para estos cínicos. Sean doscientas o cuatrocientas las bajas, son bajas de estadounidenses que no tiene voto; ni ellos ni sus familias, porque son los que no tienen dinero. Y en una plutocracia, como lo es la estadounidense, los que no tienen dinero, no existen. Así pues, tienen de donde tirar.

Si económicamente, veíamos que la guerra es técnicamente sostenible, durante al menos medio siglo, y eso es más tiempo del que les llevará quemar ellos solos todas las gigantescas reservas de petróleo iraquí, en provecho propio, 500 soldados muertos al año, son una cifra que les permite estar allí cien años, antes de llegar a la cifra de bajas de Vietnam.

Si se considera, además, que en las cárceles estadounidenses hay una población carcelaria que ronda los dos millones de personas y que cientos de millones de latinoamericanos saben que arriesgando un par de años de servicio militar pegando tiros a iraquíes, pueden obtener, si no la nacionalidad estadounidense, si, con seguridad la residencia para ellos y su familia más inmediata, la fuente de aportación de esclavos, mercenarios y marginados está servida sin problemas. ¿Qué no hará un latinoamericano pobre por alcanzar ese pseudo-paraíso, si miles de marroquíes son capaces de meterse en inmundas lanchas a cruzar el Estrecho de Gibraltar, en invierno, en plena marejada, sin ropa y sin saber nadar?

Así que ya tenemos dos conclusiones. Para el grupo que detenta el poder en los EE.UU., el problema no es ni el dinero, ni lo son los soldados estadounidenses abatidos, por mucho que digan que se preocupan de “sus muchachos” y vayan a repartirles pavo.

¿Cuáles pueden ser entonces los problemas de los EE.UU., en Irak en particular y en el golfo Pérsico y el resto del mundo, en general?

Pues entre ellos puede que haya, ciertamente, uno monetario. Consiste en que el dominio mundial que el dólar estadounidense tenía como moneda de referencia, para las transacciones internacionales, muerto el oro como patrón, empieza a verse amenazado en el horizonte por el euro.

La prensa decía ayer que el euro desbanca al yen en los mercados financieros internacionales y se convierte así en la segunda divisa, tras el dólar.

Y el problema no es si el euro supera alguna barrera en su cambio con el dólar estadounidense. El problema es que el que tiene la divisa de referencia, es el dueño del tesoro y maneja en exclusiva, los repuntes y las caídas, los acelerones y los frenazos de la economía mundial a su antojo. Es el que tiene el privilegio de emitir más o menos y controlar así las economías ajenas y esta ventaja estratégica, desde que el oro dejó de ser patrón universal, tras Bretón Woods, está empezando a ser amenazada por el euro, según juzgan los jerarcas del imperio estadounidense.

Detrás del euro está Europa y principalmente dos países, que se resisten a que la rapiña de los menguantes recursos petroleros se queden en las exclusivas manos estadounidenses. Eso sí les da miedo, porque son los principales consumidores mundiales del escaso recurso que fueron a monopolizar al golfo. No les preocupaba tanto Japón con su yen, porque Japón consume el 6,9% mundial; pero les preocupa que alguien que consume un 23% del petróleo mundial, como es Europa, pueda tener pretensiones sobre las últimas reservas del planeta, porque los EE.UU. consumen, ellos solos, el 25% y tanto unos como otros, tienen reservas probadas propias para menos de una década.

Por eso, cuando Sadam Husein decidió que quería comerciar con su petróleo en euros, en vez de en dólares, golpeó en el hígado a los que pretenden jugar a los malabarismos con la divisa de referencia. Por ejemplo, Arabia Saudita posee enormes reservas de dólares, pero los estadounidenses las tienen bajo control y jamás permitirán que esos ingentes recursos, que en teoría son propiedad exclusiva del reino saudita, puedan emplearse en operaciones contrarias a los intereses estadounidenses. Detrás de Irak, se han sumado una serie de países a comerciar con su petróleo en euros y todos ellos han conseguido poner a EE.UU. nervioso, porque la principal factura de la deuda estadounidense es eso: la importación de petróleo.

Dominando la emisión de billetes verdes, dictando normas de aplicación de los mismos a los que ahorran en esa divisa y manipulando en exclusiva su valor relativo de referencia, las crecientes y gigantescas compras de petróleo importado en EE.UU. se convierten, en realidad, en un ejercicio de impresión más o menos ingeniosa, mezclada con amenazas más o menos veladas, para que esos excedentes monetarios se consuman donde a ellos les interesa, o se queden guardados en acciones de empresas no estratégicas (las pocas veces que se les ha ocurrido intentar meterse en la compra de acciones de empresas estratégicas, han sido directamente amenazados de que esa acción se considere un acto de guerra). En definitiva, se compra e importa el valioso petróleo pagando con aire.

Por ello, que los principales competidores de EE.UU. en el consumo de petróleo mundial, se pongan a la tarea de ofrecer su propia divisa como alternativa de símbolo y referencia de cambio de bienes en el mundo, no puede por menos que inquietar al Imperio, sobre todo cuando sabemos que nueve de cada diez dólares no están ya respaldados por operaciones físicas y que son aire impuro de especulación.

Algunos signos que confirman esa tendencia, preocupante para los EE.UU., aparte de la invasión de Irak, son que Rusia juega a pasarse al euro en sus transacciones petrolíferas, como parte del juego de presiones internacionales (ver artículo 270. Rusia se mueve hacia el euro en el comercio del petróleo. Boletín de ASPO de noviembre, en http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20031118181146804) y que Malasia e Indonesia hayan seguido sus pasos.

Pero volvamos a los problemas de EE.UU. en Irak. Había ya descartado que el problema sea el coste económico o dinerario de la guerra, visto el botín alcanzable. También descarté que las muertes de soldados estadounidenses o mercenarios aliados, supusieran un importante revés, desde el punto de vista militar, por mucho que las cadenas de televisión y la prensa occidental siga contándonos algo tan obvio como que continúa el goteo de soldados caídos, sobre todo, para desviarnos de lo importante. ¿Y qué es lo importante? ¿Cuál es o puede ser el principal problema de EE.UU. en Irak y por extensión, en el golfo Pérsico?

Pues volvamos a los orígenes y volvamos a recordar lo que todos supimos desde un principio y lo que nuestros gobiernos, sea el invasor o los de sus aliados firmes o circunstanciales, llevan intentando que olvidemos desde el principio de la guerra: el problema principal es el petróleo, lo que fueron a buscar, lo que necesitan desesperadamente. La razón por la que nos movilizamos contra la guerra de invasión y ocupación ilegítima (no war for oil o no a la guerra por petróleo), que los medios del pesebre intentan que olvidemos: la absoluta necesidad de petróleo.

En “Un Cuento de terror-ismo energético” (ver http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=200310091349456), anticipaba la desesperada situación de los EE.UU. (y la no menos desesperada situación europea), respecto de sus casi extintas reservas propias de petróleo y los crecientes aumentos de petróleo importado que se necesitan para mantener los trenes de vida occidentales, verdaderas vacas sagradas de nuestras economías y motores del capitalismo que anida en los centros de poder del Imperio y de su opositor principal, la Unión Europea.

El espeluznante gráfico indicaba cual es el verdadero talón de Aquiles de EE.UU.

para mantener su irrenunciable “American Way of Life”, de crecimiento perpetuo. Dado que el mundo entra en la curva de descenso de la producción mundial de petróleo (si es que no ha entrado ya) durante este lustro la necesidad y el problema están no sólo en invadir Irak y algún otro país más, sino en asegurarse dos cosas vitales, inmediatamente después de la invasión.

La primera, es que sus principales competidores queden totalmente fuera de ese pastel, último y final, del golfo Pérsico. Para la Unión Europea y Japón es tan imperioso y urgente acceder a ese petróleo como para los EE.UU. y por orden decreciente de necesidad imperiosa, también lo será dentro de una década para China y Rusia.

Pero la segunda cosa que los EE.UU. se tienen que asegurar pronto en Irak, es que la ecuación salga positiva a corto plazo. No en los cincuenta años, que veíamos tenían desde el punto de vista monetario, o los cien años desde el punto de vista del aporte de carne de cañón, sino en los cinco años o diez años que quedan, como mucho, para que la escasez mundial de petróleo empiece a asfixiar unas economías avanzadas u otras (de las economías en desarrollo, que siguen cayendo desde hace años y cuyo declive está ya siendo pavoroso, nadie de la prensa occidental parece preocuparse en exceso).

Y este es uno de los secretos mejor guardados de Washington. A la CNN o a la cadena Fox, al New York Times, al Washington Post o a cualquiera de los cientos de cadenas de televisión y periódicos subsidiarios ideológicamente, no les importa, en absoluto, hablar de muertos y atentados contra las tropas estadounidenses que ocupan ilegítimamente Irak. Pero tienen prohibido hablar de si el petróleo que se bombea desde Irak es más que el que se gastan los ejércitos de ocupación en mantener el control del país o es menos. A veces, cuado el sabotaje es muy evidente, se menciona de pasada que la resistencia consiguió cortar un oleoducto, pero nadie hace un análisis completo y cabal de ese balance. Y sin embargo, esta respuesta es crucial, es la que determina si están ganando o no la guerra. Es una ecuación de muchas incógnitas y muchas variables, porque si la resistencia aumenta la presión sobre los sistemas productivos de petróleo, el daño al invasor es doble: por un lado tienen que aumentar sus tropas y sus movimientos (más consumo de energía) y por otro, reciben menos energía, menos petróleo del que consumen, en forma de botín. A esto se denomina en español, ir por lana y salir trasquilado.

Y esto no nos lo cuentan, claro. Y las pocas informaciones que se dan sobre exportaciones son totalmente dispares y contradictorias. Y los gastos de un ejército tan enorme y tan dependiente del consumo de energía para movilizarse (inclúyanse en él hasta las bombillas encendidas en el cuartel general de Tampa, en Florida, desde donde se lleva la guerra).

Este espeso silencio sobre el balance energético y la inocultable arrogancia de la resistencia, que golpea hasta en el corazón de los cuerpos de seguridad invasores, aparentemente cuando quiere, incluso en el centro de Bagdad, hace pensar, con cierta lógica, que a nueve meses de la invasión y a pesar de haber evitado destruir, durante las primeras fases de la guerra, las líneas de bombeo, producción y suministro de petróleo, por el momento, los EE.UU. están saliendo trasquilados.

Esta puede ser, verdaderamente, la principal razón de la inquietud en los cuarteles generales del imperio, porque las decadentes curvas de producción de los agotados pozos de petróleo del mundo, indican que los EE.UU. necesitarán, en los próximos diez o veinte años un Irak, un Arabia Saudita y un Irán, prácticamente para ellos solos. Los EE.UU, tiene mucho trabajo invasor por delante y tienen poco tiempo, en términos históricos, claro está.

Lo que parece estar poniéndose de evidencia en Irak, no es la capacidad de sus resistentes para matar a cinco o diez soldados invasores por día y herir a cincuenta, sino la capacidad del invasor para gestionar, por los medios militares convencionales (si es que se puede denominar convencional a esa apabullante fuerza), un balance positivo, neto, de la energía que tan desesperadamente necesitan y por la que están allí.

Algunos intelectuales de izquierda, como James Petras, creen que existe una gran batalla interna en los centros de poder del Imperio, sin especificar las causas con claridad. En su artículo “2003: fallaron los ideólogos y los profetas”, publicado en La Jornada de 30 de diciembre, en http://www.jornada.unam.mx/022a1mun.php?origen=index.html&fly=1, dice: “Los alegatos fraudulentos de Wolfowitz y otros sharonistas, quienes justificaban la guerra contra Irak con la supuesta existencia de armas de destrucción, fueron el clímax de un poder sin precedente: la influencia sionista en la política estadounidense. La desgracia y el desnudamiento parcial de esta camarilla condujo a una caída temporal de ese sector del gobierno de Bush. El imperio está dividido entre ideólogos con dobles lealtades nacionales y realistas, vinculados con los intereses petroleros árabes y estadounidenses y con los bancos europeos. Estas diferencias tendrán su peso en 2004 e influirán en si la Casa Blanca comparte los despojos imperiales con Europa, Rusia o la elite árabe, o si decide proseguir con su política de ciego colonialismo militar.”

Coincido con Petras en que el lobby sionista de Washington fue el impulsor del concepto de dominio militar abrumador de todo el área del golfo Pérsico, para asegurarse del 70% de las reservas mundiales que quedan y que dentro de un lustro o dos supondrán el 95% de las exportaciones mundiales de petróleo posibles y que eso ha podido entrar en conflicto, con los que hubiesen preferido (¿Colin Powell?) o bien una entrada negociada a por los recursos, o negociar con sus principales competidores, las modalidades de una invasión compartida. Eso no hace sino confirmar que tienen dificultades, con una invasión convencional, para tener saldo petrolífero neto positivo, a casi un año de la invasión.

Pero me resisto a creer que el lobby “sharonita” de Washington, no tuviese previstas estas dificultades y no tuviese planes aún más perversos y lejanos, en el aseguramiento de las fuentes del escaso petróleo, cuando comenzó a embarcarse en Irak, hace ya veintitrés años. Los medios de difusión (que no de información) que tan bien manejan, nos pueden dar una pista, si sabemos leer entre líneas.

Por un lado, tenemos al general estadounidense, que llevó a las tropas norteamericanas a la victoria en Irak (de victoria en victoria, hasta la derrota final, que dijo creo que Groucho Marx). El general Tomasito Franco (Tommy Franks) y permítanme la familiaridad, se fuma un puro en una revista del ramo, Cigar Aficionado, contando, en su edición de diciembre (se puede leer en inglés la entrevista completa en http://www.newsmax.com/archives/articles/2003/11/20/185048.shtml) lo siguiente:

El General Franks duda de que la Constitución pudiese sobrevivir a una ataque con armas de destrucción masiva.

John O. Edwards, NewsMax.com
Viernes 21 de noviembre de 2003

El general Tommy Franks dice que si los EE.UU. fuesen golpeados por un arma de destrucción masiva causase muchas víctimas, La Constitución sería probablemente abrogada, a favor de una forma militar de gobierno.

Franks, quien condujo con éxito las operaciones militares para liberar Irak, expresó sus preocupaciones, en una larga entrevista que concedió a la revista de moda masculina Cigar Aficionado.

En la edición de diciembre de la revista, el antiguo comandante del Comando Central advirtió que si los terroristas consiguen utilizar un arma de destrucción masiva (ADM) en los Estados Unidos o uno de sus aliados, ello tendría consecuencias catastróficas para nuestra querida forma republicana de gobierno.

Comentando los peligros hipotéticos que afectaban a los EE.UU. como consecuencia del 11 de septiembre, Franks dijo que “lo peor que podría suceder” es que los terroristas adquiriesen y después utilizasen un arma biológica, química o nuclear que causase muchas víctimas.

Si esto llega a suceder, dijo, “…el mundo occidental, el mundo libre, puede perder lo que más quiere, que es la libertad que hemos vivido durante dos siglo en este gran experimento que llamamos democracia”

Franks comentó después, lo que él cree podría suceder “de forma práctica”, como consecuencia a dicho ataque

“Lo que implica la posibilidad de que un arma de destrucción masiva, que provoque un suceso con una gran cantidad de víctimas en cualquier lugar del mundo occidental –y puede que en los Estados Unidos de América-, es que moverá a nuestra población a poner en duda nuestra propia Constitución y comenzar a militarizarse, para impedir la repetición de otro suceso de este tipo. Lo que, de hecho, comienza a desmoronar los cimientos de nuestra Constitución. Dos pasos muy, muy importantes”

Franks no quiso comentar cómo ve la inmediatez de estos sucesos

Ya ha habido críticas al US Patriotic Act (Acta Patriótica de los EE.UU.), que se aprobó a toda prisa en el Congreso, tras los sucesos del 11 de septiembre, argumentando que lo que busca la ley es cercenar las libertades civiles y sentar un peligroso precedente

Pero la vision de Franks va mucho más allá. Es el primer alto oficial que habla abiertamente de que la Constitución podría ser hecha añicos a favor de un gobierno militar.”

Un indicio de por dónde creen que tendrán que ir los tiros.

El segundo indicio, es la intensificación a ultranza de los conceptos maniqueos de terrorista malo = musulmán = país petrolífero que, como decía alguien, “se atreve a quitarnos lo que es suyo”. Para los propagandistas de Washington, van montando, cuidadosamente, el escenario de posibles ataques mucho más peligrosos y con daños mucho más significativos que los del 11 de septiembre. Por ejemplo, obligan a todo el mundo que quiera visitarlos, a que los aviones lleven agentes armados. Y se han inventado un reclamo facilón, con banderita de colores, como en las playas, para advertir del riesgo de atentado brutal y masivo, modelo Torres Gemelas o peor (¿Cómo sabrán cuando se avecina la tormenta? ¿Y si saben que viene el pedrisco, por que no tiran cohetes para disolver el granizo?).

A todos los que seguimos sin tener claro el atentado de las Torres Gemelas del 11 de septiembre, pero hemos visto lo bien que le ha venido a los EE.UU. para tomar posiciones militares definitivas e irreversibles en las últimas reservas importantes de petróleo del planeta, nos empiezan a entrar cada vez más dudas sobre lo que se nos viene encima. O quizá empezamos a tener cada vez menos dudas y más temor.

Los modernos Goebbels que manejan los medios y producen las informaciones para manipular, adormecer y sobre todo asustar y anular las posibles conciencias, ya saben cuál es la capacidad de la población para aceptar mermas en sus derechos, cuando le tumban dos torres y le asesinan a tres mil compatriotas. Y saben que son suficientes como para justificar un par de injustificables y muy contestadas invasiones de países ajenos, pero quizás no todavía para justificar la destrucción masiva (me refiero a muy masiva) de la población de ese país, ni para emplear medios de destrucción absolutos con ella.

Y sin embargo, los asesores, han debido concluir que la utilización masiva de esas armas es la única forma de garantizar que la población local quede con la resistencia totalmente anulada (shock and awe, era el eslogan de una de las primeras campañas militares) y el petróleo pueda fluir en positivo y sin oposición desde el primer momento.

Es la forma, esa de la destrucción masiva de un país y sus gentes (quiero decir muy masiva), con la que además pueden seguir adelante, embarcándose en la invasión de otros países canallas (o rogue states esto es, petrolíferos no totalmente sumisos), sin tener que emplear las ingentes cantidades de recursos convencionales, que tanta energía gastan, no solo para invadir, sino para mantener una fuerte presencia militar permanente y una constante movilización a lo largo de cada vez más infraestructuras petroleras ajenas por todo el mundo. Y ellos saben perfectamente que si Irak está resultando complicado, las dificultades de arrancar y mantener invasiones convencionales en Irán –país mucho mayor en geografía y población y mejor preparado- o de consolidar la invasión de Arabia Saudita, se multiplicarían de forma exponencial. Es, en definitiva, una huída hacia delante, que seguramente estaba programada por el lobby sionista de Washington desde el principio.

Estoy diciendo, exactamente, que creo que ese poder despiadado, tiene una necesidad tan extrema de recursos petrolíferos menguantes y que esos recursos son tan imprescindibles para mantener a su sociedad de consumo a ultranza, que existen gobernantes en EE.UU., que saben que esto se acaba y han decidido, en último extremo, en vez de renunciar a ese modo de vida, a su sagrado e intocable “American Way of Life”, huir hacia delante, mientras dé de sí. No cabe otra explicación a tanta negación de su evidente agotamiento petrolero, mientras siguen cabalgando en el crecimiento infinito y a buscar constantemente explicaciones oblicuas y subterfugios a la invasión y ocupación militar de Arabia Saudita, Kuwait, Irak y al envío de tropas por todos los países del entorno.

Un arma de destrucción masiva que se detonase, por tanto, en cualquiera de los grandes núcleos de población de EE.UU. o en el de alguno de sus aliados y que costase, digamos centenares de miles o algún millón de muertos, sería y supondría una excusa ideal, que ya están preparando los Tomasitos Francos por adelantado, para primero, imponer un estado de sitio, marcial, mundial y permanente. Son ellos, y no yo, los que parecen estar preparando el terreno. Además, les permitiría responder con el criterio judaico de la Ley del Talión, pero con el ciento por uno, con las posibles protestas, internas y externas, anuladas y atemorizadas. Y finalmente, les permitiría asegurarse, con el uso de armas de destrucción masiva, que nadie se atrevería a contestar, de puro terror, que pueden extraer recursos netos, energía positiva de los pocos sitios en que queden, sin oposición de ningún tipo, ni protestas de los consumidores estadounidenses.

Es un funcionamiento conocido, similar al de la bomba H: se produce una detonación atómica de fisión de uranio convencional “hacia adentro”, para fundir átomos ligeros, que provocan una explosión termonuclear, mucho más poderosa, hacia fuera. Ese experimento, repetido esta vez, en vez de con átomos, con los habitantes del planeta Tierra.

Veremos lo que pasa y ojalá que el año 2004, me permita recibir miles de cartas insultándome por estar tan equivocado y haber sido tan malicioso.

Pedro Prieto. Madrid.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 1 Enero 2004.