No a la Constitución europea – Edmundo Fayanás

En estos momentos hay un gran debate en la clase política europea entorno a la Constitución, que ha sido elaborada por una Convención presidida por el francés Valery Giscard D’Estaing.

Lo sorprendente es que, siendo un tema de vital importancia para la vida de los europeos, estos no sepan nada de lo que se está debatiendo. En recientes encuestas, el nivel de conocimiento que sobre la Constitución presentaban los europeos era ínfima. Mal empezamos, pues Europa es un proyecto ilusionante, donde nos jugamos todos mucho. Una vez más, estamos asistiendo a un debate en las alturas, sin que grandes sectores de la población tengan posibilidades de decir nada. Estamos volviendo a la democracia plebiscitaría y cumpliéndose también con el dicho “ todo para el pueblo pero sin el pueblo”.

El hecho de que exista una Constitución, supone un salto muy importante hacia la unión política. La Constitución será a la política lo que el euro ha sido para la economía. Todos queremos una Europa unida en torno a un proyecto político, social y económico.

Durante siglos, los europeos nos hemos matado unos a otros. Fue necesario el descubrimiento del exterminio de los nazis alemanes para que surgiera la necesidad de construir una Europa contra la matanza de europeos, contra el genocidio industrial, contra la conversión de los crímenes de lógica en razón de Estado. Así surgió la nueva Europa.

Esta Europa surgida a través del tratado de Roma tuvo una base fundamentalmente económica. Después de varias ampliaciones, se culmina con la implantación de la moneda europea el EURO.

El intento de crear una Europa como entidad política, es un paso e hito fundamental en la construcción de una Europa unida. Para todos aquellos europeístas convencidos, creemos que este es el paso que se necesita. Pero el gran problema de esta Constitución es su contenido.

¿Qué Europa nos plantean?

Se crea la figura del ministro de Asuntos Exteriores y la de un presidente estable de la Unión Europea. Elimina el derecho de veto en asuntos claves como el control de fronteras o la inmigración, incrementa algo el poder de la Eurocámara, dándole más competencias que las que tiene en la actualidad, intentando un leve proceso democratizador.

Sigue dominando el papel de los Estados quedando muy diluidos el de las regiones y los ciudadanos, no avanzando en un proceso federalista muy apropiado para las características de la Unión.

Incorpora la Carta de Derechos Fundamentales y establece una Cláusula de Asistencia Mutua en caso de ataques terroristas o catástrofes. Impulsa el proyecto de una Europa de la Defensa y abre la puerta a que un millón de europeos exijan iniciativas legislativas.

Según el proyecto constitucional, la nueva Unión de Estados y ciudadanos tomará las decisiones por una doble mayoría: de Estados y de votos, pero estos serán repartidos de forma directamente proporcional a la población. Es este uno de los puntos en los que Aznar y el Partido Popular muestran su disconformidad con el peso que se da a España.

Pero no se preocupen que llegarán a acuerdos por debajo de la mesa, con compensaciones entre unos y otros. Será una compensación que Rodrigo Rato sea el próximo presidente de la Comisión Europea.

En resumen, está Constitución consagra el neoliberalismo como doctrina oficial de la Unión Europea. Estableciendo la competencia como fundamento del derecho comunitario y de todas las actividades humanas. Mantiene la política y los derechos sociales como un añadido artificial de una Constitución basada en la primacía del mercado, sancionando el desmantelamiento de los servicios públicos y en consecuencia certifica la defunción de una Europa social y cultural.
Además, nos dan una Constitución prácticamente cerrada donde es casi imposible su modificación, lo cual todavía dificulta más su aceptación.

¿Está es la Constitución que necesita Europa?

La respuesta es NO. Veamos algunos aspectos muy negativos.

El proyecto de Constitución es muy descorazonador en el tema de la ciudadanía europea. Seguiremos siendo ciudadanos sin plenos derechos en la mayor parte del territorio europeo. Subordina la perspectiva de una plena ciudadanía en Europa al derecho de los Estados a seguir limitándola en su territorio a los que consideran sus nacionales. Asistimos a una contradicción entre la Europa que dice aspirar a la unidad pero que se niega a reconocer todos los derechos políticos a sus ciudadanos.

Es deseable una Europa abierta al mundo, que permita a todas las personas moverse libremente, reconociendo la ciudadanía de residencia a todas los habitantes extranjeros y que respete el derecho de asilo.

No se regula nada de los lobbies. Estos se han convertido en grupos de presión fuera de todo control democrático. El 90% de las oficinas del barrio europeo de Bruselas están ocupadas por lobbistas. Produciéndose una simbiosis con las diferentes direcciones generales de la Comisión Europea, del Parlamento Europeo y de las embajadas de los Estados miembros.

UNICE es el principal grupo lobbista. Es la representación de las patronales que combina su influencia con otras organizaciones como la Mesa Redonda Europea de Industriales. Analizan hasta la última coma de los textos legislativos, con el objetivo de introducir sus posturas antes de que sean aprobadas.

Deseamos una Europa que rechace la guerra y favorezca la solidaridad internacional, todo ello unido a un desarrollo ecológicamente duradero. Queremos el respeto de los derechos de los seres humanos, los derechos sociales, económicos, políticos, culturales y que prevalezcan sobre la lógica de la ganancia, la competencia y la servidumbre de la deuda externa.

Europa debe mostrar su rechazo a los modelos neoliberales actuales que nos llevan a un individualismo atroz y que hace furor con la frase “ ande yo caliente y ríase la gente”. Europa debe ser pues un ejemplo de desarrollo político, social y económico para el mundo.

Buscamos un desarrollo de una economía social que esté al servicio del hombre, donde los valores humanos sean ejemplo para toda las sociedades. Desarrollar una cultura europea partiendo de la diversidad y la multiculturalidad como un proceso enriquecedor evitando la uniformidad.

Este proyecto será refrendado, en junio del 2004. En España será sometido a referéndum consultivo, pero su resultado no obliga jurídicamente ni al Gobierno ni a las Cortes. Estos pueden firmar y ratificar el Tratado que instituye la Constitución Europea aunque la mayoría de los españoles estuvieran en contra de ella.

La convocatoria de este referéndum consultivo servirá para eludir la convocatoria de otro no consultivo sino decisorio, que es imprescindible para hacer compatible la Constitución europea con la española.

Los que defendemos una Europa política democrática, social y económica basada en el hombre, nos debemos hacer varias preguntas. ¿Es ésta la Europa que queremos? ¿Es posible otra Europa? La respuesta es evidente, SÍ. Entonces, ¿qué votamos en el referéndum consultivo que nos propongan. Mi posición es NO. No podemos aprobar con nuestro voto, y en nombre de los ideales universalistas, un proyecto que en la práctica acentuará nuestra alineación política, transfiriendo a terceros, poderes de decisión sobre nosotros mismos sin que estos terceros nos reconozcan como ciudadanos con igualdad de derechos.

La democracia no es una aceptación resignada, sino la armonía disonante que produce la confrontación de ideas y de programas.

Edmundo Fayanás Escuer.
Profesor de Historia.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.