Vamos de cumbre en cumbre, pero nuestros pueblos van de abismo en abismo, la frase de Hugo Chávez resume a la perfección el fracaso que la II Cumbre de la Tierra ha supuesto en la lucha por mejorar un mundo que se deteriora día a día.
Sin embargo no se puede decir que la de Johanesburgo haya sido una cumbre más. Hechos sin precedente nos obligan a una seria reflexión acerca de no ya la seriedad de ciertos dirigentes occidentales, sino de su desfachatez sin disimulo a la hora de abordar temas trágicos cuyas resoluciones implican la supervivencia de millones de seres humanos.
En Johanesburgo se ha bajado un peldaño a la hora de establecer planes definidos para paliar la pobreza y frenar la contaminación. Problemas fundamentales como el del acceso al agua potable al que se ven privados millones de personas, el cambio climático, o los alimentos transgénicos se han abordado sin llegar a ninguna conclusión clara. El avance ha sido nulo, hasta tal punto que la Unión Europea ha instado a cada uno de sus países integrantes a superar los compromisos que han asumido en la ciudad sudafricana.
Paradójicamente el discurso más aplaudido fue el del presidente de Zimbawe. Robert Mugabe atacó la política de Tony Blair a la vez que criticó las sanciones impuestas por la Commonwealth y la Unión Europea a su gobierno a raiz del proceso de expropiación de tierras a los grandes propietarios blancos que está llevando a cabo. Sin embargo en las calles el rechazo hacia Mugabe se evidenciava, y consignas como Mugabe traidor eran coreadas por cientos de manifestantes africanos.
Por el contrario, fue Colin Powell el que sufrió un sonoro abucheo en la sala de conferencias ante un irrisorio discurso en el que osó defender la política norteamericana en materia ecológica y colaboración con el tercer mundo. Afirmaciones como Estados Unidos está adoptando acciones para enfrentar los desafíos al medio ambiente, incluidos los cambios en el clima mundial sembraron la furia de los asistentes, algunos de ellos pertenecientes a delegaciones oficiales de otros países.
Como dato positivo cabe mencionar la ratificación del protocolo de Kioto por parte de países como Canadá, China y Rusia, que dejan en evidencia la absoluta despreocupación del gobierno de Bush al ser uno de los pocos que no ha asumido un compromiso serio para contrarrestar los efectos de la contaminación. Pero la balanza es implacable y los avances quedan eclipsados ante el estancamiento en temas como las energías renovables, agricultura, calentamiento global, pobreza… No resulta sorprendente la actitud de las ONG al abandonar simbólicamente la cumbre. Johanesburgo ha sido una oportunidad perdida para salvar nuestro planeta. Quizá la última.
Eli. Pontevedra, Galicia. 5 Septiembre 2002