Estamos en el s. XXI, siglo de tinieblas más que de luces, al menos en sus comienzos, y hace poco, para ser exactos el pasado 6 de Octubre de 2002, acaban de hacer santo en Roma a un auténtico Marqués con la presencia de varios Ministros del Gobierno de España, de Secretarios de Estado y de Directores Generales a porrillo, pero de incógnito y a título personal.
De ir camino de convertirse en un Lefevré con Juan XXIII y Pablo VI, a los altares con Juan Pablo II. Las vueltas que da la vida. No les parezca extraño, que también los marqueses van al cielo sobre todo en los tiempos que corren por esta Iglesia católica, apostólica y romana, e integrista. Este Marqués, en toda la extensión de su palabra, era especial, se llamaba José María Escrivá de Balaguer, alias el padre, sacerdote y fundador del Opus Dei por pura inspiración divina en el año del señor de 1928.
El padre Escrivá fue un aristócrata que creo una interpretación de la religión católica a la medida de las necesidades de los aristócratas y las clases pudientes que no tenían muy clara la salvación con eso de que es más fácil que un camello pase por el agujero de aguja que un rico se salve. El señor Marqués decidió que la vía de la salvación era la santificación por el trabajo de lo que quedaban excluidos los desobedientes, izquierdistas, sindicalistas varios, rebeldes con y sin causa, y todo aquel que no asumiese su trabajo de buen grado. Resignación cristiana a tope. Todo un antídoto para ricachones y gentes de derechas, de las de toda la vida, con posibles pero sin una clara y definida bandera religiosa a la que aferrarse por aquel entonces. Rentas bajas e inválidos sin derechos de admisión. Mentiras y calumnias valen si se trata del bien de la Obra.
Recuerdo una reunión con el señor Marqués, o padre Escrivá, como prefieran, allá por los años 70 en Tajamar. La mayoría eran matrimonios de supernumerarios, pero el familiar que me invitó pensó que aquello me llevaría al redil del buen pastor y me apunté. Nada más lejos de la realidad. Salí asqueado de ver hasta donde puede llegar el servilismo fanático de unos, que parecían zombies, y la chulesca soberbia del otro, que iba de líder celestial. La reunión en cuestión parecía o una aparición repentina de la divinidad personificada en el padre Escrivá o una aclamación y reverencia extrema producida por el temor a la pérdida del empleo de quien así no se manifestara. Nunca había visto nada igual, la santa desvergüenza de aquel hombre no conocía límites y personas con inteligencia parecían auténticos bobos, como hipnotizados, escuchando las respuestas estúpidas a preguntas infantiles.
La canonización en pocos años del señor Marqués, otro santo más que antes pasó en vida unos meses por un psiquiátrico, constituye una verdadera bofetada a la santidad tal y como comúnmente la entendemos y solo se puede explicar como la devolución de un favor, por ejemplo económico, de proporciones relevantes a la Santa Madre Iglesia controlada por el mismo Opus. Ya puede subir a los altares de la mano de sus fanáticos seguidores que, por cierto, no pueden ni leer libros no permitidos por sus directores espirituales, pero para quienes le conocieron de cerca, y ya no están en el Opus, no dejará de ser un personaje opulento, vulgar, machista, clasista, con muy mal carácter, que fomentó un culto a su persona en el Opus próximo al de Caucescu en Rumania, y que supo medrar en las turbias aguas de la intransigencia del nacional-catolicismo de los años de la dictadura franquista de la que era fiel admirador. ¡Un dichado de virtudes!
En la misma línea, se rumorea la canonización de la también venerada por las fuerzas más reaccionarias, Isabel de Castilla, también conocida como la Católica, que expulsara a los judíos de España, tolerara, y quizás incluso favoreciera, el genocidio indígena en las tierras de nueva conquista e instaurara la Inquisición que luego duraría hasta entrado el s. XIX. Otro botón de la misma muestra.
En la cola de la actual expendiduría de santidades quedan mujeres y hombres que entregaron su vida al prójimo necesitado. Mención especial en este sentido merece un hombre olvidado por la actual jerarquía eclesiástica: el Padre Llanos, una vida al servicio de las clases más débiles en las zonas más deprimidas de Madrid.
Ahí están esperando a que las circunstancias vuelvan a la normalidad, mientras tanto otra de santos rancios a la carta para satisfacción de la derechona, ahora llamada centro reformista, banderita nacional en mano.
Se recomienda la lectura de:
La santa mafia de Jesús Infante en la editorial Ruedo Ibérico y El Opus Dei: una interpretación de Alberto Moncada en la editorial Indice.
rasputin. Valencia. 17 Octubre 2002.