La política exterior española – por Edmundo Fayanás

Los últimos acontecimientos mundiales han puesto de manifiesto el cambio de la política exterior española que ha provocado el Partido Popular. Este cambio, tan importante, no ha sido discutido ni en el Congreso y que yo sepa tampoco aparecía en su programa electoral.

El aspecto más llamativo es el radicalismo de ese cambio, donde se valora mucho la relación atlántica en menosprecio de la europea. Además, esta nueva relación alcanza unos niveles de dependencia y sumisión a los Estados Unidos que provoca sonrojo. Pero no es sólo eso, sino que al mismo tiempo se aleja y erosiona el proyecto europeo.

La argumentación que se da desde el Partido Popular para este cambio está basada en tres ejes de análisis.

En primer lugar, que ETA y sus organizaciones afines, son el principal problema político de España, lo que permite comprender que después del 11S y la puesta de largo del megaterrorismo, hace que el gobierno del Partido Popular se sienta más próximo a la percepción de los americanos que a la de los europeos.

En segundo lugar, el Partido Popular cuestiona el proyecto mismo de Europa, pues no le gusta nada la futura Europa que se diseña. Porque si España se integra plenamente en ese proyecto, la ampliación actual desequilibra, según ellos, su papel, colocándonos en los márgenes surorientales de la Unión. Es decir, piensa que se marginaliza a España.

En tercer lugar, hay otro tema que le horroriza al Partido Popular, es la posibilidad de una futura Europa de los pueblos, en contraposición de la Europa de los Estados que ellos propugnan. De ahí su horror a la palabra federalismo. La solución al proyecto europeo pasa, le guste o no, al Partido Popular por el modelo federal, tema que también debe darse en España, si queremos de una vez solucionar los problemas con el nacionalismo periférico y con el País Vasco en particular.

Es urgente, una discusión profunda sobre cual debe ser la política exterior española.

Desde mi punto de vista, el objetivo prioritario de España debe ser Europa.

1º ¿Qué Europa debe defender España?

Los españoles somos y nos sentimos europeos. Desde una posición progresista, España debe defender evidentemente una Europa de los pueblos, con un modelo federalista, con la máxima ampliación de los criterios democráticos, con un fortalecimiento de su economía y de su moneda, el euro. Buscando una consolidación del modelo social y con un amplio desarrollo cultural. Este modelo es el que horroriza al PP, que busca la Europa de los Estados, con unas superestructuras fuera del control democrático y con la desaparición del modelo social europeo, planteando como alternativa el modelo anglosajón, entendiendo a Europa exclusivamente como un mercado de libre comercio.

La posición del gobierno del Partido Popular ante la Constitución europea tiene difícil defensa pública, quedándose continuamente en minoría, pues apoya a los sectores más obstruccionistas y retrógrados de Europa.

Tal como está la situación actual, vamos a una Europa de dos velocidades. Aquellos que están por impulsar al máximo su desarrollo político y aquellos que sólo ven Europa como un mercado, debido a su sumisión a los intereses de la Administración republicana norteamericana.

Sería bueno, que el Partido Popular explicara públicamente cual es su planteamiento ante la nueva situación europea y en cual de las dos velocidades quiere que estemos.

Desde una posición progresista, los españoles deberíamos apoyar el máximo desarrollo político de Europa, intentando darle también un mayor contenido social, del que el actual proyecto constitucional que nos proponen, carece.

Varios son los factores que deberíamos analizar:

Por una política europea común de defensa.

Ésta debe alejarse de la pretensión de convertirse a largo plazo en una potencia hegemónica, sino en ser un factor de equilibrio mundial.

Su actuación debe basarse en la prevención y solución pacífica de los conflictos, en el respeto a la legalidad internacional y por supuesto, en el rechazo de las guerras preventivas. Potenciando el multilateralismo y la cooperación.

La idea de que la Unión Europea tiene que basar su seguridad y su defensa en la OTAN, no debe sostenerse por más tiempo. La OTAN ha muerto y debe desaparecer, porque su finalidad y estructura no sirven en el mundo actual.

Si la Unión Europea unificara sus presupuestos militares, sería ya la segunda potencia militar. Los gastos militares de los quince países de la U.E., en 1998, fué de 175.000 millones de dólares, mientras que Rusia gastó 44.000 millones de dólares.

La Unión Europea tenía en el 2001, el doble de tanques, artillería y helicópteros, un 40% más de aviones de combate y medio millón más de soldados que Rusia, que sería la tercera en este tipo de armas.

Se está defendiendo en estos momentos la necesidad de aumentar los gastos de defensa europea. Creo que los presupuestos de defensa son suficientes, pero mejoraría ésta, si se aliviaran los niveles de burocracia existente, con múltiples duplicidades junto a una política armamentística y de desarrollo tecnológico común europea.

España debería prever, que en la futura Constitución europea, existiera la posibilidad de que los países que lo deseen puedan crear una eurozona de defensa, que cuente con fuerzas predeterminadas, capacidad de mando y control integrados con capacidad de despliegue. Desde una posición progresista España debería participar en esa fuerza.

Por una política exterior común.

La guerra de Irak hizo que los europeos tomásemos conciencia de la falta de una política exterior común. El papel de los Estados Unidos, el futuro orden mundial, la relevancia del Derecho Internacional y de la ONU han puesto de manifiesto las fuertes divergencias existentes entre los europeos y en consecuencia la necesidad de unificar su política exterior.

La guerra de Irak ha provocado una separación entre los países continentales y los anglosajones y por otro, en el continente, entre la Vieja Europa y los nuevos candidatos de la Europa central y del Este a la adhesión.

Se está produciendo una diferencia entre los países que desean realmente una profundización política de la Unión Europea y aquellos que tienen un interés en congelar el proceso actual del gobierno intergubernamental y permitir como mucho un cambio cosmético.

La posición del gobierno del Partido Popular pasa por esta segunda visión de Europa. Desde mi punto de vista, España debe apoyar y sumarse al grupo de países que están dispuestos a otorgar a la Unión Europea competencias amplias en política exterior. Estos países deberán hacer uso del mecanismo de cooperación reforzada acordada en Niza.

Los países de la vanguardia europea, entre los que sería bueno que estuviera España, deberán hacer de locomotoras del resto de países. Cuanto más rápidamente los países vanguardistas adquieran capacidad para su actuación exterior, en una sociedad mundial compleja, donde no cuentan solo las divisiones, sino las agendas de negociación, las relaciones y las ventajas económicas; antes conseguiremos que todos los países europeos opten por una política exterior común amplia.

La Unión Europea debe poner su peso en la balanza para equilibrar el unilateralismo hegemónico de Estados Unidos. Influyendo en el diseño de una futura política interior mundial, en las cumbres económicas mundiales y en instituciones como la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

En definitiva, la Unión Europea se debe destacar por promover el diálogo regional y las soluciones negociadas antes que el choque entre civilizaciones, favoreciendo la cooperación al desarrollo y la protección al medio ambiente.

La estructuración territorial y política de Europa.

Desde posiciones políticas progresistas se debe luchar por una estructuración federalista de Europa, donde se encuentren representados todos los pueblos. Debemos buscar la máxima democratización de todos los órganos de representación y que estos estén dotados de amplias competencias. Nada de esto ha sido defendido por el gobierno del Partido Popular.

Desgraciadamente nos dan un marco constitucional donde se garantiza que todo sigue igual, en manos de los Estados y de quienes los gobiernan (poderes económicos y políticos). Este proceso transformador se hará sin apenas alteraciones, pero reduciendo el perfil especifico de lo europeo.

En la Europa constitucional que nos proponen, la comunidad como ámbito privilegiado de realización del individuo, la solidaridad como un componente esencial de las prácticas colectivas, así como otros aspectos sociales relevantes (como el papel de la mujer) han sido eludidos.

Los déficits en el tratamiento del medio ambiente, tan fundamental en nuestros días y como opción ideológica de los partidos verdes europeos, nos dan una señal del carácter conservador que ha guiado la elaboración de esta Constitución europea.

Al otorgar todo el protagonismo a los Estados y al radicalizar el economicismo y la opción liberal conservadora se aleja el modelo europeo de sociedad, fragiliza su identidad y debilita la posición de Europa en el mundo. La unanimidad prevista para su revisión cierra la puerta a todo posible cambio.

2º La relación España/ Estados Unidos.

Estados Unidos tendría que jugar un papel muy importante en nuestra política exterior. Para el Partido Popular el atlantismo es el eje vertebrador de su política, donde España hace de la sumisión su principal aval para ganar simpatías ante el poderoso.

Desde mi punto de vista, la relación con Estados Unidos debe ser importante, por ser la potencia hegemónica actual a nivel militar pero también por su componente económico y cultural.

En Estados Unidos existe la llamada comunidad hispana, que actualmente es la primera minoría étnica, con más de 37 millones de habitantes y que se calcula que en el 2015 llegarán a los 50 millones. Esto es un hecho relevante, que nosotros tendríamos que potenciar, favoreciendo la creación de una sociedad bilingüe. El castellano cada vez tendría que ganar mayor terreno e importancia, tanto como fenómeno cultural pero también social y económico.

El volumen de gasto de la comunidad hispana es igual al PIB de España. Así podemos considerar que Estados Unidos es ya el tercer país hispano del mundo, tras México y Colombia y a la par de España.

De ahí, que las relaciones con Estados Unidos sean importantes. Pero éstas relaciones deben estar por encima de los vaivenes ideológicos de las distintas administraciones norteamericana y española. Basándose en el diálogo, el consenso y en buscar líneas comunes de actuación pero nunca de subordinación.

3º La política española en Iberoamérica.

Ésta debe basarse en nuestro compromiso histórico con esta región unida a nosotros por múltiples causas. España debe involucrarse al máximo, favoreciendo los procesos democráticos en la región y su consolidación.

En estos momentos, tenemos cuantiosas inversiones que suponen ya el 7% de los beneficios netos de las empresas que cotizan en Bolsa y un 1% del PIB en exportaciones a la región.

España debe seguir por un lado invirtiendo en Iberoamérica donde nuestras empresas deben comprometerse en la creación de riqueza pero dentro de un código de comportamiento racional, mientras que el Estado español debe favorecer, con importantes apoyos económicos, la eliminación de las profundas desigualdades sociales existentes.

España tiene que ser realmente la puerta y la voz de Iberoamérica, defendiendo actuaciones concretas de Europa en ella. En la misma medida que hagamos importante a Iberoamérica iremos ganando peso en la Unión Europea.

Otro aspecto importante a considerar, es el alto nivel de emigración iberoamericana. Esta podría ser encauzada y bien regulada con la finalidad de no verla como un problema sino como un importante activo, que viene a solucionar nuestros graves problemas demográficos dando, al mismo tiempo, salida a sus excedentes de población, con lo cual ambas partes saldríamos beneficiados.

4º La política del Mediterráneo y el Magreb.

El Mediterráneo debe jugar un papel fundamental en la política española, con dos zonas de especial importancia, el Magreb y el conflicto judeo-palestino.

La situación actual del Magreb es preocupante. El diferencial de renta per cápita entre Europa y el Magreb es de uno a doce, lo cual es una barbaridad, mostrándonos la grave situación social y económica de la zona.

El diferencial demográfico entre ambas orillas del Mediterráneo es impresionante, lo cual produce la acelerada urbanización de la ribera sur, provocando una inestabilidad social y política con fuerte enraizamiento de los movimientos fundamentalistas islámicos. Todo ello, está en el origen del gran movimiento migratorio que se origina hacia Europa en busca de mejores condiciones de vida.

Sería aconsejable que España conservara y reforzara su tradicional amistad con los países árabes. No olvidando que el principal riesgo para nuestra seguridad, proviene de esta región. Potenciando con la ayuda de la Unión Europea el desarrollo económico. Buscando soluciones a las fuertes desigualdades sociales y apoyando los procesos democratizadores de esta región. En este sentido, debemos apoyar el desarrollo de la UMA y buscar una solución definitiva al contencioso del Sáhara, defendiendo los derechos históricos de los saharauíes.

En el conflicto judeo-palestino, la Unión Europea debería jugar un papel más activo y hacer valer su relevancia política y económica, no dependiendo tanto de los Estados Unidos. Buscando la consecución de una paz justa entra ambos pueblos.

Como vemos, es posible otra política exterior, que esté basada en el respeto a los derechos humanos, así como a los pueblos. Buscando la máxima justicia social y potenciando los procesos democratizadores como sistema político más justo, todo ello unido al diálogo como base fundamental para la resolución de los conflictos.

Edmundo Fayanás Escuer
Profesor de Historia
Equipo de redactores, El Inconformista Digital

Incorporación – Redacción. Pontevedra. 17 Julio 2003