Ahora que se acercan las elecciones y que los políticos se aceleran, algunos de ellos dispuestos a todo, incluso la traición, con tal de medrar, se antoja hablar de traiciones, tema que en España han puesto al día dos diputados supuestamente socialistas cuyos nombres deben ser aireados en todas partes: Eduardo Tamayo y Teresa Sáez.
Deliberadamente se ausentaron para que la Comunidad de Madrid, que había ganado la izquierda, quedase en poder del Partido Popular de Aznar, la extrema derecha.
Allá por el año 139 antes de nuestra era, Viriato era un valiente luchador lusitano contra la ocupación romana. Y dos generales de toda su confianza lo asesinaron para ganar la recompensa ofrecida por Roma. Pero Roma entonces era decente (los imperios cambian, como Estados Unidos, que antes era más decente) y cuando fueron a cobrar los despidió con una frase que quedó en la historia: “Roma no paga traidores”. Los romanos buscaban alguien capaz de matar a Viriato, pero no entre los de su confianza.
Otro traidor de gran renombre fue Judas Iscariote, de quien se dijo que entregó a Jesús por treinta monedas de plata. Algunos se preguntan que hubiera sucedido sin la traición de Judas, pero esa es otra historia.
Un rey de Escocia que reinó de 1040 a 1057, Macbeth, traicionó y asesinó a Duncan I para quitarle el trono, y sirvió a Shakespeare para crear la tragedia que lleva su nombre. En la versióin teatral hay una frase que implica el estado de ánimo del traidor: “¡No dormirás más! ¡Macbeth ha asesinado al sueño!”.
También en el ámbito literario Calderón de la Barca, en “La vida es sueño” aportó al tema una frase que quedó para siempre: “Que el traidor no es menester, siendo la traición pasada”.
México no podía ser menos que otros y en nuestra historia hay un traidor asesino: Victoriano Huerta, que aprovechó la confianza que le otorgó Madero para deponerlo y asesinarlo, con el vicepresidente, Pino Suárez.
La Guerra de España aportó una denominación para traidores: “quintacolumnistas”. El general Mola, cómplice de Franco, dijo por radio en noviembre de 1936 que cuatro columnas facciosas avanzaban sobre Madrid, pero que sería la quinta, la de los profascistas emboscados en la ciudad, la que tomaría la capital. Mola lo dijo para ensalzarles pero el mundo entero tomó el término en su significado justo, y “quintacolumnista” quedó para siempre como sinónimo de traidor, del que ataca por la espalda. Aunque el diccionario de la Real Academia, con “ingenuidad” de risa, dice que “quintacolumnista es el que pertenece a una quinta columna”. Sin más.
Otro que aportó su apellido como sinónimo de traidor en todo el mundo fue Vidkun Quisling, un fascista noruego que entregó su patria a los nazis, fue primer ministro de ellos y terminó fusilado.
Y así llegamos a Eduardo Tamayo y Teresa Sáez: Militantes del PSOE en España durante años, ocuparon algunos puestos directivos y lograron ser elegidos diputados por la Comunidad de Madrid en las elecciones del 25 de mayo. La izquierda ganó la Comunidad pero, cuando el congreso iba a nombrar al presidente, Tamayo y Sáez se ausentaron deliberadamente, dando la ventaja al PP de Aznar para que ganase.
El PP los ha despreciado públicamente. No se sabe aún qué habrán ganado, aunque se sospecha e investiga, pero, ¿podrán dormir o, como Macbeth, habrán asesinado al sueño?
Juan Miguel de Mora.
Profesor de Indología en la UNAM (Universidad Nacional de México), y ex combatiente en la Guerra Civil española con las Brigadas Internacionales.
Colaboración.
Incorporación – Redacción. Barcelona. 20 Junio 2003