Los diseñadores de estrategia de la CIA apenas se han modernizado, podíamos decir, en los últimos treinta años. Tantos millones de dólares empleados cada año en adquisición de nuevas tecnologías, en investigación en todas las facetas de la ciencia, en ampliar plantilla tantos años de experiencia organizando golpes de estado y aciones desestabilizadoras de gobiernos y, sin embargo, para los mandamases de Washington, para los que dirigen la que se supone que es la mejor agencia de inteligencia del planeta (El Mossad aparte), los procedimientos siguen siendo igual de burdos y repetitivos.
Desde aquel lejano en el tiempo, pero cercano en el corazón 11 de septiembre de 1973, día en que culminó el plan para acabar con el Gobierno constitucional y de izquierdas de Salvador Allende, en Chile, poco han cambiado los estrategas del terrorismo de estado internacional.
Cuando no se puede lograr el éxito directamente, en un primer intento, con los métodos clásicos del alzamiento militar, pues se acude al proceso de desestabilización política y social en las calles, al lento pero eficaz mecanismo de la asfisia económica de una nación, paralizando todas sus actividades económicas y productivas esenciales.
Si Venezuela no fuera el segundo país del mundo en reservas de petróleo y si ese petróleo no fuese un bien público, en manos de una empresa estatal, para dar unos beneficios que repercutan a favor de una política social que saque de la miseria a millones de personas, a estas horas el régimen del ex coronel Hugo Chávez no estaría pasando los agobios que está pasando, sin duda.
La historia se repite: grandes inversiones de dólares para comprar voluntades y complicidades, un puñado de políticos representativos de décadas de corrupción, despechados por haber perdido su poder, una oligarquía que no se resigna a seguir explotando sin misericordia a un pueblo, una burocracia sindical que no duda en ir de la mano de aquellos golfos y…, lo que más cuenta: la gran mentira diaria de medios de comunicación propios y ajenos (en Venezuela, en España y otros países) que se ponen a disposición de las técnicas de la conspiración y el golpismo más descarados.
Se montan manifestaciones ( mayoritariamente, de la burguesía y los acomodados), para exigir la renuncia de un presidente legítimo, se busca la confrontación en la calle y alguien dispara para que haya unos muertos que, sistemática y mentirosamente, siempre se achacan al Gobierno y sus partidarios (las masas populares más desfavorecidas).
Pero no contaban con algunas cosas: Primero, que la mayor parte de las fuerzas armadas, incluyendo la poderosa Guardia Nacional, es fiel a la constitución y al pueblo, al menos hasta ahora; segundo, que el pueblo se ha sabido organizar y contestar el golpe; tercero, que gracias a internet, cientos y miles de personas, a través de publicaciones alternativas, conocen y difunden la verdad de los acontecimientos.
La CIA debería impartir un cursillo rápido de nuevas técnicas golpistas. A las de siempre ya las conocen en Venezuela y en todo el planeta.
¡Viva Bolívar!
César Jara. Valencia.
Cartas de los lectores.
Incorporación – Redacción. Barcelona. 19 Enero 2003.