El Inconformista Digital ha tenido el privilegio de poder asistir al preestreno de la película Te doy mis ojos de Iciar Bollain en Toledo y en Madrid.
Es ésta una película para la que los espectadores, tan acostumbrados a un cine lleno de efectos especiales, grandes explosiones, superfluo y bobalicón, no estamos preparados.
La película retrata la vida de unos personajes con los que cualquiera de nosotros nos podríamos identificar: Antonio (Luis Tosar) posesivo y violento; Pilar (Laia Marull) sometida por esa violencia y perdida dentro de si misma entre los turbios humos del miedo; Ana (Candela Peña) la hermana que, como nosotros, ve lo que está pasando y no sabe que hacer; Aurora (Rosa Mª Sardá) la madre que no quiere ver y que mira hacia otro lado; y una suerte de personajes secundarios que enhebran una tensión narrativa conducida por la mirada y la cámara de Iciar Bollaín, sumergiéndonos en el submundo de la realidad más íntima y desconocida: la de la violencia doméstica.
La película no da tregua. Desde el primer fotograma se propicia una tensión asfixiante que deja al espectador pegado a la butaca. Lo que se ve y lo que no se ve, es decir, aquello que intuimos, es igual de aterrador. Siempre que el maltratador abre la puerta de la casa se nos encoge el estómago, porque, de algún modo, también está invadiendo la habitación de nuestros miedos. Cuando intentamos coger aire, la música de Alberto Iglesias, que se manifiesta como una ilustración de silencios seculares, nos lleva de nuevo a la zozobra. Ese violín adágico y agónico que, como una luz de gas, hace tintinear las sombras y ese piano narrando sonidos de una ternura estremecedora, terminan de sustraernos el aliento de nuestra propia intimidad resquebrajada. El dolor, que se arropa en un grito apagado, necesita de esas gotas de poesía sonora, como una herida necesita un coagulante para dejar de sangrar.
Iciar Bollain y Alicia Luna, guionistas de la película, se preguntan y nos preguntan a lo largo de toda la cinta sobre lo que nos enseñan a través de los personajes.
Es una película llena de espejos, un retrato brutal de una realidad sobrecogedora y terroríficamente humana. La directora nos hace cómplices y pasamos a forma parte del lienzo. Como en esos cuadros donde los mirones se convierten en mirados, nosotros, que miramos sin ser vistos, somos las víctimas atravesadas por los ojos del dolor de los personajes. Cuando se encienden las luces, los rostros desencajados de los espectadores emergen de las sombras con palidez pétrea, sobre la que se asoman los ojos como balcones de cristales rotos y cortinas rasgadas.
Pero también nos enseña cosas: el peligro de regalarse a la visión de otro para dejar de verse una misma y la esperanza de que cuando una puerta se cierra otra se abre.
Te doy mis ojos es una película que dará mucho que hablar y sobre la que hombres y mujeres deberían debatir, porque todos, más temprano que tarde, hemos de mirar al espejo de nuestras sombras para acabar con los fantasmas del aislamiento.
No se la pierdan, aunque les duela.

( fotograma de la película / © alta films)
Mar Molina. Toledo. 12 Octubre 2003.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.