Los olvidados

Nos situamos en Zaragoza, casco viejo. Calles estrechas, sin asfaltar. El viento levanta el polvo. Da la sensación de encontrarse uno en un pueblo. Sin embargo, no estamos a más de 200 metros del centro de la ciudad.

Este casco del que hablo no es el casco que visitan los turistas, ni el que aparece en los documentales de la tele. Un inmigrante abre la puerta de su casa. Escaleras chirriantes, las paredes resquebrajadas, la oscuridad al fondo y los contadores de luz al alcance de la mano. Arriba, ventanucos sucios, cristales rotos y barandillas oxidadas. Se respira un aire asfixiado y contaminado de olores insalubres.

Los nombres de estas calles nos revelan que años atrás aquí se concentraban los oficios de la ciudad: aguadores, las armas, cereros… Ahora, de todo esto, sólo les queda el letrero. Algunos edificios han sido restaurados, como el que actualmente alberga la Escuela Municipal de Música y Danza. Se trata de un antiguo palacio, totalmente renovado, que representa un verdadero oasis en medio de la decadencia.

A tan sólo unas calles, se encuentra el Paseo de la Independencia. Es una de las calles más anchas de la ciudad, zona comercial imprescindible y un pulmón importante para el tráfico de vehículos. Desde hace unos meses, está en obras. Desde la alcaldía, se consideraba necesaria una reforma rápida. Desaparecerán los jardines para dar paso a los bloques de cemento. La obra durará al menos un año porque hay mucha tierra que excavar para dar cabida a los cinco pisos de aparcamiento que se tiene pensado construir. Es algo prioritario, es una zona comercial. Pero un imprevisto ha hecho parar dichas obras. Han aparecido restos romanos bajo el asfalto. Es de esperar que, en una ciudad como Zaragoza, protagonista de largos asentamientos romanos y árabes, los restos históricos sean abundantes. El socavón quedará a la luz un tiempo indefinido, hasta que se decida qué hacer con el viejo poblado desenterrado.

Las avenidas contiguas al Paseo de la Independencia, continuarán atascadas de coches y algunos colectivos demandan un nuevo (y a la vez viejo) transporte: la bicicleta. Mientras se invierte en proyectos casi faraónicos, los olvidados seguirán hacinados en el casco degradado, con sus miserias, sus humildes trabajos y sus vidas alejadas del bullicio de los grandes negocios.

Nihao. Zaragoza. 3 Mayo de 2002