Lo que se olvidó incluir en la LOU

Con la LOU aprobada, parece que se dan por solventados los problemas que está sufriendo la Universidad pública. Sin embargo, somos muchos los que no damos por cerrado el tema. Es más, existen algunos aspectos que ni siquiera han sido abiertos a debate.

Pilar del Castillo se ha olvidado de incluirlos en sus reformas y la oposición tampoco los ha reivindicado. En este caso, me refiero a problemas concretos que encuentran los estudiantes para cursar en la universidad.

La implantación del Distrito Abierto, en vigor desde el año 2001, posibilitó que todo estudiante preuniversitario pudiera optar a cualquier universidad del Estado sin tenerse en cuenta su lugar de residencia. Para facilitar su eficacia, aparecieron unas becas de movilidad que suministrarían al estudiante el dinero suficiente para trasladarse donde deseara estudiar. Cuando se ha llevado esta teoría a la práctica, se ha comprobado que las becas son muy insuficientes. Van desde los 2400 euros (unas 400.000 pesetas) hasta los 4800 (800.000). Para poder optar a las más altas, el aspirante a universitario tiene que tener una renta familiar anual de alrededor de un millón de pesetas y ser de familia numerosa. Sólo el alojamiento, la alimentación y la matrícula de un año en la universidad le costaría un millón de pesetas, mínimo.

Otro problema muy común que uno se puede encontrar es que la titulación que desea cursar tenga una nota de corte superior a la media que uno tiene. Es lógico que, si existe una saturación en la demanda de las titulaciones, sea el filtro de notas académicas el que se imponga. Pero este sistema crea de nuevo muchas desigualdades entre las oportunidades de los estudiantes según su lugar de residencia. Por poner un ejemplo concreto, Ingeniería Técnica Industrial tiene unas notas de corte bastante altas en la mayor parte de universidades del territorio del Estado. Sin embargo, en Zaragoza, ni si quiera llega a haber notas de corte algunos años (lo que significa que han entrado todos los que solicitaron la preinscripción en dicha titulación). Así, nos encontramos con estudiantes sin poder estudiar esta carrera en otras ciudades y con plazas libres de la misma en Zaragoza.

La solución que puede parecer más justa es la de implantar todas las titulaciones en cada una de las Universidades. Pero esto sería muy costoso tanto en lo económico como en lo docente. Si es costoso, sabemos que no se va a hacer. Además, ¿y si donde uno vive no existe universidad alguna?

Los artículos 19 y 27 de la Constitución nos otorgan, respectivamente, el derecho a la elección libre de residencia y el derecho a la educación. Como vemos, en algunos casos, las circunstancias nos hacen renunciar a algunos de nuestros derechos fundamentales. ¿Por qué hacerlo en este caso si existe una solución?

Este problema quedaría realmente solventado con el fomento del estudio a distancia. Bien, ya existe la UNED (Universidad Nacional y Estudios a Distancia), pero apenas ofrece una docena de titulaciones. Mi propuesta se refiere a que cada estudiante pudiera elegir la Universidad en la que deseara estudiar pero también el lugar donde quisiera residir. El estudiante sólo debería acudir a la Universidad para examinarse, matricularse y recoger los temarios y bibliografía. Incluso estos dos últimos avatares se pueden realizar vía e-mail, fax o correo tradicional. Además, este sistema puede que fuera incluso más efectivo que el de ir cada día a clase ya que exige un esfuerzo especial en autodisciplina y documentación.

Quizá este no sea el problema central de la enseñanza en nuestros días, pero sí es uno de los grandes olvidados. Seguro que la del Castillo ni se lo ha planteado.

Nihao. Zaragoza. 4 Abril 2002