La gran paradoja – por Rafael Pérez Ortolá

En este tiempo de carencias de todo tipo, económicas, éticas, conceptuales…nos vemos abocados a muchas situaciones comprometidas. Por otra parte, quizá todos los tiempos tienen ese tipo de limitaciones y todo depende de cómo las viva cada cual.

La angustia típica de las penurias diarias, las injusticias y las muertes, siempre han estado presentes. Una de las peculiaridades actuales gira en torno a la mayor difusión de los diferentes comportamientos. Ya en ese escalón de la comunicación son los más débiles quienes quedan a la merced de estrategias esgrimidas por los poderosos. Son capaces de enmascarar los sucesos más evidentes.

No es de extrañar, por todo ello, que en todas partes –Colombia, Cuba, Oriente Medio, Chechenia, Islam, EEUU- se anhele con fuerza la aparición de un SENTIDO capaz de encauzar los desmanes. Pero estamos esperando que llegue un Godot y nunca llega.

A pesar de eso, reconozcamos nuestra contumacia, bien porque estemos cómodos o por ignorancia. Cuando no son las esferas religiosas, serán los partidos políticos, ideologías cerradas o simplemente grupos de presión; el resultado es que nos dejamos llevar con demasiada facilidad. No es nuestra característica principal la de concienciarse con los problemas y mucho menos la de responsabilizarse.

Sin irnos por tantos vericuetos y geografías, más de cerca, la misma persona humana de cada uno de nosotros tiene núcleos entrañables poco explorados. Sin necesidad de recurrir a grandes lumbreras, cualquier persona tiene acceso a experimentar el que podremos llamar EFECTO MANANTIAL. Cuando uno prescinde de los ambientes y busca sus sensaciones íntimas, sus latidos de inteligencia que siente (Zubiri), las nociones surgidas son sencillas, nítidas y estimulantes. Siguiendo esas apariciones no se antojan nada difíciles las cuestiones de convivencia, de estudio y progreso, de desarrollo humano en una palabra.

Por eso es curiosa la GRAN PARADOJA, buscamos y nos dejamos embaucar por iluminados de todo tipo, eclesiásticos, partidos políticos, medios de comunicación, etc. Y es claro que todos estos giran en torno a las ruedas de su molino, sus entramados cibernéticos o lo que sean.

El camino no requiere grandes autopistas, pero el sentido es justamente inverso al que suele recorrerse. El secreto está en descubrir ese punto álgido interior de todas y cada una de las personas, creyentes, no creyentes y de todas las características más diversas. Todas ellas disponen de ese núcleo del que manan las esencias. Es por ahí, desde esas fuentes donde hemos de vencer a los grandes dislates de nuestro tiempo.

Pero ¿Qué es esto? Desde arriba nos marcan los límites de las comunidades, sus derechos, sus alcances y hasta la más mínima de sus características. ¡Y además, ellos quieren mover los hilos como
si de títeres se tratara!

Habremos de convencernos de que es al revés. El individuo se forja en una cultura común, también esos pretendidos manipuladores entran en el grupo. Cuando el individuo se despreocupa, queda a merced de los intereses más perversos. Y en un acto de verdadera piratería, estudian a la probable víctima, buscan sus puntos débiles y la despedazan a sus anchas.

Pero todos hemos de desenmascarar el gran equívoco al que me refiero, las soluciones están dentro, muy cercanas y fáciles de percibir. De no manifestar nuestros criterios y exigir respuestas, las diferentes poltronas se comportan como apisonadoras, cuánto más aletargados nos encuentran, mejor para ellos.

Rafael Pérez Ortolá
Vitoria.

Colaboración

Incorporación – Redacción. Barcelona. 13 Abril 2003