Cómo voy a creer / dijo el fulano
que mundo se quedó sin utopías…
Mario Benedetti
Dice Castells que la globalización y la informacionalización instituidas por las redes de riqueza, tecnología y poder, están ampliando nuestra capacidad productiva, nuestra creatividad cultural y nuestro potencial de comunicación; al tiempo que privan de sus derechos ciudadanos a las sociedades, debilitan a las instituciones del estado y a las organizaciones de la sociedad civil: en todo el mundo las personas sufren una pérdida de control sobre sus vidas, sus entornos, sus puestos de trabajo, sus economías, sus gobiernos y sus países. La lógica legitimadora del nuevo orden o desorden global fomenta ella misma los movimientos sociales que buscan resistirla y presentar proyectos alternativos que la desafíen. En el Uruguay del siglo XXI, un Uruguay sepultado en una de las peores crisis económicas y sociales – si no la peor – de su historia, un grupo heterogéneo de más de veinte organizaciones sociales distintas, autoconvocadas a partir del espacio del Comité Uruguay del Foro Social Mundial llama a sumarse a las organizaciones sociales de todo el país para celebrar un Foro Social Uruguay en noviembre del corriente año.
Si algo podemos encontrar que sea común a todas las organizaciones sociales que aparecen como grupos convocantes del FSU y que adhieren a su carta de principios (y presuponiendo que los movimientos sociales son lo que dicen ser y que sus prácticas – sobre todo sus prácticas discursivas – son su autodefinición), es que constituyen todas, según lo expresan, entidades y movimientos de la sociedad civil que se oponen al neoliberalismo y al dominio del mundo por el capital y por cualquier forma de imperialismo, y están empeñadas en la construcción de una sociedad centrada en el ser humano.
Sin dificultad hemos encontrado ya al adversario: el neoliberalismo. En realidad, el mismo Foro Social Mundial – el primero de los cuales se realizó en Porto Alegre en el 2001 – surgió en el trabajo de articular gran parte de los movimientos sociales globales de resistencia al World Economic Forum de Davos y al gobierno de la economía mundial por parte de los países más desarrollados y según los intereses de los poderosos, como una fantástica e imperdible oportunidad para, precisamente, dejar de gritar contra qué se oponían y comenzar a hacer propuestas sobre qué buscaban. Es importante señalar cuidadosamente que, como manifestó Chomsky en una entrevista que le hicieron poco antes de su participación en el segundo FSM de Porto Alegre, el Foro no es un movimiento anti-Davos – eso sería otorgarle legitimidad a la reunión de los llamados amos del universo -, ni opuesto a la globalización; sino que implica la manifestación de la diversidad de intereses y de las diferencias respecto de la globalización deseada o necesaria, dependiendo del lugar desde el que se la observa, según culturas, historias y geografías distintas ( Porto Alegre es una reunión de organizaciones populares de todo el mundo, cuya visión de cómo debiera organizarse la sociedad es diferente de la de los amos, dice Chomsky); y parte del reconocimiento de la complejidad que rodea a todas las cuestiones humanas. En todo caso, los Foros realizados y los Foros por venir son contrarios, sí, a una de las formas de la globalización: a la globalización neoliberal; en lugar de ésta proyectan la posible globalización solidaria que respete los derechos humanos y el medio ambiente. Chomsky, asimismo, afirma que un impulso importante del neoliberalismo es el debilitamiento de la democracia.
Se ha entendido durante por los menos 60 años que la liberalización financiera socava la posibilidad de elección democrática, creando un parlamento virtual de dirigentes e inversionistas que tienen poder de veto sobre las decisiones del gobierno. Por su parte, Stiglitz, en el libro citado en la primera parte de este artículo, precisa que uno de los más graves problemas del actual proceso de globalización proviene de que tenemos un sistema que cabría denominar Gobierno global sin Estado global, en el cual un puñado de instituciones – el BM, el FMI y la OMC – y unos pocos participantes – los ministros de Finanzas, Economía y Comercio, estrechamente vinculados a algunos intereses financieros y comerciales – controlan el escenario, pero muchos de los afectados por sus decisiones no tienen casi voz. Así, en la carta de principios del Foro Social Uruguay, leemos: El FSU asume la democracia como camino para resolver políticamente los problemas de la sociedad. Como espacio de encuentro, está abierto al pluralismo y a la diversidad de compromisos y actuaciones de los colectivos y movimientos que en él decidan participar, así como a la diversidad de género, razas, etnias y culturas. Ante la innegable realidad global, aún cuando el FSU es un evento de carácter nacional, se propone como principio el fortalecimiento de los sistemas e instituciones internacionales democráticos al servicio de la justicia social, la igualdad y la soberanía de los pueblos.
Los estados – nación están en crisis; en particular, los estados – nación que, como el Uruguay, necesitaron de la construcción moderna de un sentido de pertenencia a una comunidad nacional: hacia las primeras décadas del siglo XIX diversos acontecimientos históricos precipitaron la creación de un país llamado Uruguay, en el que no existían uruguayos. La imagen nacional de identidad – la uruguayidad – se construyó en la correlación de un contexto económico y político favorable en las tres primeras décadas del siglo XX. La uruguayidad nace cosmopolita y universalista, y se afirma en la excepcionalidad de sus signos modernos frente al primitivismo social, político, económico y cultural de la región. Una población urbana, alfabeta, de origen inmigrante en una sociedad pluralista, secularizada e igualitaria, articulada desde un Estado laico, garante de las libertades públicas y de la asistencia social explican el mito de la Suiza de América. Desde poco antes de la dictadura, durante la misma, y hoy, tras todo lo vivido y en mayor medida por la terrible crisis económica actual, el uruguayo no puede no constatar la fatal latinoamericanización de aquel lejano, pero tristemente vigente, Uruguay de las vacas gordas. Y no es extraño que fuese el presidente de este país el que luchara, hace unos meses, en la inminencia de la propia debacle financiera, en afirmar – a nacionales y extranjeros – y afirmarse que los uruguayos éramos distintos a los argentinos.
Este Foro Social Uruguay, señal ineludible de los tiempos globalizados que corren, no escapa a su localización en tiempo y espacio – quizá no podría hacerlo. Los tres ejes temáticos de discusión del FSU son:
1. Identidades, cultura, historia.
2. Alternativas para otro Uruguay posible.
3. Inserción en el mundo (Alca, Mercosur, globalización, etcétera).
El 15, 16 y 17 de noviembre de 2002, la relación intensa y hasta obsesiva del uruguayo con su pasado será, también, como tantas veces, otro actor insoslayable del ágora posmoderna que resiste el proyecto homogenizador del capitalismo global.
Fernando Rodríguez Schiavone. Montevideo. 18 Septiembre 2002.