La pueblada de Madrid

Tres días de movilizaciones multitudinarias ha dado un trocado el panorama en la capital del Estado: el cambio no sólo está en la potente marea humana mestizada de generaciones, enriquecida con cánticos y banderas, que además de superar los límites de calzadas y aceras, ha traspasado una frontera determinante: la superación del miedo.

A pesar de las prohibiciones del Delegado del Gobierno, el despliegue policial desmesurado y la represión violenta, las gentes no dejaron de acudir a una sola de las citas previstas y de generar espontáneamente nuevos caminos y andares inundando las calles.

El jueves 20 un encierro y acampada en el Campus de la Complutense iniciaba la jornada en que los estudiantes realizaron la huelga, seguida masivamente en las seis universidades madrileñas y en los institutos de enseñaza media. Varias columnas confluyeron hacia el centro de la ciudad, y desde la Puerta de Sol, miles y miles de jóvenes, profesoras y profesores, obreros de Sintel, y gentes que se iban incorporando, se encaminaron al Congreso de Diputados. En algunas de las calles hacia el Parlamento, destacamentos de policía antidisturbios con los pertrechos de carga –escudo, casco y porra- provocaron momentos de gran tensión empujando e impidiendo con brutalidad la libre circulación. Pero no consiguieron frenar a nadie a pesar de las balas de goma disparadas.

La noche del mismo jueves, y tal como se tenía previsto el primer día de bombardeos, la Puerta de Sol volvió a desbordarse con el grito de NO A LA GUERRA. Físicamente Puerta de Sol no podía contener a la cantidad de personas que comenzaron a marchar al Parlamento.

Al día siguiente, el viernes 21, se vencieron los intentos de impedir la entrega de dos millones de firmas en contra la guerra en el Congreso de Diputados.

Por la tarde, nuevamente la ciudadanía se concentró, esta vez frente a la embajada de EEUU, que con cientos de vallas, policías, tanquetas parecía un avanzadilla del frente militar. Las calles que confluyen en el bunker que la representación de EEUU tiene en Madrid, fueron cortadas, pero la gente no dejaba de acudir. En esa concentración se leyó una carta enviada por los brigadistas que permanecen en Bagdad, elevando la emoción de los presentes. Espontáneamente la gente comenzó a dirigirse a la sede del Partido Popular, volcándose sobre el Paseo de la Castellana. Al llegar a la Plaza Colón el dispositivo policial era lo más parecido a un dispositivo de guerra, ya que comenzaron a disparar gases lacrimógenos, pelotas de goma. Las cargas furibundas no lograron disolver ni paralizar a la multitud que marchó al Congreso de diputados, dónde nuevamente los antidisturbios volvieron a mostrar su ferocidad. El río de gente se encaminó hacia la estación de Atocha y de allí nuevamente a Puerta del Sol.

Finalizaba el viernes, la madrugada del sábado se resistía a iniciarse; las calles pobladas se resistían a la soledad.

El sábado por la tarde, y en coordinación con otros movimientos a nivel internacional, una nueva convocatoria ciudadana volvió a reunir en Madrid a más de un millón de personas. La cita partía de Moncloa, avanzando por toda la ciudad nuevamente hacia la emblemática Puerta del Sol, donde se leyeron poemas alusivos y participaron cantautores.

Tanto el Ministro del Interior, Angel Acebes, como el Vice-presidente, Mariano Rajoy, desde la mañana intentaron desmovilizar con amenazas y desautorizaciones múltiples. Sin embargo, la Puerta del Sol quedó pequeña. Los antidisturbios no contenían la rabia hacia las gentes que desbordaban su propia dimensión en alegría y solidaridad, ejerciendo una desobediencia civil masiva jamás vista en los anales de esta ciudad.

Los 118 heridos atendidos y siete detenidos dan prueba de la contundencia de la represión.

Paralelamente a esto, en la ciudadanía aumenta el rechazo y el repudio a un gobierno que ha vulnerado la legalidad nacional e internacional, demandando la convocatoria a una Huelga General y la dimisión del gobierno del Partido Popular.

La pretensión de dividir en antiglobalizadores malos y buenos que promueven muchos medios de comunicación, es utilizada también por grupos políticos, que colaboran con el maniqueísmo que necesita el régimen del Partido Popular para debilitar y enfrentar la respuesta social. Aznar y su gobierno han demostrado que sí hay algo que controlan ilimitadamente: el cinismo y la mentira.

Un histórico fin de semana en Madrid, donde sus pobladores manifestaron la satisfacción de reencontrarse e identificarse en oficios y en derechos: en los primeros la solidaridad urgente, y en los segundos, la ciudadanía como distinción de especie.

Un histórico fin de semana que en el imaginario colectivo permanecerá escrito con el dramático sonar de bombas y sirenas; de muertes y gritos. Las fuentes céntricas de Madrid esos días manaron agua roja.

Andrea Benites-Dumont. Madrid. 24 Marzo 2003.