Nobel de Efectos – por Pedro Prieto

La teoría científica concebida por la imaginación del hombre, es un conjunto de leyes que se elaboran a partir de un método conocido, que se denomina el método científico y que se basa en una observación rigurosa de los fenómenos (las causas), que producen determinados efectos de forma regular,(…)

(…)sistemática y verificable y que permiten elaborar unas leyes, que siempre se cumplen, para una misma relación causa-efecto con lo que se constituyen lo que se denominan las ciencias, que permiten entender mejor el mundo real en el que los seres humanos viven.

Pues bien, el presidente de gobierno español se acaba de presentar en una conferencia en las Naciones Unidas, que se titulaba “las raíces del mal” y estaba referida al terrorismo. ¿Y qué vino a decir? Pues que en los casos de terrorismo no hay que perder el tiempo analizando las causas, sino sólo los efectos, dejando patidifusa a la audiencia. Está claro que a este hombre le sobra el ministerio de Ciencia y Tecnología. Y como todos los terrorismos son igualmente malos, suponemos que, de la ONU, habrá ido corriendo a demoler inmediatamente la estatua erigida, en la cabecera del Rastro madrileño, en honor del famoso terrorista suicida español Eloy Gonzalo, alias Cascorro, hasta ahora considerado héroe; estatua que le representa en el mismo acto pionero de inmolación, con una lata de gasolina bajo el brazo, intentando achicharrar a unos naturales de un país ajeno, en el que se había infiltrado.

Abolidas que fueron las causas, no existiría pues, la relación causa-efecto y así podría crear un ministerio de los Efectos, con Rappel al cargo. Los Efectos tendrían rango de “ciencia social”, como la economía, que tan bien dirigen las derechas y a cuyo ministerio sí que dan preponderancia, aunque los economistas ni siquiera alcancen el grado de los meteorólogos, porque éstos, al menos, a veces aciertan el clima que puede hacer en una región al día siguiente. En economía, no hay ni un solo científico económico que dada una causa pueda predecir un efecto con carácter científico, pero hay miles de especialistas de altísimo nivel, capaces de dar una explicación a posteriori (post hoc ergo propter hoc), de por qué la bolsa se ha hundido o los valores se fueron a los cielos, apenas dos minutos después del suceso. Y lo mismo que los economistas se crearon un Nobel de economía que Alfred Nobel nunca concedió y se buscaron a bancos para que lo dotasen económicamente y usurparon el nombre, incluso en contra de los herederos del físico sueco, se podría crear el premio Nobel de los Efectos y dar el galardón a Aznar, por descubrir una nueva forma de analizar el mundo. A Aznar le cae ahora una manzana sobre la cabeza y dispara sobre ella, en vez de inventar la ley de la gravedad.

Pedro Prieto Pérez.
Madrid.

Cartas de los lectores.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 26 Septiembre 2003.