La muerte de la socialdemocracia – por Edmundo Fayanás

La socialdemocracia surge como un movimiento político a finales del siglo XIX. Pero será en los inicios del XX cuando adquiera cada vez mayor importancia. En estos inicios las diferencias entre los partidos socialdemócratas y los partidos burgueses eran claros y evidentes. La socialdemocracia hacía una defensa del Estado social.

Después de la II Guerra Mundial, el proyecto socialdemócrata se actualiza y pasa del Estado social al Estado del bienestar. La vanguardia socialdemócrata es encabezada por el partido laborista británico, que propone un programa político que pasa por las nacionalizaciones, como la del Banco de Inglaterra, las fuentes energéticas, carbón, electricidad y el transporte.

Los laboristas, al mismo tiempo desarrollan el Estado social al máximo, pasando al denominado Estado del bienestar. Así se va de los seguros de enfermedad, accidente de trabajo, vejez, maternidad, a la ayuda social que establece una cantidad semanal garantizada para todo aquel que lo precise y se produce la extensión del servicio médico gratuito para todo el mundo.

Pero también se desarrolla otro modelo socialdemócrata a seguir que es el de Suecia. En vez de hacer nacionalizaciones, los socialdemócratas suecos utilizan como instrumento principal de redistribución para su política social, la política fiscal. Deja la economía en manos privadas, mientras que el Estado se centra en una política de igualación social que es financiada a través de impuestos.

La crisis energética de los años setenta está en el origen del cuestionamiento del Estado del bienestar. El modelo socialdemócrata es cuestionado cuando el modelo económico keynesiano no da resultado contra el desempleo, y hay que elegir entre una inflación que, si seguía aumentando el gasto público, amenaza con no controlarse o aceptar el paro como algo inevitable.

La caída del muro de Berlín, ha dejado al mundo con un solo modelo social-económico. La internacionalización posterior del proceso productivo, pone en cuestión los fundamentos mismos de la política socialdemócrata, siendo solo aplicable únicamente en el interior de un Estado capaz de ordenar el mercado.

La clase obrera vive un proceso de disolución, fragmentada en sectores con intereses, culturas, formas de vida muy diferentes y sin la protección de las grandes organizaciones de clase, justamente en un momento en que los dueños del capital no divisan enemigo que tomar en consideración.

La descomposición de las clases trabajadoras convierten en caducas las formas de organización y de luchas que éstas últimas habían construido en el periodo anterior. Las cuales habían sido eficaces por haber estado adaptadas a las condiciones de la época, pero que ya no lo están en las nuevas condiciones. Es en estos momentos de transición cuando las relaciones de fuerzas sociales basculan a favor del capital.

La revolución tecnológica significa que puede ser producida más riqueza mediante menos trabajo, sin que la pretensión de que este resultado no podría ser obtenido más que con la condición de conceder al capital su poder sobre el trabajo, conservando la potencia que había tenido hasta ahora.

Tras la caída del mundo soviético, el neoliberalismo conservador considera que su gran enemigo es el Estado del bienestar, por considerarlo una entidad burocratizada e ineficaz, que perjudica el rendimiento y la responsabilidad económica y que tiene un excesivo coste económico.

En la década de los noventa, tanto el presidente demócrata Bill Clinton como el premier laborista Tony Blair intentaron crear la denominada “ Tercera Vía”. Pero ésta partía, desde mi punto de vista, de conceptos erróneos, pues aceptan que el Estado del bienestar está en los orígenes de los problemas económicos actuales, cuando no es así, si vemos el modelo sueco u holandés.

Clinton confiaba en la orientación positiva del ciclo económico capitalista, como así fue, solucionaría los problemas, pero esta bonanza no fue acompañada de verdaderas inversiones sociales.

Pienso que la socialdemocracia actual ya ha abandonado la visión reformista del capitalismo y se dedica exclusivamente a su gestión, sin demasiado éxito. Algunos gobiernos socialdemócratas europeos ya habían incorporado a sus programas políticos elementos muy sustanciales del liberalismo, como es el caso de la Tercera Vía de Tony Blair, con unos costes económicos y sociales elevados.

Recientemente se ha celebrado en Londres una reunión de amplios sectores socialdemócratas, con la finalidad de actualizar su proyecto, poniendo como modelo la sociedad británica, ejemplo según ellos a seguir por Europa.

Si el modelo europeo a seguir por los socialdemócratas es el británico, creo que nos lleva a un desastre de consecuencias impredecibles. No es de extrañar nada, el furor británico que actualmente tiene Aznar. Veamos el modelo de Tony Blair.

Gran Bretaña es uno de los países de la Unión Europea con menor tasa de creación de empleo. Tiene uno de los Estados de bienestar menos desarrollados, con uno de los menores gastos públicos en sanidad y educación de la Unión Europea, casi al nivel de España.

Gran Bretaña es uno de los países con menor movilidad social y mayor pobreza entre niños y pensionistas. Esto entra en contradicción con el discurso de Blair, al ofrecer igualdad de oportunidades a todos los jóvenes, independientemente de su clase social.

Tiene una de las políticas públicas menos redistributibas de la Unión Europea, siendo el país europeo con mayores desigualdades sociales. La décima parte de su población más pobre es la que tiene menor renta disponible de la UE, mientras que la décima parte superior es la que tiene mayor renta de la UE. No me extraña que Aznar muestre su fervor por Tony Blair, teniendo en cuenta que éste le da una aureola de moderno. Si el modelo europeo futuro es el que nos propone Tony Blair, creo que es claro que la socialdemocracia ha muerto como modelo político alternativo y en consecuencia hay que buscar, diseñar y elaborar una alternativa diferente al modelo propuesto, pues ni el liberalismo actual ni el modelo socialdemocrata propuesto, que es más de lo mismo, soluciona el problema de la humanidad. Provocando mayor desigualdad social y un caos económico terrible.

La realidad es complicada, con un capitalismo en etapa senil y con una socialdemocracia muerta, las perspectivas sociales y económicas del mundo pasan por los movimientos antiglobalización, con el lema “ es posible otro mundo”.

Pero este movimiento antiglobalización se enfrenta a miles de ideólogos norteamericanos y europeos que insisten en que la “solidaridad social” es una fantasía. No hay nada que deseen más que anular los últimos cincuenta años de política social y económica en Europa. Por eso es muy importante que tanto los intelectuales como los progresistas europeos, defiendan y apoyen con intensidad el Estado del bienestar. Como un gran logro social de justicia.

A mi modo de entender, la alternativa pasa por la inversión de las relaciones sociales que aseguren la dominación del capital en general y la de los centros sobre las periferias. Hemos de elaborar un sistema por el cual la integración de los seres humanos se haría no por el mercado sino por la democracia en su sentido más pleno y más rico.

Edmundo Fayanás Escuer.
Profesor de Historia
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona. 26 Julio 2003.