Checho y O Ruso, habitantes de Ons

Mucho se habla estos días y tristemente por cierto de lugares emblemáticos para nosotros los gallegos, como son las islas de Cíes y Ons, paraísos naturales dignos de ser visitados y disfrutados, muchos son los voluntarios que allí han acudido para defender sus aguas y sus arenas del terrible demonio negro que las acecha.

En uno de estos archipiélagos, concretamente en la Isla de Ons, hace bastantes años, llegaron a vivir alrededor de unas cuatrocientas personas, pero pasado el tiempo sólo quedan seis familias, que viven sobre todo del mar.

En la época de verano, la población aumenta y las casas vacías durante el resto del año son habitadas por gente que viene a pasar sus vacaciones.

Entre los habitantes de la isla de Ons hay dos hombres que son toda una institución uno es José Vidal Patiño, oriundo de la isla, con 75 años, apodado cariñosamente Checho, dedicado a las tareas del mar y a llevar un restaurante en el que se pueden saborear todo tipo de manjares procedentes de esta aguas, casado desde hace años, su vida ha transcurrido en su totalidad en la isla y en las aguas próximas a Pontevedra en las que pescó desde que tiene uso de razón.

Siempre ha dado de comer a quien llegaba a la isla, antes la afluencia de gente era menor, sólo venían unos pocos en barcos particulares o en barco-taxi, antes de haber la línea regular de pasaje que ahora funciona, incluso venía gente de Madrid a probar la exquisita comida de Checho. Ahora se lamenta por la situación en la que ha quedado la isla, y tiene palabras de elogio para las personas que voluntariamente han llegado allí para ayudar en la limpieza y en la retirada de los vertidos, “Es increíble como se está volcando la gente” dice.

Otro viejo personaje habitante de esta isla desde temprana edad es Antonio Villaverde O Ruso, un viejo lobo de mar de 78 años, que todavía conserva retazos de su juventud, un pícaro al que le entusiasman las mujeres, y casado en dos ocasiones, una con una gallega y otra con una asturiana, este viejo lobo de mar trabajó durante cincuenta años en los mares de todo el mundo y viajó por todos los continentes dedicándose a la pesca y aunque en momentos de su vida se ausentó de Ons, conserva recuerdos de su juventud e infancia en la isla, a la que llegó huérfano de 9 años y fue recogido por un matrimonio que allí vivía, quedándose para siempre.

Antonio tiene un deseo, quiere que cuando se muera lo entierren al lado de una roca blanca junto al mar.

Antonio y José; Checho y O Ruso, contemplan estos días un paisaje distinto, un paisaje cubierto por un manto negro, pasean por la isla lamentándose de este desastre y coinciden en que si se pierde la riqueza de estos parajes, adiós Galicia, España y Europa, porque ésta es una zona riquísima en marisco y observan emocionados como cientos de personas se afanan en limpiar milímetro a milímetro el suelo y el mar que fue y debería seguir siendo el sustento de sus vidas.

¿Qué será de Checho y O Ruso ahora? ¿Qué peces pescarán? ¿Qué manjares se cocinarán en casa de Checho? ¿Qué será de tantos y tantos marineros que cada día salían a la mar para ganarse el sustento? Es como si a un agricultor con todas sus fincas cultivadas y llenas de fruto, un buen día le llega una plaga que lo asola todo, es lo mismo, es el quedarse de repente sin lo que le da de comer, ¿Qué puede hacer una persona a la que le pasa esto? ¿Le queda nada más que el derecho al pataleo? ¿Quién le resolverá el problema?

Ilga. Pontevedra. 8 Diciembre 2002