No era más que un obrero.
De joven, cuando vivía en un barrio proletario y pobre, los agentes de la ley llegaban con frecuencia a desalojar de sus casas a otros tan pobres como él, bajando sus miserables enseres a la calle porque debían al casero.
Y él, con otros como él, volvía subir los muebles al piso del que los habían sacado y los desahuciados volvían a vivir bajo techo hasta que nuevo papeleo y nuevos policías volvían a llegar a dejar en la calle a los que no podían pagar ni siquiera el pobrísimo alquiler de cuartos inmundos, para pobres, en los barrios más miserables de Nueva York.
Vivió siempre pensando en los demás, en cómo defenderlos y cómo ayudarles. No tenía porvenir en el mundo de los mercaderes.
Y como no todas las víctimas de una guerra mueren allí donde suenan los cañones, él fue una víctima más de la guerra desatada por el sanguinario asesino George W. Bush que, para mayor escarnio, se dice cristiano.
Era muy joven cuando comprendió el peligro nazi, apenas tenía 27 años. Pero, muy consciente de lo que Hitler suponía para la humanidad, se fue voluntario a luchar por la libertad allí donde comenzó la Segunda Guerra Mundial: en España en 1936.
Ni esperaba ni obtuvo beneficio alguno. Como los demás voluntarios de la libertad su único interés era parar al nazismo en un tiempo en el que los tipos como el Bush de hoy negociaban con Hitler. Y como luchaban por la libertad, él y sus compañeros. Todos voluntarios, todos héroes, llamaron a su unidad Batallón Abraham Lincoln. No combatían solamente por la libertad de España, sino por la de todo el mundo y de todos los hombres. En un tiempo en el que la intensa y feroz discriminación racial en Estados Unidos se traducía con frecuencia en linchamientos de hombres de piel negra, el Batallón Lincoln fue la primera unidad en la historia de blancos estadounidenses al mando de un negro, Oliver Law.
Fue a España porque quería ayudar a los demás, porque amaba a la especie humana, porque anhelaba la paz, pero una paz sin tiranos, sin gobiernos asesinos, sin totalitarismos de ninguna especie.
En España luchó hasta que se retiraron las Brigadas Internacionales. Estuvo en las batallas más duras, en la fuerza de choque, en los combates más sanguinarios. Y cuando su patria, Estados Unidos, se incorporó a la guerra contra el nazismo, se alistó en aviación y fue ametrallador en un avión de bombardeo. Seguía luchando por la paz, por una paz justa en la que los hombres viviesen en libertad.
La vida siguió pasando, la historia se fue alterando y aquel país de tradicional democracia, el suyo, pasó por las etapas fascistas de Mc Carthy y llegó a la actual en la que los partidarios de la paz son perseguidos como traidores, son reprimidos, amenazados y silenciados. El sanguinario asesino Bush ha convertido a los Estados Unidos en un país fascista en el que solo se puede vivir tranquilo si se está de acuerdo con la guerra que asesina al pueblo iraquí para robarle su petróleo en beneficio directo del grupo de gansgters que ocupa la Casa Banca.
A los noventa y dos años había escrito dos libros y salía a las manifestaciones por la paz, él, que tan dolorosamente conocía la guerra. El 22 de marzo su corazón no resistió más. La marcha, los gritos por la paz, la desesperación ante la impotencia. Sufrió un infarto generalizado. Murió luchando por la paz, murió, en Nueva York, víctima de la guerra desatada por Bush.
No era más que un obrero. Se llamaba Harry Fisher.
Juan Miguel de Mora.
Profesor de Indología en la UNAM (Universidad Nacional de México), y ex combatiente en la Guerra Civil española con las Brigadas Internacionales.
Colaboración.
Incorporación – Redacción. Barcelona. 3 Abril 2003
– Relacionado: – Harry Fisher – Veteran of the Abraham Lincoln Battalion – http://www.harryfisher.net/