Criminales conocidos, ocultos y anónimos – por Javier Fernández de la Torre

El mundo es un lugar difícil, nadie puede negar tal afirmación, pero lo que si parece más discutible, es el margen moral del que cada uno podemos disponer para movernos en tan confuso escenario.

Las situaciones de la vida no nos piden mucho más de lo que nos han enseñado desde que éramos niños, la dificultad está cuando la situación nos desborda, cuando nadie nos ha enseñado como tenemos que reaccionar ante un estímulo jamás ensayado con anterioridad. Cuando se nos impone tal situación es cuando la masa se divide, cuando los hombres dejan de ser clones y comienzan a advertirse sus diferencias. He de señalar que estas diferencias a las que me refiero no son las que habitualmente percibimos con la primera impresión, no son la raza, la religión, la orientación política o ideológica, ni tan siquiera las diferencias que notamos entre aquellos a los que creemos conocer en profundidad. He aquí uno de los misterios del hombre, podemos observar que la reacción ante un problema es siempre la misma, sin embargo, la más mínima influencia de una variable no tenida en cuenta con anterioridad, puede provocar un cambio en esa respuesta, desmoronando por completo cualquier teoría de causa-efecto observada en nuestra especie.

Pues bien, no pretendo hacer una abstracción del comportamiento humano, ni sumergirme en una explicación etiológica sobre el mismo. Tan solo quiero exponer una situación que cualquiera puede observar, con el mínimo esfuerzo que supone abrir los ojos y razonar sobre lo que se ve. Solamente se trata de ver como nos dividimos los hombres civilizados ante una situación novedosa, y, a priori, con repercusiones impredecibles.

La situación a exponer es, para ser original, la guerra. El dilema, que hacer. Y partiendo de estas premisas encontramos diversos tipos de hombres y mujeres.

Por un lado encontramos a los reaccionarios inconscientes que da la sensación de que estén esperando (por no decir deseando) algún tipo de “abuso de poder” o “acto de las instituciones del Estado”, para lanzar todo tipo de reivindicaciones, tengan o no que ver con la cuestión sobre la que se protesta. Lo peor, en mi opinión de este formato de personas, es que son todavía más radicales y prejuiciosos de lo que son el señor Bush y su amigo José María Aznar, con lo cual, parecen ofertar una postura distinta a estos, pero no mucho más flexible, y aunque no dudo que la mayoría de componentes de este grupo tienen intenciones infinitamente más humanitarias y democráticas que los personajes con los que los he comparado, no creo que a una postura como la de los gobiernos belicistas haya que enfrentarse con otra extrema.

Puestos a hablar de extremos, vamos a comentar lo opuesto al anterior grupo. Este, que tan pequeño se muestra ahora, es el que apoya y ha apoyado la mentalidad estadounidense, los que de verdad se creen que hay aspectos positivos tras términos como “guerra preventiva”, “daño colateral”, o, atención, “lucha por la libertad”. Esta publicidad barata de acciones inhumanas ya ha tenido su efecto, la gente está acostumbrada a oír estos disparates incongruentes a los que consideran los “buenos”, y pese a la gravedad que supone el “ataque preventivo en nombre de la libertad contra el régimen de Sadam”, lo cierto, es que ya hay un grupo de personas que se lo creen, EE.UU. es el referente de toda nación de este planeta, y lo que diga su presidente, parezca lo que parezca, está bien.

En tercer lugar, se observa un grupo verdaderamente extraño, o por lo menos desde mi óptica. Me refiero a todos esos que deambulan por ahí como si esto no fuese con ellos, como si la guerra fuese algo que sale en la tele, con actores y muchos efectos especiales (aunque ¿acaso no lo es?). Cabe señalar que en esta clasificación hay que ver distintos grados, desde el tipo ese de la moto escandalosa que piensa que Sadam Husein es un nuevo modelo de coche de Hyundai, hasta el que es totalmente consciente de que existe una guerra, con muertos y refugiados de verdad, pero a la que no le da más importancia que a la última nominación de Gran Hermano. Bueno, en mi opinión están ahí y, de todo tiene que haber, solo puedo consolarme pensando que, al no pronunciarse sobre algo tan relevante cómo este conflicto, han decidido no opinar, y esto, al fin y al cabo, es otra opinión…

Seguramente, existirá un cuarto grupo, aunque no lo he percibido, pero estoy seguro que, entre tanta gente, alguien habrá visto el peligro, como los del primer grupo, pero separándose de su extremismo haya conseguido ver las cosas totalmente claras. No he conocido a nadie así, y si lo he conocido, seguramente se habrá mostrado cauteloso, por miedo a ser etiquetado de extremista o, peor aún, de exagerado. Seguramente es tarde para pedirle perdón por la arrogancia del que se cree hombre de mundo y sabelotodo, pero quizá no lo sea para pedirle ayuda, pues si fue capaz de prever esta situación, seguramente habrá pensado como actuar llegado el momento.

La última tipología es algo más ambigua, más difícilmente reconocible. En esta nos podemos distinguir todos aquellos que, tras un periodo de letargo, letargo que, en ocasiones, llega a ocupar toda nuestra vida, nos hemos despertado de golpe en estos últimos meses. Diversos acontecimientos nos fueron indignando como ciudadanos, y ahora, dándonos cuenta de la pérdida de nuestra ciudadanía, intentamos por cualquier medio, que nuestra voz torne a ser tenida en cuenta, que nuestra opinión influya a nuestros gobernantes, aunque estos se giren y se tapen los oídos. Incluyéndome en este grupo, que es el más amplio, me doy cuenta de que hemos necesitado que nuestro presidente apuntale la más ruin de las guerras para darnos cuenta, que, tras una mayoría absoluta, se nos esta robando la soberanía que la constitucionalidad nos repartió, y que esto sucede por perezosos, por esperar a que se utilicen nuestros derechos para matar a inocentes, para arrebatarnos nuestra libertad, y con ella, comenzar un nuevo y sangriento capítulo de la historia de la humanidad.

Jamás en la historia se ha visto tal dejadez, ¿de que nos sirve vanagloriarnos de un estado democrático y de derecho, si vamos a permitir con nuestra desidia que se nos utilice para que, democráticamente, la voluntad de un individuo, se salte todos los límites del derecho, y se lance a la loca carrera de la guerra y el genocidio? Muchos han muerto para darnos los privilegios de los que gozamos hoy en día, los que dábamos por sentado que conservaríamos hasta fenecer, y ahora, muchos van a morir porque no hemos sido capaces de asumir la responsabilidad que conlleva esos derechos y libertades.

Prácticamente todo el mundo podrá encontrarse en alguno de estos grupos, de todas formas es una generalización, y como tal, simplista, y por ello va a encontrarse con multitud de excepciones. No quita fuerza al mensaje. Dos grupos, como siempre enfrentados, los que apoyan, y los que disienten, y un tercero que no sabe-no contesta. Pero esta vez los que no estamos de acuerdo somos muchos, tanto que asusta (ya sabemos a quien), y como todo aquel que se ve arrinconado, va a sacar fuerzas de flaqueza para defender su postura, nadie de los que hasta ahora se han pronunciado va a cambiar de opinión, nadie parece que vaya a dar su brazo a torcer. En la guerra va quedar muy claro quien es el vencedor, no va a suceder lo mismo con el vencido. Este, se difumina a lo largo y ancho del globo, como se difumina el petróleo en la costa gallega, en ocasiones en grandes grupos, en ocasiones en pequeñas “galletas”, y otras, peligrosamente, bajo la superficie, esperando a salir cuando las anteriores se hayan limpiado. Irak y el resto de países islámicos, Europa y sus instituciones, la ONU y su Consejo de Seguridad, Latinoamérica, Asia y África, y los propios ciudadanos norteamericanos nos vamos a convertir, si no lo hemos hecho ya, en perdedores. Algunos perderán poco, otros más, y muchos, lo van a perder todo.

Este conflicto es culpa de todos (no quiero incluir aquí al primer grupo, que aunque “radicales”, en su mayoría tienen buena voluntad, ni por supuesto, al cuarto, si existe…), todos hemos permitido que se llegase a esta situación, que se desbordara, y que comience a mojarnos los pies. Somos tan asesinos y genocidas como el señor Bush, mister Blair, y maese Aznar. Porque les hemos votado, les hemos permitido abusar de nuestro poder como ciudadanos y permitimos que sigan haciéndolo. Ahora ha llegado el momento de elegir, Bush tiene razón, o estamos con ellos, o contra ellos. Podemos seguir siendo criminales, apoyando o dejando hacer a los que deciden matar, u oponernos con firmeza, aunar fuerzas, sentir que todos somos iguales, para que nadie más pueda hacer una clasificación tan funesta como la que os he expuesto, y gritar ¡NO A LA GUERRA!

Javier Fernández de la Torre
Estudiante de Criminología y secretario de la Asociación de Estudiantes de Criminología de la Universidad de Alicante.

Colaboración

Incorporación – Redacción. Barcelona. 31 Marzo 2003