La limosna y el Prestige – por Edmundo Fayanás

Cada día que pasa vemos con mayor desesperación la llegada del fuel a Galicia, con el consiguiente destrozo económico que supone a la región y el desastre medio ambiental que provoca. Pero lo que me está produciendo más estupor y asombro es la actuación del gobierno del Partido Popular.

Ha habido un movimiento de solidaridad impresionante. Esto fortalece nuestro sistema social y nos hace ser más fuertes y crecer nuestra propia autoestima como país. Ahora estamos en el proceso de realizar festivales solidarios, cuentas de apoyo, maratones televisivos con la finalidad de recaudar fondos económicos para Galicia. Yo creía que estas cosas se hacían para el Tercer Mundo. ¿Galicia es el Tercer Mundo? ¿En Galicia existe el Estado?

España es la octava potencia mundial y creo que pertenecemos al primer mundo. Un Estado que en los primeros once meses del año 2002 ha presentado un superávit de caja de más de 1.100.000 millones de pesetas. ¿Para qué sirve este Estado? ¿Para qué sirve ese superávit? Muchos son los problemas que ha puesto sobre la mesa, la catástrofe del Prestige. Solamente me voy a centrar en dos.

El primero de ellos, es que pone en evidencia la ingenua y excesiva confianza de los poderes en la llamada política mediática por encima de los hechos y de su vivencia por parte de los gobernantes. La marea negra también ha inutilizado los espejos deformadores de cualquier poder institucional, resultando inservibles para ocultar lo que está pasando. No hay máquina de propaganda que pueda, en una sociedad abierta como la española, ocultar bajo la alfombra la realidad existente.

Gobernar con las encuestas sociológicas y con el control censor de la televisión no asegura al partido gobernante un dominio de la realidad, como si ésta, pudiese cambiarse fácilmente. Hacer política en serio implica un compromiso constante con la realidad y la censura de la misma se ha demostrado peor que cualquier otra opción. Pero la fuerza de la catástrofe es tal que ha sido imposible para el Gobierno desmentir lo que llega al público por cientos de canales.

Es cierto que tenemos una clase política vulgar e irresponsable que siempre se esconde cuando la gente sufre. Siendo sorprendidos en prácticas ociosas que nos recuerdan a los viejos tiempos franquistas.

El segundo gran problema que nos ha señalado la catástrofe del Prestige es el modelo de Estado que nos han ido imponiendo nuestra clase política. El gran problema de este Gobierno es que a lo largo de estos seis años ha desarrollado una tenaz política de abandono de lo público. Siendo su ideal el desarbolar el Estado y el debilitamiento de las instituciones

Cuando sucede una catástrofe, hay que saber distinguir con precisión entre el fenómeno natural como algo ajeno a la intervención humana y la vulnerabilidad del territorio y de las personas que lo habitan.

De la vulnerabilidad de una sociedad sí debe responder el Gobierno y se le debe de pedir cuenta por ello. Porque la protección del medio ambiente es un bien público, y lo debe de proteger y cuidar el Estado.

La gran paradoja de lo que sucede es que, por un lado, destaca la noble entrega de un voluntariado completamente descoordinado y sin medios para tratar de paliar una catástrofe que les supera, y por otro lado, la incompetencia de un Gobierno que debe asumir sus responsabilidades y que lo único que provoca es la sospecha continua sobre sus mentiras y sus manipulaciones mediáticas.

Lo que el Gobierno del Partido Popular ha hecho, es la consecuencia de una necia política basada en que TODO lo que significa Estado, es decir, lo público, hay que eliminarlo porque representa, torpeza, rigidez, despilfarro. Mientras que por otro lado ha alentado la convicción de que con el MERCADO y la generosidad de las gentes agrupadas en organizaciones no estatales se puede hacer frente a todo.

Este modelo político – económico de claro matiz de fundamentalismo neoliberal, que viene aplicando el Partido Popular con Aznar a la cabeza, nos lleva a hechos como los actuales. Se puede alardear de ésta política y de sus cuadros macroeconómicos cuando todo va bien. Pero cuando suceden hechos de ésta envergadura, nos llevan al fracaso. En los casos como la catástrofe del Prestige, dicha política desaparece, calla y no tiene respuestas. ¿Como las va a tener? ¿Dónde esta el Estado? ¿Por qué callan por incompetencia o por malicia?

Su política desaparece porque para decir algo, deberían estar allí y haber cogido las riendas de una organización pública de recursos e instituciones, es decir de un Estado del siglo XXI. Pero desaparece su política en la misma medida que han hecho desaparecer el Estado, con su forma de gobernar.

A estas alturas ya no valen ni gestos, ni fotos, ni posturas. Ya no son suficientes el escudarse en motivaciones jurídicas ante la Unión Europea. Lo que aquí y ahora necesitamos es un Estado moderno. Sin embargo, Aznar parece imbuido de la idea competencial de la economía, pero olvida lo esencial, que para ser un hombre de Estado debe tener un Estado detrás. Como se está demostrando, Aznar no es un hombre de Estado, sino un hombre contra el Estado.

Llevamos años soportando una política doctrinal monocorde y sin matices sobre la perversión de todo lo público. Todos aquellos que hemos defendido la existencia de un Estado fuerte y social, nos han llamado de todo, desde prehistóricos, anticuados, analfabetos, pertenecer al siglo XIX, y todos los demás calificativos que puedan imaginarse. Esto ha generado una estúpida confianza social en la presunta altura ética de las llamadas organizaciones no gubernamentales simplemente, porque son eso, no gubernamentales.

Pero lo que definen a estas organizaciones no gubernamentales (ONG) es precisamente que acuden a aquellos lugares cuya vulnerabilidad es urgente, en términos de salud, cultura, infraestructuras económicas, protección civil o inseguridad jurídica, ante la carencia de un Estado que las solucione. Son los países del Tercer Mundo, es decir, los países sin Estados modernos. Para atender estas necesidades del Tercer Mundo están diseñadas mayoritariamente las ONGs.

La política diseñada por el Gobierno de Aznar, también se esta aplicando a otros ámbitos de nuestra realidad social, tanto a nuestra cultura, nuestra educación, nuestra sanidad o nuestra seguridad, asistiendo a su privatización en aras de la modernidad. ¿De qué modernidad nos hablan?

Debemos pensar en todo ello. A mi modo de entender, esta muy bien la solidaridad, tanto individual como colectiva, pero de esta crisis, todos deberíamos aprender. La mayor solidaridad con Galicia y con España es pedir el cambio de modelo económico, no apoyando a esos políticos que plantean más mercado, más economía privada y menos Estado. Esto no solo va dirigido a los hombres del PP sino también a los del PSOE, pues sus modelos económicos son parecidos.

Ignorar el presente, como ignorar la realidad, es el mayor desprecio de un político hacia quienes representa.

Edmundo Fayanás Escuer.
Profesor de Historia
Colaborador habitual de El Inconformista Digital

Incorporación – Redacción. Pamplona. 7 Enero 2002.