Pase lo que pase al final, la crisis iniciada y agravada en Madrid, en el seno de la Federación Socialista Madrileña, tras el escándalo de los dos diputados tránsfugas, es ya sin duda la gran crisis no del PSOE como tal, sino de su secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero.
Cuando hace escasos días saltaba la noticia de que dos parlamentarios electos a la Asamblea de Madrid, María José Sáez y Eduardo Tamayo, se ausentaron de la votación para facilitar que una desconocida diputada del PP presidiese ese parlamento autonómico, comenzaba el calvario político y personal del joven dirigente socialista que aspira a entrar, el año que viene, en el palacio de la Moncloa para gobernar España.
Zapatero llegó a la secretaría general del partido apoyado por diversos grupos de gentes dentro del PSOE, según en cada provincia o comunidad autónoma, uno de estos grupos era en Madrid el denominado “Renovadores por la Base”, que fue utilizado por el actual secretario federal de Organización, José Blanco, para auparse junto con Zapatero a la máxima dirección del histórico partido fundado por Pablo Iglesias.
Pues bien, ahora este hombre, José Blanco, es el responsable en primer término de que esos dos diputados corruptos, de la mano de su líder José Luis Balbás hayan protagonizado este mayúsculo escándalo político.
Los tres, ya expulsados de las filas socialistas en estos días, forman parte de un conglomerado de empresas inmobiliarias y del sector del juego, a las órdenes del conocido y obscuro Francisco Bravo, quien habría urdido, según ciertas fuentes, toda la trama para impedir que la izquierda (incluyendo Izquierda Unida) pudiese gobernar la Comunidad de Madrid. Se trataba de que ciertos grandes negocios en torno a la mayor especulación posible de terrenos no se torciese por cambios políticos y legales. Miles de millones de euros están en juego.
Pero lo peor para Blanco y Zapatero es que le han puesto en bandeja de plata al Partido Popular no sólo la previsible pérdida del gobierno de una importante comunidad autónoma, sino que, con esta torpeza al haber dado autorización para incluir en la candidatura semejantes elementos, han puesto en solfa su capacidad de dirigir el partido y de ofrecer una imagen política creíble como futuros inquilinos del palacio de la Moncloa en las elecciones generales del próximo año.
Y no será porque no estaban avisados, pues existían varias denuncias de militantes del partido contra esta camarilla de delincuentes, denuncias que el propio Blanco, quizás por no romper de mala manera con quien le apoyó en el pasado, ordenó aplazar en su tramitación ante el comité de ética del PSOE.
La operación ha tenido un cierto tufillo a la orquestada hace años en Benidorm para aupar a la alcaldía de esa importante ciudad mediterránea a Eduardo Zaplana, ahora de ministro de Aznar en Madrid, y amigo antiguo, al parecer, de José Luis Eduardo Tamayo, en los tiempos en que ambos militaban en las juventudes de la UCD de Suárez. Me refiero a los detalles de la desaparición de la diputada electa, Teresa Sáez, y su compañero en un hotel y su huida por la sierra de Madrid, al ser descubiertos por la prensa luego.
De Balbás se sabe que en el congreso de la federación valenciana del PSOE, en Alicante, en el año 2001, hizo de mamporrero de José Blanco, y acompañado de un inseparable maletín, se dedicó a dar órdenes, consejos y hasta ofreció cargos y prebendas a quienes votasen determinado candidato que él decía era el de Zapatero. Poco ejemplar el estilo para un socialista “renovador”.
El tal Tamayo ya le había creado, hace ahora casi un año, problemas políticos al partido y a la dirección encabezada por Zapatero, pues en uno de los viajes realizados por ese personaje a Caracas (Venezuela), para verse con gentes del país ligadas a los negocios del corrupto Carlos Andrés Pérez e incluidas en la denominada “Coordinadora Democrática” apoyó las tesis de esos sectores cercanos al golpismo contra el presidente constitucional Hugo Chavez y tuvo que intervenir la misma Trinidad Jiménez, la “niña bonita” de Zapatero y responsable de Relaciones Internacionales, para desautorizarle.
Ahora, muchos militantes y cuadros del PSOE se plantean si esta crisis no ha puesto de manifiesto las carencias de líder de su secretario general, la incapacidad para cohesionar el partido, limpio del lastre de la corrupción y de los apaños de la última etapa de Felipe González, así como si el propio partido está en condiciones de dar la batalla política definitiva al PP para ganarle en las urnas, tras la medio derrota de las elecciones locales de mayo, y ofrecer a la ciudadanía una alternativa creíble de izquierda o de centro izquierda.
Este enojoso asunto ha puesto de manifiesto que aún le queda mucha tarea al Partido Socialista para regenerarse totalmente y acabar con las camarillas que, en cualquier rincón de España, siguen funcionando, como bien ha afirmado Joaquín Leguina (a quien Balbás le segó la hierba a los pies en el congreso último de la Federación Socialista Madrileña, dando el triunfo a un hombre del guerrismo como es Rafael Simancas) “de forma parecida a una secta mafiosa enquistada en el seno del partido”.
El futuro inmediato dirá si Zapatero es capaz de remontar y hacer remontar a su partido esta gravísima crisis, que plantea, por otro lado, la imperiosa y urgente reforma de una ley electoral caduca y que favorece estas miserias políticas.
César Jara. Valencia. 16 Junio 2003
Equipo de redactores, El Inconformista Digital.