Matrimonio: Licencia para matar

El maltrato y los asesinatos de mujeres a manos de sus maridos, novios o compañeros se ha convertido en la “costumbre” de una noticia que aparece en la televisión, la radio o los periódicos. Nos hemos acostumbrado a oírlo, a la posterior exclamación o actitud consternada, a cambiar de canal o de frecuencia o a pasar la página con cierta diligencia.

Nos acostumbramos y con esa costumbre he oído decir cosas tan horrendas como “eso ha existido siempre y siempre existirá”.Esta expresión es como decir que no podemos hacer nada para evitarlo y esto es del todo falso y representa, en sí mismo, la tremenda cobardía que tenemos los seres humanos para enfrentarnos con nuestros propios vértigos. Esos vértigos de la individualidad que nos producen nuestros propios miedos y que hacen que hundamos el cuerpo, un poco más, en el sillón de nuestra casa, con la inexacta convicción de que así estaremos a salvo de todas estas violencias y torturas.

Nada más lejano de la realidad, porque el hecho de eludir los problemas nunca ha ayudado a resolverlos. Muy al contrario los potencia y deja en la más terrible de las soledades y de las indefensiones a las personas que los sufren. Casi siempre observamos los problemas de los demás refugiándonos en esa certeza recurrente y cuestionable del “eso nunca me pasará a mi”.

De lo que va de año, más de sesenta mujeres han muerto violentamente en España a manos de sus maridos o compañeros y esto se ha convertido ya en algo normal. ¿Es que la tortura, la agresión y la muerte de las mujeres es ya algo normal? Por favor, consulten la hemeroteca de sus sentimientos y de sus miedos e intenten ponerse por un momento en la piel de alguna de estas mujeres. Este difícil e ímprobo ejercicio les puede conducir no sólo a la solidaridad, sino también a tener un punto de vista más cercano al horror, al sufrimiento y a la desesperación por los que pasan las mujeres que sufren malos tratos.

Insultos, vejaciones, puñetazos, patadas, violaciones, secuestros domiciliarios, amenazas… y todo ello en el marco del domicilio conyugal y de manos de quien te dice que te quiere y te juró cuidados y amor eterno en el “santísimo sacramento del matrimonio”. Y la mujer, cuando empieza a reaccionar, se debate entre la vergüenza social de pedir ayuda y el miedo a la denuncia por las posibles consecuencias. Esto último se está convirtiendo en la pesadilla de las mujeres maltratadas. La última mujer que ha sido asesinada había puesto once denuncias, no había recibido la ayuda necesaria y hoy es un número más en esa lista de asesinatos.

Porque en definitiva las mujeres asesinados por sus maridos se van convirtiendo en números que sirven para las estadísticas y las instituciones no ponen los medios adecuados para protegerlas. En tres años han sido asesinadas en España por esta causa más de 200 mujeres.

Ocurre en todas las clases sociales, en todas las edades, en todas las ciudades, en todos los pueblos. Los hijos e hijas se convierten, en este contexto, en espectadores de esta terrorífica tortura y, en muchas ocasiones, pasan a formar parte de la sangrienta conclusión del maltrato y pasan de ser víctimas pasivas a ser una víctima más.

Los maltratadores han interpretado y han convertido la “licencia matrimonial” en su particular “licencia para matar”. Tal vez en su propio ego se tengan por héroes, pero sólo son asesinos que quieren imponer su voluntad y sus complejos a través de la violencia y la muerte.

A las instituciones y gobiernos, que tanto predican y publican con las medidas que adoptan para proteger a las mujeres maltratadas, se les está viendo el plumero. Los maltratadores siguen teniendo licencia para matar y las mujeres licencia para morir. Es cierto que se están aprobando muchas iniciativas en los parlamentos, pero a la vista de los resultados no son suficientes.

Levántense de su sillón, infórmense y denuncien estas atrocidades con su presencia en las manifestaciones y en los actos públicos de protesta. Ninguna mujer esta a salvo de estas iniquidades. Si seguimos dejando que suceda cuando le toque a usted ¿a quién va a recurrir?

El maltrato no cabe dentro de la normalidad de las relaciones entre seres humanos. Las bofetadas no son actos de amor y el silencio de la sociedad no es nada más que la manifestación de una cobardía insolidaria que no hemos sido capaces de erradicar.

En el lado del maltrato y el sufrimiento, la soledad de las mujeres es espeluznante. Hoy, más que nunca, hay que procurar que no se sientan solas, tendiendo, no sólo nuestras manos, sino presionando para que la tolerancia con los maltratadores sea cero y para que no se sientan cómodos en una sociedad que continuamente manifiesta que está contra la violencia y la intimidación.

Mar Molina. Toledo. 25 Noviembre 2002