Una cosa es el asombro, sentir el estímulo ante los acontecimietos y realidades de nuestro entorno. La respuesta abarca toda la complejidad de nuestras actividades y reflexiones. Algo muy diferente es el detenerse en ese primer paso de la observación, quedarse ABSORTO y no pasar de ahí.
Desde la superficie, desde fuera si fuera posible, miramos y entretenemos nuestra mente. Ese ENCANTAMIENTO y su excesiva repetición nos conduce a una especie de catatonia colectiva.
Nos empeñamos en autoconvencernos de que ya no existen los encantamientos, son cosas de mundos trasnochados. Las leyendas refieren viajes alucinantes y la literatura abunda en ejemplos tentadores, mas intentamos desdeñar esas situaciones de encandilamiento. Ahora se llevan más los planteamientos forjados en pretendidas evidencias.
Los datos objetivos muestran poco a poco su lado oscuro, proliferan las causas desconocidas, matices inexplicables y, cada vez con mayor fogosidad, afloran manipulaciones de todo pelaje y condición. ¡Esto si que es moderno! La evidencia se va metamorfoseando y como su orígen tiende a la oscuridad. Presenta muchas caras, sus ambigüedades son notorias. ¿Cuáles fueron los intereses que las provocaron? fijémonos donde quedó al fin esa evidencia inicial.
Con su sensibilidad poética, María Luisa Spaziani publicó una historieta sencilla aplicable a estas actitudes: El viejo poeta entró en éxtasis, cuando observo desde su balcón el revoloteo por el patio de dos mariposas enamoradas. Una era blanca, la otra negra. Eros triunfador sobre pretendidas tristezas. Divagaba el hombre sobre preferencias de color, afinidades y atracciones. Su discípulo callaba. Una mariposa blanca pudiera estar enamorada o juguetona. Pero la otra no era más que su sombra en las piedras.
Algo así, algo así. Nos dispersamos observando revoloteos de todas las ondulaciones posibles, requiebros, amores y juegos de colores. Cualquier destello llamativo nos arrastra. Embaucados por los más variados artilugios, atribuímos entidad a cada sombra. No analizamos en demasía. Quedamos conformes con puras sensaciones, lo más novedosas y numerosas posibles. La pretensión, ante tal dominio de los estímulos externos, se traduce en no buscar profundidades.
Escribe Spaziani:
Sobre lo que amamos
alta crece la hierba, y extranjera»
En la línea superficial de los encantamientos, la hierba lleva camino de convertirse en bosque frondoso. Y ello porque resultará complicada una afirmación de haber sido, de ser o de una futura entidad personal. Si no pasamos de ese embeleso inicial con las percepciones llamativas, tampoco alcanzaremos un nivel mínimo de personalidad. Estas secuencias devienen en un atontamiento progresivo, en una faz ronma e inexpresiva. Toda ilusión de un entramado social, ético o huella humana, degenera en puro espanto, frívolo y deshumanizado.
En otros versos menciona la autora antes citada:
en el cielo del pueblo de mi madre…
…Raros pájaros vuelan
en el cielo del pueblo de mi madre»
No deja de ser curiosa esa desnudez del tiempo pueblerino, con un cielo en el que raros pájaros oscilantes se muestran a los observadores. ¡Caramba con la perspicacia poética! En ese pueblo sucederá así, sin duda, pero es notoria la competencia desde los más diversos barrios en grandes ciudades.
Sustituyamos árboles por personas y la desnudez mental se convierte pronto en un exhibicionismo procaz. Se pierde el latín, la gramática, las buenas formas y lo que es peor, hasta las inquietudes necesarias para establecer una vida más digna. Y no hace falta una mención específica para hablar de PÁJAROS RAROS, hay tal abundancia que podemos establecer auténticas clasificaciones. Desde absurdos a cómicos, pasando por trepadores, zánganos, depredadores y escurridizos. No es mal ejercicio esta observación. Si los identificamos bien, quizá podamos escoger mejor las cualidades convenientes.
También nos encantamos engañosamente con las ESTRUCTURAS, llamense medios (TV, grandes contubernios periodísticos, etc.), políticos (candidatos, partidos, grupos de presión), entramados profesionales despersonalizados y multitud de reguladores que nadie regula.
Como dóciles serpientes seguidoras del hilo musical, seguimos con fruición al flautista que nos toca en suerte, o en caso contrario, cada uno se apoltrona dentro de su cesta. Y con estas actuaciones se desarrolla una vida de puro escaparate, o bien de oruga impávida y contumaz.
Encantamientos y nuevos encantamientos.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 20 Noviembre 2003