Viva la ¿Revolución? – por Modesto Rivas

Primero de Mayo, celebración del día del trabajo. Trabajadores y sindicalistas salen a las calles a conmemorar la fecha en que tantos logros consiguieron aquellos trabajadores de Chicago allá por 1886, algunos de ellos a costa de sus vidas.

Primero de Mayo, celebración del día del trabajo. Trabajadores y sindicalistas salen a las calles a conmemorar la fecha en que tantos logros consiguieron aquellos trabajadores de Chicago allá por 1886, algunos de ellos a costa de sus vidas.

Miles son los ciudadanos descontentos. Las guerras, las consecuencias de políticas neoliberales y corruptas de la mayoría de los gobiernos, el paro, la represión, cada vez aplastan más a los mismos. Pero una cuestión se me plantea analizando los comportamientos de diversos sectores de la sociedad.

La ciudadanía: No a la guerra.

El mayor clamor popular a nivel mundial. La guerra de Iraq ha tenido un poder de convocatoria masivo, increíble; los foros sociales, organizaciones populares y partidos opositores a los gobiernos que apoyaban el conflicto pueden felicitarse. El 90% de la población en contra de la guerra, un 70% en algún momento ha salido a la calle. Pero la gente se cansa, se pierde fuerza, hoy hay partido, mañana la niña tiene ballet, es que habíamos quedado para el cine… además la guerra ya ha terminado, ¿o no?. El caso es que se ha visto un efecto cerveza, primero mucha espuma y luego perdiendo fuerza poco a poco; aunque el pueblo iraquí siga sufriendo lo suyo.
No es una crítica, es lógico, todo el mundo se cansa, tiene cosas que hacer.

Los sindicatos: La unión para la lucha por el trabajador.

Sindicatos grandes, pequeños, populares, impopulares. En ellos se aglutina la clase trabajadora, que poco tiene de poderosa para luchar por sus derechos.

Pero a la hora de la verdad mas nos recuerdan los actuales sindicatos a grandes empresas negociadoras de intereses, el espíritu de lucha se perdió, ahora son otros tiempos. Resultados los tenemos a cientos. Por ejemplo en Argentina, donde unos trabajadores se ven en la tesitura de tomar su propia empresa y autogestionarse para ser desalojados a palos por la policía. O el sindicato de la salud en El salvador, donde por mucha huelga de hambre que hagan los médicos y mucha insurrección no parece que se avance un paso en el conflicto de las represalias a los médicos huelguistas. O España, donde, por poner un ejemplo, los trabajadores de SINTEL son olvidados por unos sindicatos que ya consideran cumplidos sus pactos, y mientras, la desesperación lleva a un hombre a abrirle la cabeza a un líder sindical con el palo de una bandera – siempre fue peligroso enarbolar banderas en el fragor de la lucha -.

Pero así es el estado de las cosas, los sindicatos negocian hasta donde se puede, cuando no se puede, uno se retira y a otra cosa, que casos hay miles.

El pueblo soberano: El poder de las urnas.

Y es que eso es un derecho indiscutible. La soberanía de las naciones (democráticas) reside en el pueblo, a menos que no se le pida la opinión, claro; pero siempre quedarán las elecciones. Es como el dicho popular ese de “sentarse a la puerta de tu tienda a ver pasar el cadáver de tu enemigo”. El pueblo soberano espera a las elecciones para expulsar del gobierno a los que le decepcionan y subir al poder a otros nuevos.

Un arma de doble filo. Por un lado corremos el riesgo de que el nuevo partido que suba al poder haga exactamente lo mismo que el anterior, es decir, lo que le da la gana, y peor si encima el pueblo le da la mayoría absoluta. Por otro lado a veces el miedo del pueblo se refleja en su “soberanía” y pasan cosas como en Argentina, que tras todo el desastre por unos políticos corruptos, se vuelve a elegir a los mismos, quizás por miedo a lo desconocido.

El futuro: Los estudiantes.

Siempre la mayor energía e inconformismo proceden de las universidades. La gente joven con sus ideales, sus utopías y sus fuerzas para hacer cosas como manifestarse.

En la mayoría de países del llamado primer mundo, los sindicatos estudiantiles sufren un “letargo” quizás producido por la comodidad en que viven; no existe una conciencia social real, e incluso algunas veces (y perdón anticipado por la expresión) se rige por las modas, dando luchas por perdidas con una cierta rapidez. Hay que reconocer que los jóvenes “revolucionarios” son una minoría.

En los países donde la situación es peor, la conciencia de lucha organizada desde las universidades es más fuerte, principalmente en Centroamérica y Sudamérica. Allí se lucha contra el imperialismo de Estados Unidos, contra unos sistemas educativos limitados y una pobreza, en muchos casos, alarmante. Pero hay un error de base.

Mucho se habla de revolución entre los estudiantes de estos países, pero como dijo Allende, “los jóvenes creen que el poder de la revolución parte de las universidades, pero el poder de la revolución debe partir del pueblo”. Ahí justamente está el error. Un ejemplo son las manifestaciones de este pasado 1 de Mayo en El Salvador, donde los jóvenes universitarios, una vez mas quemaron objetos, pintaron paredes, rompieron cristales… nada más lejos de la clase trabajadora, de los campesinos, del pueblo, que terminan desconfiando de tanto ardor y tan poca disciplina. No es que repruebe la actuación de estos jóvenes, es que no parecen las armas adecuadas para luchar contra nada que no sea la propia rabia.

Con todo este panorama uno se pregunta cómo podemos seguir quejándonos. Es cierto que la situación es cada vez peor, sin ser pesimista. Los que estaban bien cada vez están mejor y los demás un poco peor. Es normal que la gente se lamente, proteste y critique; pero quizás habría que pensar si uno no tiene lo que se merece cuando no se hace nada hasta que nos tocan lo nuestro, o cuando en vez de salir a protestar y hacernos oír, aprovechamos el día en cosas “mejores”, llámense cine, feria de Sevilla, internet o día de playa. No pido la revolución, ni que andemos alzando las armas, quizás un poco de unión, acción y conciencia valdrían la pena.

Modesto Rivas. Guadalajara.

Incorporación – Redacción. Madrid. 4 Mayo 2003.