obre la privatización de RTVV, os mostramos el artículo de Jordi Batllo: El método – El primer paso para privatizar una cadena es degradarla, para así no sentir su pérdida. Aparecido en la Vanguardia el 15 de Noviembre.
JORDI BALLÓ
La operación está a punto de finalizar con los objetivos cumplidos. La privatización de la gestión de Canal 9 parece ya un camino sin retorno. No diré imparable, porque no parece que haya habido nadie con interés real en entorpecer este proceso. Se empezó diciendo que los partidos del arco parlamentario valenciano veían bien la operación si había «garantías». Los sindicatos de trabajadores de Canal 9 se quejaron, quizás los que más. Los productores audiovisuales fueron convocados para asegurarles que la empresa ganadora contaría con ellos. Los ciudadanos no han rechistado, al menos públicamente. O sea que la victoria del plan es absoluta. Tanto que la consejera valenciana responsable ya ha anunciado lo que nadie se atrevía aún a decir, que esto es sólo el principio y que este método privatizador se va a extender a otras cadenas públicas. No dijo cuáles, pero tampoco hay tantas.
La pieza clave del método se debe fraguar mucho antes de proceder a la ejecución del plan. Se necesita un tiempo de desgaste en el cual la cadena que debe ser privatizada ha de demostrar grados notables de abyección. Es decir, que debe proponer una autoimagen de bajísima calidad, parangonable con la de las cadenas comerciales desde el punto de vista de su ambición cultural. Una vez todo el mundo se da cuenta de que de aquella cadena pública no se puede esperar nada, ya se puede proceder con la siguiente fase. Si se privatiza nadie pensará que se pierde algo, al contrario. Seguro que los que vendrán lo harán mejor. O, como mínimo, no necesitarán excusas.
Sin embargo, lo que está en juego no es una pieza más o menos en el terreno de lo público, sino variar uno de los fundamentos de la construcción europea: el que una televisión es pública porque mantiene en su ideario valores que son esenciales a la democracia, como el acceso de las culturas minoritarias, el servicio a los ciudadanos o las responsabilidades en el fomento de la creación y la industria audiovisual. Incluso las televisiones públicas más decantadas a lo comercial no pueden ser totalmente opacas a este ideario. Y es por ello que los ciudadanos han intentado y logrado en algunos casos intervenir en ellas. Pero esto es lo que se pretende hacer olvidar en el caso valenciano: se trata de que los ciudadanos no sientan que una televisión les pertenece como a tales. La manera es no sólo alejarlos de sus centros de decisión, sino demostrarles en la programación de cada día que son considerados únicamente como consumidores acríticos y cuantificables.
El método valenciano es un laboratorio. ¿Cuál es la siguiente cadena pública que no se avergüenza de proclamar sus objetivos comerciales? Seguro que algunas deben estar preparando el currículum. La primera cadena de Televisión Española es, por descontado, el gran objetivo que conquistar y a fe que sus dirigentes llevan años haciendo méritos para que los ciudadanos la den por perdida. Curiosamente, sería más difícil privatizar la segunda cadena, porque aquí habría alguna resistencia cultural. En la primera, ni eso.
O sea, que el método pide degradarse. No sólo hay que hacer «Tómbola» sino proclamar a los cuatro vientos que es el programa que identifica a la cadena. No fuera a ser que la gente se fijara en otros programas dignos del mismo canal y entonces les entrara la añoranza y se diera al traste con el invento.