El agua: el desastre ecológico del mar Aral – Edmundo Fayanás

El mar Aral, se encuentra situado en la zona centro-asiática de la antigua Unión Soviética. Era la cuarta superficie acuática interior del planeta, con más de 66.000 Km², con una cuenca receptora superior a los 900.000 km².

Dos son los grandes ríos que vierten sus agua al mar Aral, el Syr Dariá y el Amú Dariá. El Syr Dariá es el río más grande de Asia Central con 3078 km de recorrido ( tres veces el Ebro), con una cuenca fluvial de 462.000 km². En su cuenca se encuentran las principales regiones productoras de algodón de Uzbekistán y de diversos tipos de plantaciones de Kazajstán, Tayikistán.

El Amú Dariá nace en las montañas de Afganistán, recorriendo 2620 km., pasa por Tayikistán, Turkemenistán y Uzbekistán.

La principal actividad del mar Aral era la industria pesquera, que proporcionaba más de 50.000 Tm. anuales, siendo la forma de trabajo de varias miles de personas.

Con los planes quinquenales centralistas de la antigua Unión Soviética se decide transformar las cuencas del Amú Dariá y del Syr Dariá en inmensos campos de producción agrícola a través de la irrigación.

Esta política desarrollista sin fundamento, ha provocado no el desarrollo de la zona sino una regresión de muy difícil solución. Con esta desmesurada práctica de irrigación, lo que se ha conseguido es que los afluentes del Syr Dariá no lleguen a él, pues sus aguas son utilizadas completamente para el regadío. Lo mismo ocurre con el río Amú Dariá que en sus últimos 1.200 Km. Han desaparecido sus afluentes.

Esta agricultura extensiva, que se impuso, ha sido practicada durante los últimos decenios por la Repúblicas centroasiáticas. El uso y abuso de las aguas de estos grandes ríos para la irrigación del llamado “ oro blanco” ( el algodón), está en el origen del desastre del mar Aral. En la década de los setenta y ochenta, se pusieron en producción más de siete millones y medio de hectáreas, que doblan las que toda España tiene en regadío. Esto ha provocado que la cantidad de humedales haya descendido más del 85%.

Las consecuencias de todo ello son claras. Las aguas que vierten estos dos ríos al mar Aral son mínimas, creándose una situación muy preocupante. El mar Aral ya no tiene 66.000 Km² de superficie, sino que se ha reducido hasta los 26.000 km² y continúa descendiendo. Los tres millones y medio de habitantes que vivían en sus costas han visto desaparecer su modo de vida. Los 40.000 km2 de perdida de superficie de agua (casí la superficie de Aragón) se ha convertido en un desierto salino, de vida imposible y surcado por numerosos barcos varados y abandonados. Esto ha provocado una disminución considerable de la lluvia, que ha servido para deteriorar mucho más su situación.

El principal puerto pesquero que tenía el mar Aral era Aralsk, hoy se encuentra a 80 km. de sus aguas. Existían 178 especies de peces y mariscos, hoy apenas sobreviven 38.

Además, esta situación ha provocado consecuencias nefastas para la vida humana. Los ecosistemas del delta han degenerado y se han registrado un aumento de enfermedades graves: cóleras, tifus, gastritis y diversos tipos de cáncer.

Las enfermedades respiratorias, como el asma y la bronquitis, se han disparado. Un dato significativo, la mortalidad infantil es cuatro veces superior a la que se da en el resto de la ex Unión Soviética.

La multiplicación de las tormentas de polvo salino han transportado la sal del mar Aral a las tierras cercanas, convirtiendo en estepas improductivas decenas de miles de km².

He aquí, un ejemplo claro de falso desarrollismo económico, con gravísimas consecuencias para la vida humana. Como dice el refrán “el hombre es el único animal que tropieza más de una vez en la misma piedra”. Aquí en España, estamos asistiendo atónitos, al desarrollo del llamado trasvase del Ebro, cuya perversidad es reconocida por todo el mundo científico, que se plantea desde el fundamentalismo político de Aznar y el Partido Popular. Este trasvase tendrá consecuencias nefastas para el conjunto del país.

Para intentar solucionar la gravedad que supone el desastre ecológico del mar Aral, se va a intentar arreglarlo, con la construcción de un dique que separe el llamado Pequeño Aral en el norte, del Gran Aral en el sur. Este proyecto será financiado por el Banco Mundial con unos setenta y cinco millones de euros. La finalidad es que las pocas aguas que vierte el río Syr Dariá en el Gran Aral, donde se pierden por los problemas de evaporación, pase al Pequeño Aral. Con esto, se intenta al menos salvar parcialmente una parte del mar para posteriormente ir buscando una lenta pero continua recuperación del resto.

Este dique será de arena recubierta de conchas marinas y rocas, para que pueda resistir a las olas, y se elevará en tres metros sobre el futuro nivel de las aguas del Pequeño Aral. Se calcula que en cinco años su nivel habrá crecido unos cuatro metros y se habrán recuperado unos 600 km² ( el 1% de la extensión originaria del mar). Posteriormente, se dejará pasar mediante esclusas el agua sobrante al Gran Aral.

También se realizarán obras a lo largo del recorrido del río Syr Dariá para lograr que aumente el flujo del agua dulce que llegue hasta el mar Aral.

Con este proyecto se piensa que disminuirá la salinidad de las aguas, lo que hará que aumente la cantidad y variedad de peces y mariscos que hay hoy en él, con lo que se intentará poner en funcionamiento la industria pesquera. Se prevee un aumento de las lluvias, con lo cual los pozos artesianos mejorarán. Todas estas soluciones deberán tener consecuencias positivas para la salud, con una disminución de los casos de cáncer, de esófago y estómago, causados por la alta salinidad de las aguas.

El aumento de las lluvias producirá una disminución de las tormentas de polvo y en consecuencia una disminución de las enfermedades respiratorias.

En el centro del mar Aral está la isla de Vozrozhdeniye. La cual, para completar el desastre ecológico, fue utilizada para que se enterraran, en 1988, centenares de toneladas de bacterias de ántrax. El ántrax fue puesto en barriles con lejía y enterrados en pozos de dos metros de profundidad. Quince años después, semejante cargamento aún muestra actividad, con esporas todavía vivas. El problema de la contaminación bacteriológica es clara y ésta aumenta por el problema de desecación del mar Aral.

He aquí un caso claro de mala utilización del agua por el hombre, en donde en nombre del progreso y la modernidad, no sólo se ha avanzado sino que se ha destruido la vida humana. Los españoles deberíamos aprender que con el trasvase del Ebro estamos en una situación parecida y es un gravísimo error de mala utilización del agua y de consecuencias difícilmente reversibles.

Edmundo Fayanás Escuer.
Profesor de Historia.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona. 21 Octubre 2003.