Las ONGs para el desarrollo… ¿de qué?

Desde nuestros cómodos sofás, maestros del zapping, podemos ver a adoradas estrellas de la televisión que, entre partido de golf y salidas de yatching nos piden por favor que llamemos urgentemente a un novecientos X para dar parte de nuestro salario a una ONG, para evitar a toda costa que los pobres niños del Perú perezcan de inanición, o cualquier otra causa similar.

El quién y con qué rostro nos pide semejante aportación es algo que da para un artículo a parte. Ahora vamos a pensar en los principales interesados en esto: Las ONGDs , es decir, las Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo, frecuentemente llamadas de Cooperación Internacional.

Seguro que todos conocemos, como mínimos, tres o cuatro de estas «empresas». Porqué no llamarlas así, si su funcionamiento interno es idéntico. Bien, las ONGDs, son, hablando en un lenguaje culterano, un invento cojonudo. ¿Para quién?. Pues para los más listos del colegio, para variar. Es decir, para el Capital. Porque, amigos, los mejores inventos de este mundo son aquellos que se pueden tomar con dos asas. A nadie se le ocurriría atacar a una ONG, a los ojos de la sociedad, de lo políticamente correcto, es un sacrilegio. Es meterse con algo en lo que parece que todo el mundo ha de estar de acuerdo en que es bueno, como Operación Triunfo. De este modo, como nadie se atreve a meterse con la adorable abuelita del pueblo, es el mejor disfraz para llevar a cabo política subterránea.

Sin embargo, tras ese manto de romanticismo, de bondad y conmiseración, de ese contribuir a un Mundo Mejor… ¿qué hay detrás de estas organizaciones?.

Bien, pues para empezar, más organizaciones. Así como detrás de casa inocente y azucarada asociación estudiantil están los tentáculos de un partido político, las ONGs son las abuelitas adorables de organizaciones tan archi conocidas como la Iglesia Católica, el Opus Dei, el Partido Popular, Endesa, El Corte Inglés y un largo etcétera.

Veamos cómo está montado el puzzle. El auge y popularidad de las ONGDs coincide con los inicios de la pasada década, justo con la caída del Mundo Comunista. Muchos países donde precisamente estas ONGs trabajan en su máxima operatividad son países claro está muy empobrecidos donde, sobre todo en América latina, habían tenido experiencias de guerrillas marxistas y otras filias con el bloque extinto. A pesar del colapso de la Unión Soviética como referente ya más militar que ideológico; en estos países continuaba cierta resistencia al caciquismo, al imperialismo procedente de la Doctrina Monroe, y seguían vivos los ideales digamos marxistas. Así, y aunque fueron goteando paces en Centroamérica se imponía una política dirigida a extirpar para siempre estas incómodas tendencias. Ahí es donde entran en acción las ONGDs, siendo las españolas y norteamericanas las que tendrían más presencia en la región. El objetivo de estas aparentes ONGs es siempre: consolidar el sistema capitalista en países que estaban «descarriados». La metodología de trabajo de estas ONGs es siempre la misma: llegan a las comunidades potencialmente mas «peligrosas» (claro está, coincide con las más pobres), identifican a los líderes de esas comunidades y les seducen para que abandonen utopías absurdas y accedan a ejercer un liderazgo basado en el control de una estructura económica que beneficia a su comunidad, pongamos, un banco de Microcrédito. De este modo, el líder rural, que obviamente busca el bienestar de su comunidad, es atraído por la idea, y la ONG le consolida y le capacita para que predique la buena nueva del sistema de libre mercado, con el estandarte de que «enseñamos a pescar, en lugar de dar pescado». Así, se va implantando el desarrollo en estas regiones: cada comunidad está centralizada en un banco que ofrece microcréditos para comprar gallinas, etc.. (a intereses que para nada son reducidos), y de paso de les adoctrina («capacita» en el lenguaje ONG) en el funcionamiento de la economía capitalista. De este modo, y a cambio de una módica inyección de dinero, en parte proveniente de la generosa limosna de los ciudadanos del Norte; se acallan para siempre posibles conatos de rebeliones utópicas, armadas o no, y de paso se allana el camino para la entrada de la auténtica artillería pesada: Las grandes multinacionales del Norte, ávidas de nuevos mercados de consumidores hasta ahora «invisibles».

El dilema está ahí: Sí, realmente el nivel de vida en cuanto a poder adquisitivo de estos seres humanos objetivo de nuestra «solidaridad» aumenta, y en cierto modo ahí están las pruebas de que este tinglado «funciona». Así, ya podemos encontrar McDonalds en San Salvador, o Bancos Santanderes en pueblos de Chiapas. A cambio, el tejido social indígena se «adapta» (por decirlo suavemente) al uso de vida occidental, etc… se cambian humanos invisibles por consumidores visibles. Bienvenidos al Mercado.

La jugada es redonda para todos. El ciudadano del Norte siente aliviada su conciencia previo ataque indiscriminado mediático, los jóvenes solidarios sientes realización vital, la Transnacional tiene su división de zapadores para luego aterrizar a tutti pleni y el marxismo adiós, no se le espera. Y todo de una forma que es difícil reprochar.

Así, con el dinero de nuestras contribuciones -tanto particulares como del herario público- El Corte Inglés puede ampliar su catálogo de viajes exóticos porque la ONG tentacular se encargó de un proyecto de rehabilitación de un paraje X. (Es un ejemplo entre cientos). Insisto, esto es un arma de doble fijo, pues la coartada que de rebote se benefició a los habitantes del lugar está ahí.

Por eso es un invento cojo y nudo. Que les aproveche.

Pan_Ama Barcelona. 6 Mayo 2002.