Ocurren tantas cosas y de tan diverso pelaje, con el añadido de presentarse simultáneamente, que cada persona individual no puede tomar nota por igual de las características, o importancia de cada suceso.
Tenemos a la vista toda una retahíla de “acontecimientos”, elecciones, terrorismos, catástrofes, guerras, corrupciones, convenciones culturales o deportivas; es decir, de todo tipo.
Ante todo ese muestrario no dejará nunca de sorprendernos la gran variedad de respuestas por parte de cada individuo en particular. Las “tomas” de “conciencia” con respecto a lo sucedido en un momento determinado, son adoptadas también de forma muy variopinta, unas veces para bien y otras con perspectivas aterradoras.
Quizá convenga comentar algunos aspectos de esa panorámica con respecto a los “niveles” de “conciencia” alcanzados. No con el ánimo de enumerarlos todos, eso es imposible porque surgirán tantos como personas. Más bien buscando esa observación instructiva de identificarlos. Así seremos capaces de ilustrarnos sobre esas actitudes.
Resulta lógico que, ante hechos distintos, uno penetre en su significado con diferente intensidad. Pese a ello se identifican pautas de concienciación más generalizadas, como estereotipadas, que no distinguen demasiado si están ante sucesos puramente sociales, personales, profesionales, políticos o culturales.
Observo respuestas «sin un ápice» de algo semejante a conciencia de sus actuaciones. Ni tan siquiera en lo más inmediato o personal. A lo sumo, como un mero reducto «biólogico» de subsistencia. Y aún en eso habría que verlo. Peor que un muelle o resorte, estos aún conservan un objetivo, una respuesta acorde con sus propiedades físicas.
Proliferan aquellas tomas de conciencia particularistas, muy encerradas en sí mismas, desdeñando lo de fuera. El llamado cocooning, encerrados en su propia cápsula, como un capullo que nunca acaba de abrirse. Lo curioso estriba en el parecido con el primer ejemplo, en cuanto a su nulidad, porque de tan encerrados tampoco perciben sus propias cualidades. Pierden hasta la conciencia de sí mismos.
En caso de apertura pueden quedarse en un acercamiento tranquilizador, les basta esa proximidad desde el palco, celebran o repudian, pero sin llegar a implicarse demasiado con sus neuronas. Es como un aparentar sin trascendencia. Se acallan sus propios remordimientos o saborean levemente el suceso agradable, pero siempre distantes.
Como un grado más estentóreo se dejan oír los de concienciaciones simplistas. Muestran una disociación entre esa acción contestataria aislada y su mentalidad, fijada en unos conceptos rígidos, no buscan demasiado el conocimiento de los argumentos. La implicación constructiva no es su fuerte, no son amigos de matices y los arreglos han de venirles desde fuera. Sobre ellos mismos protestan pocas veces, su conciencia esta hecha para cosas de fuera.
Destacaría las conciencias que pudiéramos llamar desterradas. Caracterizadas por una gran facilidad para detectar y comprender los hechos lejanos. Pero no se ensucian ni con una pequeña mota de las realidades más próximas. Esta situación se impulsa sin duda por esa batahola de imágenes en nuestros entornos y por el escaso tiempo dedicado a las convivencias propiamente dichas, molestas por su proximidad. De todas formas pueden alcanzar niveles encomiables, adornarse con las mejores cualidades…pero con esa condición inexcusable, se referirán a las circunstancias o hechos lo más exóticos posibles.
Cómo no vamos a mencionar las conciencias racionales y consecuentes. A lo peor puede resultar excesivo juntarlas las dos. Bien que sean racionales, pero consecuentes a la vez quizá perjudique. Cada uno se considerará muy próximo a este grupo, la cuestión difícil es cómo establecer la valoración. Sin ninguna duda se trata de la postura ideal, no hace falta que insistamos mucho en ella.
La forma en que nos acerquemos a los sucesos cotidianos, sean próximos o lejanos, constituirá un “basamento insustituible” para nuestras actuaciones posteriores. De ahí la conveniencia de apercibirnos, de distinguir nuestras características a la hora concienciarnos de algo.
Y no será de menor interés la observación de aquellas tomas de conciencia realizadas por el personal de nuestros territorios, unas veces cargos públicos, profesionales o simples vecinos. Todo ello forma parte de nuestro entramado social, de nuestra urdimbre. Por eso mismo debe interesarnos su forma de percibir la realidad y las fantasias.
En este revoloteo pintoresco existe por fortuna una gran diversidad de aportaciones, esas posibilidades mantienen abierta la creatividad personal y no dejan lugar a los dogmatismos. Constituyen un continuo planteamiento de disyuntivas a las que debemos hacer frente. No puede, o mejor no debiera, quedarse uno distante; podemos influir más de lo que parece en las actitudes futuras.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Diciembre 2003.