En torno al Plan Eólico Valenciano – por Marga Vidal

Para el pasado sábado día 1 de noviembre había convocada una jornada formativa-informativa sobre la energía eólica que se celebró en la localidad de Viver, en el norte de la provincia de Valencia.

La asistencia al acto no fue precisamente multitudinaria, aunque sí variada: algún responsable de la política municipal de un municipio afectado, de Chiva, representantes de colectivos ecologistas locales provenientes de diversos municipios, como Ontinyent e incluso vecinos afectados por la futura implantación de algún parque eólico.

Para una persona proveniente de la capital de la comunidad como servidora el tema era casi desconocido. Y por una buena razón. Es un tema que está siendo totalmente escamoteado al discurso público. Algunas de las razones pronto quedaron en evidencia allí mismo.

El Plan Eólico Valenciano señala como zonas de previsible implantación de los parques eólicos las comarcas del interior. Es decir, comarcas en donde hay menos población y de menor peso político, con menor peso mediático. No hay ninguna razón medioambiental que impida plantar molinos de viento en la zona litoral, cuyo valor paisajístico ya está destrozado por la actividad constructora. Resulta obvio que por un lado es el valor de los terrenos, muy alto debido a la salvaje especulación inmobiliaria y por otro el hecho de que todos los trasfondos de esta presunta opción ecológica quedarían mucho más expuestos a la curiosidad pública y mediática.

El proceso a nivel legal está siendo muy oscuro. La intervención del abogado tampoco sirvió para despejar muchas dudas en cuanto al procedimiento y a la posibilidad de los afectados de intervenir en él, para prevenir posibles daños irreversibles e irreparables. Quedó de manifiesto que la común experiencia del ciudadano, la opacidad y arbitrariedad de la administración se repite, si acaso con más intensidad, en este caso.

Se señaló que según el Plan Eólico Valenciano no existe incompatibilidad fundamental en el uso del suelo entre los molinos y cualquier otro uso. Ello podría hacer pensar que no afectaría más que mínimamente en un entorno rural, y que paisajísticamente podría incluso acabar incorporándose al entorno, como han hecho los molinos de viento. Ello sin embargo se contradice con las experiencias en otras comunidades autónomas. De hecho uno de los primeros parques en Navarra se construyó en una cima boscosa. Sin embargo, al observar los promotores que no se alcanzaba el rendimiento previsto, que era aprox. de un 40% menor de lo esperado, indagaron a ver qué pasaba. Al final unos ingenieros alemanes pudieron determinar que los árboles originaban una especie de turbulencias que afectaban a todo el entorno eólico … con lo cual talaron los árboles. Ello en Navarra puede ser triste, pero acá en la Comunidad Valenciana puede ser dramático. Si tenemos en cuenta que hay previstos más de 2.600 aerogeneradores repartidos en quince zonas eso puede suponer la desaparición de un importante número de árboles. Y no debemos olvidar la importante función que cumple el arbolado a efectos de prevenir la erosión. Si colocar un parque eólico en la cima de una loma implica dejarla rasa, quedará desprotegida un área muy grande, no sólo el área arrasada.

Lamentablemente no asistió el ponente previsto para exponer los factores agresivos para el medioambiente que suponen los parques eólicos. Afortunadamente el representante navarro nos pudo contar algunos detalles como el de la tala de árboles. Otra agresión medioambiental la suponen las infraestructuras necesarias para hacer llegar los aerogeneradores a esos lugares, a menudo tan inaccesibles. Para subir los componentes, de una envergadura importante, se necesitan pistas de al menos 9 metros de ancho, y cuando hacen falta maniobras, unos radios igualmente significativos. Esto supone más sacrificio de terreno.

Otro de los aspectos mencionados por el ponente navarro fueron los residuos industriales que generan las plantas, y que no reciben ningún tratamiento especial, aprovechando justamente entornos poco accesibles en áreas despobladas. El mantenimiento de los aerogeneradores requiere el uso de sustancias nocivas, y los residuos generados se dejan casi siempre abandonados a la intemperie. Los propios aerogeneradores destilan grasa de litio que cae al terreno, hasta dos kilos y medio anuales por cada uno, y allí queda abandonada, formando charcos y filtrando.

En el borrador del Plan Eólico Valenciano se señalaba que las líneas de alta tensión, que son las que transportan la energía generada para incorporarla a la red, deberían ir enterradas en caso de atravesar zona de arbolado. Ya que cualquier chispa puede ocasionar un incendio, que dado nuestro entorno altamente inflamable en verano como vemos un año tras otro, es un riesgo muy importante. El plan definitivo ha eliminado este requisito. Lo cual tiene una doble lectura. O bien desaparece una cautela, aliviando la carga financiera de la inversión, o bien ya está prevista la tala absoluta. Ambas cosas son nefastas desde el punto de vista medioambiental.

En primer lugar porque aunque cabe suponer que la dinámica eólica no variará mucho de un entorno a otro, es decir, de Navarra a la Comunidad Valenciana, por una cautela elemental no se deberían talar árboles más que cuando fuera inevitable, y eso sólo se puede ver sobre la marcha. Está por ver además que la generación de energía en condiciones como se está haciendo tenga algún sentido, fuera del económico. Y el económico viene dado por las subvenciones, no nos equivoquemos. En el momento en que se acaben las subvenciones podemos encontrarnos con parques eólicos abandonados y montes destrozados.

Las energías renovables tienen un sentido que se desfigura totalmente en las condiciones en que se está implantando actualmente. La única razón que está moviendo su implantación es de maquillaje político para una cultura económica del crecimiento por encima de todo. Un crecimiento que pasa invariablemente por el crecimiento del consumo energético: más producción de cacharros que consumen energía (desde electrodomésticos hasta vehículos) y más proporción de la población consumidora de cacharros. La energía renovable tiene sentido cuando el núcleo productor de energía está junto al consumidor de la misma. Da vértigo pensar que con el transporte de energía se pierde un tercio de la misma por el camino. Las grandes compañías hacen tal volumen de negocio que pueden asumir esa pérdida, que pagamos nosotros vía impuestos y vía subvenciones, claro está. Pero medioambientalmente es un desperdicio inmoral, que estamos haciendo pagar al planeta de una forma absurda. Lo único que nuestros actuales modelos energéticos hacen es enriquecer a los accionistas de las grandes compañías. Todo el debate está siendo además escamoteado al público, con nocturnidad y alevosía. Las compañías que manejan los oligopolios energéticos están seduciendo a los colectivos ecologistas con falsos señuelos y todo ello de espaldas al público. Los medios de difusión de información son rehenes en la medida en que dependen de los grandes anuncios publicitarios de las grandes compañías, y apenas queda ya prensa independiente, desde luego no con gran difusión.

Marga Vidal. Valencia.
Colaboradora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona. 4 Noviembre 2003