Las chaquetas del consejero Rafael Blasco – por Pedro Prieto y Manuel Talens

resentamos un trabajo de la mano de Pedro Prieto y Manuel Talens, en torno al vis-à-vis de este ultimo con Rafael Blasco -Conseller de Territorio y vivienda de la Comunidad Valenciana- acerca del Plan Hidrológico Nacional en las páginas de la edición valenciana del periódico El País.

Cuando el discurso político se convierte en propaganda
Las chaquetas del consejero Rafael Blasco – por Pedro Prieto y Manuel Talens

Rafael Blasco Castany* es un personaje bien conocido en todos los ámbitos ideológicos del espectro político de la Comunidad Valenciana. En su juventud, durante el tardofranquismo, militó en la extrema izquierda del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico, de inspiración marxista-leninista). Más tarde, tras el fin de la dictadura, diluyó sus objetivos y se trasladó a la socialdemocracia del PSOE una vez que Felipe González la expurgó de cualquier rastro marxista. Allí empezó a destacar, pues durante seis años, entre 1983 y 1989, ocupó cargos importantes en la administración socialista del gobierno autonómico de la Generalidad Valenciana: consejero de Presidencia, secretario y portavoz del Consell y consejero de Obras Públicas, Urbanismo y Transportes, hasta que las querellas intestinas con el entonces presidente Joan Lerma le hicieron abandonar el barco. No se amilanó: prosiguió su andadura hacia la derecha y, desde 1995, ya instalado en el neoliberalismo triunfante y con el Partido Popular en el poder, ha venido ocupando puestos de primera fila, primero a las órdenes del presidente Eduardo Zaplana (coordinador del Programa de Administraciones Públicas y asesor ejecutivo del Presidente, director del Gabinete de Planificación, Estudios y Evaluación de la Consejería de Presidencia, subsecretario de Planificación y Relaciones Externas de la Consejería, consejero de Empleo y consejero de Bienestar Social) y, en la actualidad, con el nuevo presidente autonómico Francisco Camps, también del Partido Popular, es consejero de Territorio y Vivienda, lo cual equivale, para entendernos, a ministro regional de Medio Ambiente.

Durante las últimas semanas, a título de supuesto paladín ecológico y en calidad de defensor a ultranza del controvertido Plan Hidrológico Nacional –en particular en su aspecto más discutible, el trasvase del río Ebro hacia tierras valencianas–, Blasco ha mantenido con uno de nosotros un cruce de metralla verbal a través de las páginas de El País. El lector avisado que desee conocer mejor los pormenores de esta polémica puede consultarlos en el siguiente URL: www.manueltalens.com/ultima_hora/50polemica.htm .

El presente trabajo, que desborda la limitada capacidad de una columna periodística de opinión, busca neutralizar con mayor calado los sofismas de este aguerrido embaucador y desmontar la vaciedad de sus argumentos.

En sus dos simulacros de respuesta a los ataques que recibía a propósito del Plan Hidrológico Nacional (Engañifa, 21.11.2003 y ¡Voto a bríos!, 6.12.2003, ambos en El País-Comunidad Valenciana), Blasco ha dejado bien claro que el mayor peligro de algunos políticos neoliberales no es su vana dialéctica, sino su querencia por los medios de comunicación. Quizá a causa de un añejo fondo católico que sólo concibe la ética o el civismo en la soledad del confesonario, el consejero suele despotricar contra púlpitos y tarimas cuando se le ataca en público, sin darse cuenta de que el lugar desde donde contesta en El País se titula «Tribuna», plataforma ¿de predicación? que él utiliza cada dos por tres como arma de propaganda. Esta vez, empero, las flechas que se le lanzaron hicieron diana, porque se ha erizado como un gato ante perro rabioso.

Se escuda el consejero Blasco en que sus argumentaciones a favor de trasvasar el agua del Ebro a la Comunidad Valenciana «son compartidas por la mayoría de nuestros conciudadanos» y recuerda que en marzo de 2003 hubo en Valencia una manifestación multitudinaria a favor de dicho trasvase. Interesante. Por supuesto, olvida señalar que el Partido Popular organizó aquel evento con dinero público desde el poder y que, muy en el estilo de los plebiscitos franquistas en la madrileña Plaza de Oriente, no dudó en fletar centenares de autobuses para transportar «voluntarios» desde las comarcas, tras lo cual organizó una gran paella en el antiguo cauce del Turia, todo ello adobado con un gran despliegue propagandístico televisivo. Además, también olvida señalar que la cifra oficial de 800.000 manifestantes fue un enorme bulo desmentido por los ecologistas, que tras situar cámaras de vídeo en las entradas de la ciudad de Valencia, filmaron todos los autobuses, multiplicaron éstos por el número de pasajeros y llegaron a una cifra de 80.000 personas, diez veces menor. Sin embargo, tales detalles no son más que una pura anécdota a beneficio de inventario sobre las fullerías de la manipulación informativa, pues en realidad lo que nos interesa rebatir aquí es el fondo de la coartada argumentativa de Blasco, a saber, que nuestros conciudadanos comparten una opinión favorable al trasvase del Ebro. Si hiciésemos una encuesta entre los saharauis para saber si les vendría bien trasvasar a sus campamentos el agua del Nilo, y si encima les ofreciésemos una comilona gratis para que dijesen que sí, seguramente lo harían, sin que eso justificara en absoluto un cataclismo ecológico de tal calibre, ya que las cosas de la ciencia no se deciden por aclamación popular (de no ser el gran manipulador que en realidad es, Blasco debería reconocer este principio), sino de acuerdo con lo que opinen los científicos, que son quienes entienden de estos asuntos. Los científicos que no comen en el pesebre del Partido Popular han dicho que nanay al Plan Hidrológico Nacional.

Sigamos. A continuación de la falacia anterior, Blasco se explaya en las razones que, según él, hacen necesario el trasvase del Ebro:

1. La Comunidad Valenciana necesita agua. Mil millones de personas en el mundo la necesitan más que dicha Comunidad, sin que por ello se saquen de la manga negocios faraónicos. Se trata de una simpleza que no sirve para fundamentar ecuación alguna, pues enseguida surge la pregunta: ¿Por qué, señoría?

2. Todos los gobiernos democráticos han sido conscientes del déficit hídrico. En vez de indagar el porqué de dicha clarividencia gubernamental, Blasco apela al carácter «democrático» de los gobiernos y se queda tan fresco. La palabra democracia (y sus derivados) es un comodín que da para mucho en los mentirosos tiempos que corren. Ojo, los gobiernos dictatoriales también fueron conscientes de lo mismo. ¿Acaso a Franco no le decían Paco Rana porque se dedicaba a construir pantanos? ¿Qué diablos legitima el que cualquier gobierno haya sido consciente de un déficit hídrico, si todos ellos tuvieron y tienen sus pezuñas embarradas en el desarrollismo a ultranza, genitor de dicho déficit? ¡Menudo argumento!

3. El agua es necesaria en tres ámbitos, a saber: recuperación de zonas húmedas en el norte y el sur de la Comunidad Valenciana; mantenimiento del desarrollo socioeconómico de la Comunidad Valenciana, y refuerzo de los estándares de sostenibilidad establecidos por la Unión Europea. Veamos: a) ¿Por qué Blasco sólo se plantea la huida hacia adelante y no reflexiona sobre las razones de que esos humedales, tras miles de años de suficiencia, «ahora» necesiten agua? ¿Por qué no centra más bien el debate en averiguar cuántos lustros pasarán antes de que los humedales vuelvan a necesitarla, puesto que seguiremos con el mismo modelo desarrollista, consumidor insaciable de recursos y culpable en primer grado de esta sed repentina?; b) Si, cuando habla de «mantenimiento del desarrollo socioeconómico», Blasco pensase apenas un segundo en lo que dice, se daría cuenta de que equivale a afirmar que es necesario mantener el «grado de aceleración» de un vehículo, no su velocidad, mayor o menor y c) A pesar de que en columnas anteriores se le rogó a Blasco que suprimiese el blablablá, la cabra tira al monte y cayó de nuevo en conceptos ambiguos y oficinescos, refuerzo, estándares, sostenibilidad… Desde luego, dicha jerga no resiste el rigor de un análisis, pero como buen político profesional, nuestro adalid pretende con ella hacerse pasar por lo que no es ante el auditorio: un hombre juicioso y sensato, europeo, ecologista, defensor del medio ambiente y cumplidor de estándares de naciones avanzadas. ¡Casi ná!

4. El equilibrio entre la España seca y la España húmeda es un bien común inaplazable en su concreción. Este enunciado es un sofisma perfecto para enseñar en las escuelas, pues de una premisa verdadera (dos Españas climáticamente distintas) salta a una conclusión ilógica (la obligatoriedad de su equilibrio). Claro que hay una España seca y otra húmeda, pero de eso no se puede deducir que debamos enmendarle la plana a la Madre Naturaleza. A nadie se le ocurre «equilibrar» el Sahara con los lagos noruegos. Antes de llegar a tan sorprendente inferencia, se impone investigar el coste de ese nuevo equilibrio contra natura que se pretende instaurar. Nos referimos al coste ecológico y al energético, no al dinerario, que al fin y al cabo pagaremos los contribuyentes españoles y europeos, y ello a pesar de que muchos opinamos que el Plan Hidrológico Nacional terminará por tragarse asimismo la España húmeda.

Luego, pone la guinda sobre el pastel y añade triunfador: «Éstas son las necesidades». ¿En serio? Hay tantas necesidades como colores. El niño rico que pide juguetes caros a los Reyes Magos tiene una necesidad. Los parados pobres que exigen un trabajo digno tienen otra. Las necesidades a que alude Blasco sólo existen si se parte de la premisa de que el silogismo inicial es dogma de fe. Pero no lo es, se trata de una falsedad retórica.

Sin embargo, la mejor boutade viene después. Con razón Blasco nos advirtió de entrada en ¡Voto a bríos! que no se «ruborizaría por exponer lo que piensa y defiende». Es verdad, no se ruboriza al repetir por enésima vez el mismo eslogan publicitario, vacío de contenido: «La respuesta [al desequilibrio entre la España seca y la España húmeda es] un Plan Hidrológico aprobado por el Parlamento español y puesto en marcha por un gobierno, el del Partido Popular, que además de ser consciente del problema ha propuesto una solución adecuada y ajustada a la realidad». Acto seguido, hace una finta, elude añadir sustancia a dicho eslogan y se acoge a sagrado en textos escritos por individuos de su cuerda ideológica: «Considero que una lectura atenta de tales documentos ofrece las respuestas que [usted] exige a este quijote medioambiental». Sin saberlo, de manera incomprensible en un político de tan larga experiencia, Blasco ha caído en la ingenua trampa que se le tendió y se ha tomado en serio la ironía de creerse quijote, una chaqueta más de las muchas que tiene en su extenso guardarropa, la que luce cuando arremete con su lanza neoliberal –provocadora de entuertos ecológicos y esbirra fiel del capitalismo más depredador– contra los molinos de viento de la izquierda, sus antiguos compañeros de viaje.

La apoteosis: «Pero además, y aunque no sea mi general actuar, le rogaría que actuase como ciudadano responsable y si considera que ha habido un incumplimiento de la ley de incompatibilidades traspase el umbral de la columna y acuda a la esfera correspondiente».

Qué curioso, todo se contagia. Blasco cierra la regañina con el tic crispado de su jefazo Aznar y, antes de despedirse, se saca de la manga admoniciones y amenazas veladas. Traducimos: actúe usted como ciudadano responsable (pues al poner en duda lo que digo es usted un irresponsable) y, si ve que hemos hecho algo ilícito al nombrar Secretario de Estado de Aguas e impulsor del Plan Hidrológico Nacional al director de los servicios jurídicos de la compañía hidroeléctrica Iberdrola –la gran beneficiaria del trasvase del Ebro–, reclame al maestro armero y aparezca por el juzgado de guardia, que allí lo esperamos con nuestros imparcialísimos fiscales Fungairiño y Cardenal, los mismos que se opusieron al enjuiciamiento del general Pinochet.

He aquí un ejemplo paradigmático del estilo de la pepería, que bajo la apariencia de un debate entre caballeros, termina por dejar las cosas claras cuando el viejo talante derechoso se desborda y sale a la luz.

Por último, hombre docto entre sus pares, a nuestro tribuno le encanta buscar apoyos ajenos para echar balones fuera. Cita, pues, unas palabras de Josep Ramoneda: «La cultura política es una cultura del prejuicio. Los buenos y los malos están previamente establecidos.»

Puestos a citar también, ya que es algo muy vistoso como traca final, nosotros preferimos a don Francisco de Quevedo: «No he de callar por más que con el dedo / ya tocando la boca ya la frente / silencio avises o amenaces miedo».

* Ref: – www.mediterranea.org/cae/curric_rafael_blasco.htm

Pedro Prieto y Manuel Talens.

Pedro Prieto es colaborador habitual de «El Inconformista Digital» en temas de energía y coeditor del sitio web «Crisis Energética» (www.crisisenergetica.org).
Manuel Talens es escritor y periodista. (www.manueltalens.com).

El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 20 Diciembre 2003.