Mientras se conmemoraba el 25 aniversario de la Constitución de 1978, miles de ciudadanos y ciudadanas se manifestaban en Madrid por la III República.
Salían a la calle para demandar la finalización de la anacrónica monarquía y alcanzar una verdadera democracia en nuestro país haciendo realidad que la soberanía la ostenta el pueblo.
Los manifestantes pedían algo tan razonable y lógico como es que quien ejerce la jefatura del estado sea elegido por el pueblo. En democracia quienes deberían tener dificultades para mantener sus posiciones son aquellos que dan la máxima representación del Estado a las veleidades reproductoras de alguien apellidado Borbón, por no mencionar a aquellos que creen firmemente en el «designio divino». Esto no sería posible sin el enorme aparato propagandístico que consigue hacer ver normal el encaje de este incongruente modelo en una sociedad democrática.
Treinta organizaciones sociales, sindicales y políticas, que no renuncian a la sensatez, exigían un cambio de régimen que conlleva un viraje de los valores que deben inspirar la vida pública. Conscientes de la ofensiva reaccionaria del PP, en el que recorte de libertades individuales y colectivas y la restauración de la religión en el sistema educativo son sus máximos exponentes, saben que la mejor vacuna es confrontar valores de democracia, justicia e igualdad. Resulta cada vez más necesario que una nueva cultura crítica haga frente a la del individualismo consumista que atontece y adormece nuestra capacidad de razonar insultando nuestra dignidad de seres humanos inteligentes. Un ejemplo de lo dicho es el intento modernizante de incluir a la mujer en el derecho sucesorio a la corona. Este tipo de propuestas «progresistas» van dirigidas a preservar a la monarquía como régimen dando un falso barniz de avance social.
La república, por sí sola no es garantía para alcanzar todo esto, pero si condicione sine quanun de poder llegar a conquistarlo, como en su día, y enmarcado en su momento histórico, significó la II República. Las personas que se manifestaban buscaban ese escenario propicio para el desarrollo de una democracia avanzada, y no formal, para España en el siglo XXI.
Volviendo a la manifestación, decir que el despliegue policial que dispuso la autoridad gubernativa fue a todas luces excesivo. Del mismo modo que supuso un abuso de poder la modificación del itinerario de la manifestación, que estando previsto discurriera entre la plaza de Atocha y la puerta del Sol fue desviada hacia la plaza de Jacinto Benavente. Como colofón, y modo de ejemplo del mencionado recorte de libertades, se ordenó un cordón policial alrededor de la mencionada plaza para prohibir que cualquier persona pudiera salir de ella portando la bandera republicana, permitiéndolo que tan sólo se hiciera por la misma calle que había entrado la comitiva.
Juan Ramón Crespo Aguilar. Toledo.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Diciembre 2003.