Las necesitamos, nos necesitan: Son las nuevas tecnologías – por Marta Cambronero

Me he criado en esto que llaman la sociedad de la información y, de verdad, llegué a creer que los aparatitos tecnológicos nos llegarían a hacer la vida más fácil.

Soñaba con guardar en formato digital multitud de videos que en VHS ocupan muchísimo espacio, tener banda ancha para bajar mil cosas de Internet, hacer todas las fotos que quisiera con la cámara digital y luego seleccionar sólo lo que me interesara, recibir la televisión por cable o por satélite para tener donde elegir. Lo de tener el DVD en casa junto a la televisión ya me pareció excepcional. Al ser integrado, podría hacer con el mismo aparato varias cosas diferentes.

Pero, maldita sea, qué les pasa a estas máquinas. Convertir de VHS a cualquier formato digital es soporífero, la banda ancha al final de tan ancha que es se queda infrautilizada, la cámara digital de repente pierde las fotos y con la televisión a la carta sólo se ha conseguido multiplicar la basura que entra por nuestras pantallas. Y qué decir de los DVD, que son de un indeciso… hoy leo los discos, mañana no, al otro ya veremos.

Podrían pensar que es que yo compro tecnología barata. Pues sí, así es. Pero por barata que sea, si sale al mercado, debería funcionar.

Hoy mismo, intento llevar a cabo dos operaciones harto complicadas. La primera, imprimir una preciosa foto digital de mis vacaciones. No lo he conseguido. Mi pobre cámara no tiene los requisitos necesarios para sacarle las fotos. Me piden que la grabe en un CD que cuesta 0.75 euros (gracias SGAE), que por supuesto no compro. La segunda, comprar un ratón. Tampoco lo he conseguido; ya no fabrican ratones de entrada “serial”.

Lo decía Moore, el propietario de INTEL, hace unos años: «La informática es una tecnología basura. Cada 18 meses, se duplica la capacidad de los aparatos, por lo que en seguida se quedan obsoletos.» Esto significa que, dentro de 10 años, ninguna de nuestras preciadas maquinitas servirá de mucho. Además, a esto hay que sumarle que todo nuevo avance está diseñado para acoplarse con máquinas también de nueva generación. Así que hay que renovar el repertorio tecnológico continuamente.

Todo esto entra en los cabales del capitalismo: consumir más. Una vez que se sube al carro de la innovación, para no bajar hay que seguir comprando y actualizando.

¿Podremos aguantar esta presión? ¿Podremos seguir actualizándonos a este ritmo de por vida? Lo peor de todo es que el que no quiere subirse al carro de la tecnología pierde también en otras facetas de su vida. Para los estudios y el trabajo, necesitamos cierta tecnología: una dirección de correo electrónico y un móvil es lo mínimo. Esto es lo que hace que llamemos a nuestro mundo actual la “sociedad de la información”, o mejor dicho, “sociedad informacional”, porque lo importante no es la información en sí, sino lo que la información proporciona al cambio de la sociedad y, por tanto, de nuestras vidas.

Ya comienzan a existir los no informatizados. Todavía es permisible, incluso son entrañables esas personas a las que no les ha caído bien la informática y lo hacen saber de una manera cómica: “Deja, deja, si los ordenadores y yo no congeniamos…”. Pero en el futuro cercano parece que asistiremos al desarraigo de los no informatizados. Al igual que en la sociedad industrial quedaban fuera de ella los que no tenían acceso a la producción y al consumo industrial, ahora empezará a ocurrir lo mismo con los que no tengan acceso a la información.

Quién sabe si en el futuro viviremos una ola de neoludismo informático. Quizá creamos que acabando con las máquinas que nos atan a la sociedad (que nos atan en el sentido de que si no las aceptamos acabaremos siendo desarraigados) se pueda acabar con la dependencia diaria que éstas nos crean. Es lo mismo que pensaron ya los trabajadores de fábricas del siglo XIX y pronto se dieron cuenta de que el problema no eran las máquinas. De hecho, las máquinas incluso hasta eran buenas, porque permitían hacer el trabajo en mejores condiciones para los obreros. ¿Quién era el malo entonces? El señor capitalismo, parece, que para que le saliera rentable tanta innovación echó a unos cuantos trabajadores a la calle.

La historia se repite. Ahora no son fábricas, sino que son chips, protocolos y satélites. Quizá más imperceptible, y por eso mismo más peligroso. El amo nos da caramelos más sabrosos pero nos aprieta la misma correa al cuello.

Marta Cambronero. Madrid.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digitial.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Noviembre 2003.