El 11 de octubre, en California, los trabajadores de Safeway, una de las mayores cadenas de supermercados en los EE.UU. se declaraban en huelga después de romperse la negociación colectiva.
Acto seguido Safeway Inc. y sus competidores Kroger Co. y Albertsons Inc. realizaban un cierre patronal en las demás cadenas de las que son dueños; lo que ha afectado a unos 70.000 trabajadores en el sur de California. Pero esta huelga no surgía como un conflicto aislado, para entonces 13.000 afiliados al mismo sindicato de trabajadores del sector servicios UFCW (United Food and Commercial Workers), ya se hallaban en huelga o en situación de cierre patronal en locales de West Virginia, Ohio y Kentucky.
Lo que ha desencadenado este conflicto en particular no lo diferencia de otros que se han venido sucediendo en los últimos tiempos. Safeway, Kroger y Albertsons quieren encarecer y recortar el seguro médico y crear una segunda categoría de trabajadores que no llegarían a gozar de los mismos beneficios ni condiciones de trabajo que sus compañeros.
¿Quién no conoce a alguien que ha sido despedido de la empresa después de haber adquirido los beneficios que trae consigo la antigüedad, para a continuación llenarse el mismo puesto de trabajo ofreciendo un contrato basura y pagando mucho menos?
En el caso particular que nos ocupa, lo que está en juego es la misma existencia de la representación sindical en la empresa y el mantenimiento del nivel de vida de las familias trabajadoras; en concreto, de la posibilidad de poder seguir yendo al médico cuando lo necesiten. En un país en que no existe atención médica gratuita por parte de la seguridad social -es decir, se requiere reunir ciertos requisitos, como por ejemplo hallarse prácticamente en la indigencia- y donde para poder pagar las exorbitantes facturas médicas y hospitalarias toda familia depende del seguro médico que provea la empresa… siempre que se puedan permitir pagar las primas. Como resultado, 44 millones de personas en los EE.UU. no tienen ningún tipo de seguro médico y, simplemente, no pueden permitirse el dispendio de ponerse enfermos.
A pesar de ser ésta la realidad, estas empresas no han vacilado ni un momento en utilizar a los medios de comunicación para acusar públicamente a sus empleados básicamente de tener buenas condiciones de trabajo y una buena cobertura médica. Es decir, de ganarse la vida y tener un buen contrato.
Pero según los analistas, estos grandes supermercados necesitan recortar costes si quieren competir con la gigante Wal-Mart, la multinacional de la venta al por menor más grande del mundo en constante fase expansiva.
¿En qué están equivocados los sindicatos para que los “expertos” recomienden la walmartización de los supermercados que todavía pagan salarios dignos, en lugar de proponer la sindicación de los trabajadores de Wal-Mart, medida que elevaría el nivel de vida de tantas familias trabajadoras en el mundo?
Que los expertos económicos solamente emiten dictámenes al gusto de accionistas y empresarios, es evidente. Lo que ha cambiado, de todos modos, es que los tiempos en que la Ford adoptó como política de empresa pagar salarios que permitiesen a sus trabajadores adquirir los mismos automóviles que ellos mismos fabricaban son agua pasada, y con la mentalidad economicista actual semejante trato a los trabajadores más bien merece el calificativo de extravagancia pintoresca. Ello viene, además, refrendado por las políticas económicas y sociales de los gobiernos neoliberales que han creado las condiciones que nos han hecho ingresar en esta fase del capitalismo llamada globalización y mercado libre. Una vez hemos sido educados en la cultura del consumismo y teniendo como herencia otro de los grandes fenómenos sociales de la primera fase de la revolución industrial: hordas de personas “libres” y desempleadas, es como si ya no hiciera falta pagar salarios dignos para seguir disponiendo de abundante mano de obra entre la que elegir, sin que por ello se resientan las ventas ni los accionistas. De ahí el fenómeno Wal-Mart: “siempre los salarios…” (perdón) “… los precios más bajos”.
Para quien no tenga el gusto de conocerla, todavía, Wal-Mart fue fundada por Samuel Walton, en Bentonville, Arkansas; uno de los pueblos típicos de la América profunda en pleno cinturón bíblico. Desde su creación en 1962, Wal-Mart, cuya imagen corporativa es la de un “corte inglés” de pueblo (aunque a la americana), se ha convertido en la multinacional más grande del mundo, con establecimientos en Norteamérica, Sudamérica, Asia y Europa y cuyas ganancias superan el producto interior bruto de muchos países y la facturación de IBM, Hewlett Packard y Microsoft juntas.
Pero a diferencia de un país, IBM o Ford, Wal-Mart no produce nada, es sencillamente una cadena de grandes almacenes que ha crecido y prosperado en las localidades más deprimidas y humildes del país gracias a las políticas antisociales del gobierno de los EE.UU., y que le han proporcionado la materia prima con la que trabajar: una legislación permisiva (la desregulación) y clientes y trabajadores con poco poder adquisitivo, formación y oportunidades.
Wal-Mart contrata preferentemente a tiempo parcial, ello le permite eludir gran parte de la legislación laboral sobre beneficios, y ofrece un seguro médico más caro del habitual, de manera que muchos de sus “asociados” (que significa “empleado” en el habla wal-mart) prefieran percibir su exigua nómina mensual intacta. Aún así, gran parte de sus afortunados “asociados” reúnen los requisitos para percibir cupones de comida del gobierno y muchos de ellos son jubilados que necesitan el dinero de un empleo. (Como decíamos, el gobierno crea las condiciones económicas: desregulación, recortes en la seguridad social y Wal-Mart prospera a su costa: pagando salarios de miseria a quienes no les queda otra opción que pasar a formar parte de la familia Wal-Mart).
Wal-Mart es actualmente el mayor empleador privado mundial, lo que ha logrado a base de destruir más puestos de trabajo de los que creaba, y por lo que se ha merecido el calificativo del agente planetario privado que más ha hecho por la globalización económica y por pisotear la dignidad de la clase obrera en todo el mundo. A finales de los años ochenta y durante todos los noventa, la industria ha venido deslocalizando los centros fabriles a todos lo rincones del globo donde la mano de obra era más barata y la normativa social y ambiental más permisiva. Desde entonces Wal-Mart se ha convertido en el líder mundial en importaciones de productos hechos en China, donde se encuentran gran parte de sus 62.000 proveedores serviles, y que a base de hacer trabajar de sol a sol a trabajadores-siervos en condiciones de trabajo y de vida espeluznantes, han conseguido suplir a Wal-Mart a precios de liquidación, que es el único modo en que uno puede llegar a ser proveedor de esta bestia gorgona, y que utiliza hasta sus últimas consecuencias su enorme poder de compra para hacer competir a sus proveedores y a los países más pobres, por los salarios (en muchos casos ningún salario en absoluto) y las condiciones de trabajo más miserables que uno pueda imaginar. (Para más información se puede consultar el informe del National Labor Committee, “Wal-Mart Dungeon in China”).
Finalmente, una política abiertamente contraria a las uniones sindicales completa el retrato; por ello lograr la sindicación en sus establecimientos puede ser considerado, sin exagerar, un objetivo social con repercusiones globales. Como establece su manual de más de 100 páginas para la prevención de la organización de un sindicato en sus locales: “Wal-Mart se opone a la sindicación de sus asociados. Cualquier sugerencia de que la compañía es neutral respecto a este tema o que anima a sus asociados para que se afilien a una organización de trabajadores es falsa. La compañía cree que sus asociados en las tiendas, oficinas y almacenes están mejor sin un sindicato (…)”. La empresa se esfuerza tanto por mantener los precios bajos como por permanecer “libre” de sindicatos. Ello la convierte en uno de los criminales corporativos número uno. Solamente en el año 2000, Wal-Mart fue demandada por infracciones legales en 4.851 ocasiones, es decir, aproximadamente una demanda cada dos horas.
Actualmente, de las 10 personas más ricas del planeta, 5 pertenecen a la familia Walton, que han labrado su fortuna cuan personajes ruines de una novela de Charles Dickens: exprimiendo hasta el último céntimo del trabajo de sus “asociados” y de los trabajadores-esclavos de sus proveedores.
Hay algo siniestro en el hecho de que Wal-Mart haya mantenido como sede central de la empresa su Bentonville natal; una de las poblaciones con más iglesias por centímetro cuadrado, muchas de ellas en locales que antaño ocupaban comercios y tiendas. Como en “Last picture show”, Bentonville representa todo lo que una ciudad del medio oeste americano puede llegar a ser si se la deja de la mano de Dios y del filantropismo del conservadurismo compasivo. Wal-Mart se ha convertido en el modelo empresarial a imitar, ¿es Bentonville el modelo de ciudad y de organización social que promueven las políticas neoliberales que han hecho esto posible?
Esperemos que no tengamos la oportunidad de averiguarlo. Del éxito de ésta y otras huelgas depende que no se trate de un oscuro vaticinio.
Maite Padilla Zalacain. Los Angeles, California. EE.UU.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Diciembre 2003.