Todo lo que toca Bush lo empeora. Sólo hace falta repasar algunas actuaciones que ha desarrollado a lo largo de sus tres años de gestión presidencial.
Veamos. Cuando se ataca a Afganistán y se derrota a los talibanes, nos prometen un Afganistán democrático, pacífico y desarrollado. La realidad es muy diferente.
Nos encontramos con un gobierno presidido por Hamid Karzai, que se ha convertido en la mascota preferida de las tropas de ocupación. Un gobierno que sólo controla la ciudad de Kabul. Los señores de la guerra siguen haciendo de las suyas. De los dieciséis ministros que lo componen, diez tienen pasaporte norteamericano. Cabe recordar que el propio Karzai trabajó para la petrolera norteamericana UNOCAL y vive rodeado de soldados norteamericanos, puesto que teme por su vida si fuera protegido por los afganos.
Los incorruptibles guerreros de la lucha contra la droga se han instalado en Afganistán para garantizar cultivos libres, fronteras libres y tráfico libre. Lo que han conseguido en este primer año de la liberación, es que Afganistán pase a ser el primer abastecedor de opio, heroína y morfina. Con los talibanes, su producción era de 185 tm., ahora ha pasado a 3.400 tm., con un valor en el mercado de 1.200 millones de dólares y con tendencia a seguir aumentando la producción. Tony Blair tuvo que reconocer en enero de este año, que de Afganistán proviene el 90% de heroína que consume Gran Bretaña.
De la prometida reconstrucción de este país arrasado, ya nada se sabe, ni nada se habla. De los miles de millones de dólares prometidos, no se han visto por ningún lado. Ni los organismos internacionales, FMI y Banco Mundial dicen algo.
Según el informe Human Rights Wath sobre Afganistán, de julio último, nos habla de los abusos de los derechos humanos que están siendo cometidos por los señores de la guerra que recibieron el apoyo de los Estados Unidos y sus aliados, tras la caída de los talibanes, en diciembre del 2001.
Esta es la realidad, que ha dejado la política unilateral e imperial de Bush en Afganistán.
El personaje predilecto de Bush para Irak es Ahmed Chalabi. Este personaje se exhilió hace 45 años. Dirigió el Petra Bank en Jordania, quebrándolo y huyendo del país. Dejó un quiebra de 500 millones de dólares desvanecidos en el aire y miles de accionistas robados y arruinados. En 1992, los tribunales jordanos lo condenaron a veinte años de cárcel y de trabajos forzados.
Nada de esto impidió que Chalabi fuera el consejero predilecto de la Administración Bush. Su colaboración ha hecho posible que los invasores mintieran con admirable sinceridad, antes, durante y después de la guerra de Irak.
Una vez terminada ésta, Irak se ha convertido en un avispero de muy difícil solución, como algunos ya preveíamos. Basta recordar las recientes palabras del teniente general español, Luis Feliú, comisionado del gobierno de Aznar en Irak, que describe así la situación: “no se ha llegado a los mínimos, ni en el suministro de electricidad, ni en el del agua, ni en el nivel de empleo… Faltan carburantes. Todo esto crea un descontento que es un campo abonado para los terroristas. Por eso no hay seguridad, y sin seguridad no es fácil mejorar los servicios mínimos… Nos encontramos en un círculo vicioso, del que es muy difícil salir”.
Este mismo general dice “Irak se ha convertido en un nuevo campo de batalla contra el terrorismo”. Al mismo tiempo, las cadenas mediáticas nos bombardean con el terrorismo musulmán. Pero cabe hacer unas reflexiones. El primer terrorismo es el de las potencias ocupantes, Estados Unidos, Inglaterra, España que saltándose la legalidad internacional se convierten en juez y parte. Ahora se quejan del otro terrorismo. Pero, ¿que esperaban? Volviendo a nuestra historia, ¿qué hicimos los españoles durante la Guerra de Independencia, Sr. Aznar?
Para los que pensamos y vivimos por un mundo civilizado y regido por leyes, hemos de decir que la situación que ha provocado Bush en Irak no nos gusta. Hemos criticado con dureza la intervención norteamericana en Irak y criticamos con dureza todo tipo de terrorismo, venga de donde venga. Este es el grandioso legado de Bush en su política exterior.
Pero este desastre, es igual o peor en el campo medioambiental. Así, estrenó su política ambiental, con la negativa a firmar el protocolo de KIOTO, complejo acuerdo internacional dirigido a reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Para Bush, este tratado supone una imposición intolerable sobre las empresas norteamericanas. Cree que las normas ambientales son ataduras burocráticas que limitan el sacrosanto derecho de la libre iniciativa empresarial.
En su política de apoyo a los intereses empresariales de las grandes corporaciones petrolíferas, diseñó el plan para explotar los yacimientos en el parque nacional ártico de Alaska y en la costa californiana. Esto, según Bush, supondría un incremento de la autonomía energética norteamericana sin deterioro medioambiental, generando un espectacular crecimiento económico.
En su carácter depredador, Bush se ha planteado la destrucción de los bosques, con la tala de millones de árboles. Para ello, argumenta la seguridad, pues permite arrasar bosques enteros que pudieran amenazar en caso de incendio, pequeños núcleos urbanos o incluso casas aisladas. Ha permitido que las empresas madereras norteamericanas, amenazadas por las exportaciones canadienses, talaran hasta la mitad de los árboles en grandes zonas boscosas. Era una forma, según él, de prevenir los incendios forestales, a la vez que ayuda a la industria norteamericana.
Debemos ser conscientes del desastre ecológico que se está permitiendo en nombre de la modernidad y cuya finalidad es que las clases poderosas norteamericanas salgan favorecidas.
Que decir de su política económica, con déficit estatales gigantescos, basada en una política fiscal injusta favorecedora de las clases pudientes.
Podemos resumir diciendo que el legado de Bush se basa en dos conceptos. En primer lugar, desarrollando una política en todos los ordenes que favorezcan siempre los intereses de las clases privilegiadas. En segundo lugar, se caracteriza por su ultraconservadurismo político y religioso. Como dice el padre Mariana, en nuestro Siglo de Oro: “ningunas enemistades hay mayores que las que se forjan con voz y capa de religión, los hombres se hacen crueles y semejantes a bestias feroces”.
El fanatismo religioso de Bush, olvida que los seres humanos somos limitados y no superhombres por encima del bien y del mal. La religión es una de las peores tentaciones fanáticas, porque deja él animo tranquilo en su intransigente error, ya que se siente el enviado del cielo para arreglar el mundo.
Estas políticas que desarrolla Bush, son copiadas por Aznar y el Partido Popular. Esperemos que PRONTO la gente despierte de este mal sueño ultraconservador norteamericano y español.
Edmundo Fayanás Escuer.
Profesor de Historia.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona. 15 Octubre 2003.